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Desplante del limeño ayer en la plaza de Vitoria. :: iosu onandía
Roca Rey cae de pie en Vitoria

Roca Rey cae de pie en Vitoria

El extremeño Alejandro Talavante cortó una oreja en su primero y fue correspondido con silencio tras un aviso en el segundo

BARQUERITO

Sábado, 6 de agosto 2016, 10:00

vitoria. Un espectáculo largo sin mayor motivo. Bastante mejor la primera parte que la segunda. Antes del parón de la merienda saltaron los toros de mejor condición. Un primero vibrante y picante, único del envío de Jandilla aplaudido en el arrastre. Un segundo de noble empleo y vivo son, el más sencillo de los seis. Y un tercero muy codicioso que pagó la secuela de un volatín completo, la vuelta de campana sobre los pitones enterrados y el cuello. No es que fuera propiamente problemático el toro, pero de partida gazapeó y se revolvió un poquito. Este tercero fue el más armado de la corrida: engatillado, pitones negros, tocado arriba, muy en el tipo propio de Jandilla.

FICHA DEL FESTEJO

  • uToros. Seis toros de Jandilla (Borja Domecq). El quinto, sobrero del mismo hierro.

  • uToreros. Diego Urdiales, oreja tras un aviso y ovación tras un aviso. Alejandro Talavante, una oreja y silencio tras un aviso. Roca Rey, una oreja en cada toro..

  • uPlaza. Vitoria. 1ª de feria. 3.000 almas. Soleado, templado, a medio abrir la cubierta. Dos horas y cuarenta minutos de función.

También el primero de corrida cobró medio volatín tan solo en el tercer viaje de muleta. Solo que la voltereta sirvió para templarlo. Se empleó con prontitud de bravo y hasta una chispa de temperamento. Fijeza, pero la cara alta. Cada uno de esos tres toros tuvo trato distinto. Urdiales le pegó al primero cuatro verónicas muy ortodoxas, que fueron los mejores lances de repertorio de toda la tarde. Una faena, luego, de cambiar terrenos: en tablas primero, en el tercio y los medios después, y hasta en las rayas de enfrente. Mejor el compás con la mano diestra. Con ella firmó el torero de Arnedo su tanda olímpica: el brazo izquierdo acodado, la mano en la cadera, suave el dibujo. Dos tandas con la zurda al hilo del pitón, una bella trincherilla de salida. Y un final casi de color: el molinete ligado con el de pecho. Una estocada tendida. Un aviso. Una oreja. La primera del botín de cuatro y casi cinco que propició la corrida de Jandilla.

Faena de Talavante

Talavante, airoso en el recibo de capa -su fórmula habitual de rematar con dos medias y una larga los cuatro lances encajados, se dejó crudo el toro en varas. Lo vería frágil, supo medirlo y casi jugar con él cuando el toro amagó con apagarse. Estatuarios de apertura, ligados con trinchera, natural, molinete y el de pecho. Faena en distancia. Logros buenos con la mano izquierda, naturales de buen vuelo. En el remate, un singular kikirikí, o medio solamente. Suerte en desuso, muy graciosa. Una estocada. La segunda oreja.

Después de la ortodoxia de Urdiales y el jugar de Talavante, apareció Roca Rey. Para calentar la cosa toda con ambición de torero nuevo y rampante. La manera de entenderse con el gazapeo del serio tercer toro y de resolverlo sin castigarlo fue de notable madurez. El arranque de faena, en los medios, tres cambiados por la espalda, el de la firma a pies juntos intercalado y dos por alto de remate se había recibido como una explosión. Llamaron la atención varias cosas: la suficiencia, la soltura, el asiento, la verticalidad. El ritmo de una faena sin tiempos muertos. Toreo de limpio ajuste. Ni un paso atrás. Y, sobre todas las cosas, el desenfado con que el torero peruano se metió en terrenos del toro para obligarlo en suaves trenzas. Final por mondeñinas. Y en corto y por derecho una gran estocada a capón. A Roca Rey le salen los toros muertos de la mano cuando ataca con la espada tan de verdad. La estocada con que tumbó la sexto fue fulminante. Casi la muerte súbita.

El detalle encendió a la inmensa mayoría y se pidió con fuera una segunda oreja para premiar su segunda faena, a un deslucido sexto que solo se empleó en medias embestidas muy desganadas, de toro a la defensiva que soltaba estopa de cuando en cuando.

A ese sexto lo toreó Roca de capa con ajuste y aire buenos. Mandiles en el aludo, tres chicuelinas cosidas con ellos, la revolera de remate y un recorte por delante. Muy celebrado el invento. Y más todavía un quite de propina a tercio cambiado, ya sin caballos en la arena: tres tafalleras, suerte que Roca ha encarecido, tres gaoneras de enroscarse con el toro y la revolera. Y tan fresco. El comienzo de faena -cuatro estatuarios, el natural y el de pecho- se celebró tanto como el quite. Con ese calor se vivió una faena más terca que brillante, pero meritoria cuando Roca se encajó entre pitones hizo el péndulo y se cruzó como si tal cosa. A eso se llama caer un torero de pie.

El cuarto toro, escarbador, mansito, se soltó sin remedio a su querencia de tablas y toriles. Urdiales se embarcó en una faena interminable. Un aviso después de un pinchazo hondo. El quinto fue devuelto por acalambrado. El sobrero, sin golpe de riñón, más que embestir topó, fue de descompuestos viajes, a taponazo limpio. Algún detalle suelto a pies juntos de Talavante, que no le vio la muerte al toro, escobillado el pitón derecho. Cinco pinchazos, una estocada. Otro aviso. Esos dos toros hicieron tan larga la cosa.

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