Pepe Orantos
Lunes, 15 de junio 2015, 08:39
Nadie daba un duro durante todo el fin de semana por el festejo de ayer. Todas las previsiones meteorológicas anunciaban un alto porcentaje de posibilidades de que lloviera antes, durante y después de la corrida de rejones, prevista para las siete de la tarde. Sin embargo, el agua retrasó más de lo esperado su irrupción y a las seis y diez minutos de a tarde se abrieron las puertas de la plaza de toros de Plasencia para que los tendidos se poblaran del siempre animoso público aficionado al arte del rejoneo que, bien pertrechado de chubasqueros y paraguas, se disponía a ver en acción a las que pueden considerarse las tres máximas figuras del escalafón.
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Parecía que el cielo estaba esperando a los clarines de la plaza de Plasencia para decidirse a descargar agua y ya con Pablo Hermoso de Mendoza en el ruedo, a lomos de Ícaro, comenzó a lloviznar sobre el albero placentino. El navarro no se amilanó con el agua y a la grupa de Pirata colocó las banderillas cortas y dio muerte a la primera al que abría plaza, por lo que fue recompensado con dos orejas.
En el cuarto toro, con el piso algo más deteriorado, el navarro vio como su enemigo perdía las manos al intentarle colocar el primer rejón de castigo, algo que soliviantó al público, que permanecía tan frío como la tarde. Sin embargo, el regreso de Pirata al ruedo y su brillante actuación en las banderillas a dos manos que colocó Hermoso de Mendoza y un certero rejonazo de muerte del navarro, volvieron a meter a los tendidos en la faena, hasta el punto de conceder otras dos orejas.
Diego Ventura inició la lidia de su primer toro a lomos de Suspiro y asido a una garrocha con la que corrió a su enemigo en un par de vueltas al ruedo del coso de Las Golondrinas. Pronto comprobó el lisboeta que 'Señorito', como se llamaba el segundo de Luis Terrón, no iba a colaborar en exceso en su lucimiento, por lo que acortó os terrenos con Nazarí y Remate, hasta que un rejonazo de muerte y un descabello le valieron sus dos primeras orejas. En el quinto de la tarde, el lisboeta comenzó su actuación con un rejón de castigo algo delantero que hizo brincar al astado de Luis Terrón y temer al respetable que pudiera quedarse sin enemigo a las primeras de cambio. A pesar de todo, fue en este toro y a lomos de Sueño cuando vimos algunos de los lances más bellos de la tarde, al citar el jinete al toro, mientras se desplazaba hacia atrás con su caballo, y lograra hasta tres embestidas que propiciaron tres espectaculares banderillas. Un certero rejón de muerte y el ánimo de los tendidos pese a la lluvia y el frío, permitieron que Diego Ventura se erigiera en el triunfador absoluto de la tarde al cortar otras dos orejas y un rabo.
Conociendo la rivalidad en la que se mueven los rejoneadores y que Leonardo Hernández jugaba en casa, ante la cercanía de su finca con Plasencia, al pacense se le vio salir al ruedo de Las Golondrinas sensiblemente motivado por el triunfo asegurado por sus dos compañeros de cartel. Sin embargo, la tarde parecía torcérsele, cuando al colocar su primer rejón de castigo el de Luis Terrón pareció dañarse una de su patas, por lo que decidió acortar este tercio y se dispuso a banderillearlo al mismo tiempo que el astado parecía olvidar sus dolencias. Varias banderillas al quiebro y tres banderillas cortas al violín predispusieron al público que tras dos pinchazos, un rejonazo algo caído y un descabello decidió conceder, con la complicidad de la presidencia, una oreja al rejoneador extremeño.
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Con el que cerraba plaza, Leonardo trató de meter enseguida al público en la faena con continuos gestos hacia el tendido, correspondidos con entusiasmo por el respetable. Ofreció el pacense los pechos de sus caballos de forma evidente ante el sexto de la tarde para lograr clavar varias banderillas con gran mérito a un astado que se fue parando con el transcurrir de los minutos. La espectacularidad del as banderillas cortas al violín y una banderilla corta floreada, que en algo se asemejaba a las famosas rosas de los Peraltas, cerraron una faena en la que no faltó el sempiterno teléfono. Un pinchazo, un rejonazo algo delantero y cuatro descabellos, no evitaron que la presidencia concediera una oreja al extremeño que así, lograba abandonar la plaza de Plasencia a hombros junto a sus compañeros de terna.
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