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¿Qué ha pasado hoy, 12 de febrero, en Extremadura?
CRONISTA TAURINO

¿Por qué señor presidente?

El toro es el animal mejor cuidado

FERNANDO MASEDO TORRES

Martes, 21 de julio 2015, 09:32

Por qué no se le da un aviso a los antitaurinos? Ya ha pasado tiempo más que suficiente para que dejen de incordiar e insultar a los que defendemos la supervivencia del toro de lidia en razón a su condición de ser. El toro es el animal mejor cuidado. Vive en libertad, es alimentado y sanitariamente controlado por sus cuidadores. Se le abre y registra su ADN, en cualquier momento puede ser identificado, y se le permite luchar por conseguir el bienestar de una vida deseada. Los demás animales, presumiblemente comestibles, son criados apresuradamente para llevarlos al matadero al año de nacer, o antes, a darles muerte sin opción de defenderse, después de haber sido criados 'encarcelados' entre cuatro paredes. Al toro de lidia se le da también la oportunidad de ganarse el indulto para seguir viviendo el resto de su vida en el hábitat donde nació, rodeado de hembras dispuestas a permitirle la prolongación de sus cualidades haciéndolas extensivas a los hijos que nazcan de ambos. ¿O es que existe algún ser viviente que no luche por conseguir la felicidad y el confort de los suyos? ¿Hasta cuándo se han de aguantar los insultos y la insensatez encubierta con engañosa sensiblería, en un desmedido afán de prohibir las corridas de toros y cuanto aportan las mismas, sin poder demostrar lo contrario escudándose en que de esta forma se eliminaría el maltrato del toro? ¿Qué sentido tendría pues criar un toro de lidia, y para qué? Con esa pretensión sólo se conseguiría exterminar la raza. El resultado inexorablemente sería idéntico al de quién se le ocurriera sacar a los peces del agua para evitar que se ahoguen. ¿Qué se pretende descubrir con tan iluminada idea? Justo hace 261 años ya se le ocurrió lo mismo al rey Fernando VI. Prohibir los toros. Corría el año 1754 y hasta cinco años después no se dio cuenta de su error. Fue entonces cuando lo subsanó autorizándolos de nuevo y, a su vez, ordenando la construcción de una plaza de toros en Madrid, ubicada en la Puerta de Alcalá, a cargo de su peculio, a condición de que los beneficios que se obtuvieran se destinaran a costear los gastos de los hospitales. Ya lo decía mi abuela, «para mirar el futuro hay que asomarse al pasado». Ortega y Gasset afirmó que «la historia del toreo está ligada a la de España, tanto que sin conocer la primera sería imposible comprender la segunda», afortunadamente está depositada en libros y expuesta en los museos, incluido los taurinos, como el de Badajoz, capital que tiene el privilegio de poseer uno de los más importantes del mundo. Lo dijo el miembro de la Real Academia Nacional de Medicina Mariano Fernández Zúmel, en su visita al mismo hace 25 años, donde dejó escrito: «Entrar en este museo es sentir el latido de cientos de años de historia». O aquella otra frase que dejara también en su libro de firmas el cirujano jefe del equipo médico de la plaza de toros de Madrid, Máximo García Padrós, allá por el mes de febrero de 1991: «Este museo es un foro de difícil olvido». Sin embargo no falta quién se atreve a exhibir su ego, gratificando a sus creadores con epítetos despectivos, posiblemente sin haberlo visitado. Obviamente esto se puede admitir por que, como aseveró Einstein, «todos somos muy ignorantes, lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas». Sin el toro bravo España quedaría vacía. Mantener el toro y la dehesa es alimentar un patrimonio irrenunciable de España. La presencia de este animal en el campo es un canto a la belleza. Lo realmente inadmisible es la actitud de aquel elemento, por llamarle de alguna manera, que saltó al ruedo de la plaza de toros de Pamplona el pasado lunes, día 13, para coger la montera del maestro Juan José Padilla y darle una patada en su presencia y en la de quince mil espectadores que ocupaban los escaños del coso de San Fermín. Esta bajeza sí que debe ser castigada severamente. No se puede aceptar, bajo ningún concepto, tanta desfachatez ni permitir los insultos de aquellos que atropellan el derecho de los demás, a cambio de la propina de algún fanático interesado en destrozar nuestra idiosincrasia y loable acción, en este caso, de destinar los beneficios que aportan las corridas de toros en Pamplona a paliar los gastos que origina el mantenimiento de la Casa de Misericordia, centro de atención y cuidados de 555 ancianos marginados allí acogidos, además de atraer a miles de personas a la ciudad a participar de sus célebres encierros. Si te gustan las corridas de toros defiéndelas, si no te gustan compréndelas, pero no eres nadie para prohibirlas y perjudicar económicamente a cientos de familias, olvidando que la primera especie que hay que proteger es la especie humana y, por ende, perseguir el maltrato a la mujer, insustituible pedestal de la vida. Pero en un mundo de locos, el estar cuerdo es una locura. ¡Que cosas!

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