BARQUERITO
Sábado, 27 de agosto 2016, 11:53
Al aparecer las cuadrillas y asomar López Simón, se oyeron pitos. La pitada fue ganando cuerpo durante el paseíllo. No se recordaba en Bilbao nada parecido. No hubo sustitución del tercero anunciado de la terna, Roca Rey, baja forzosa por lesión. A primera hora de la noche del jueves se anunció que la corrida -una de las dos estelares de la semana, cartel de toreros nuevos y jóvenes- quedaba en mano a mano. En realidad, una corrida de tan solo dos espadas, porque nunca han rivalizado López Simón y Garrido, si es que han coincidido alguna vez en un mismo cartel.
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uToros. Seis toros de Torrestrella (Herederos de Álvaro Domecq y Díez).
uToreros. López Simón, leves pitos tras un aviso y silencio. Arrastrado el tercero, pasó a la enfermería. Atendido de una crisis respiratoria y de ansiedad, so salió a matar el quinto. José Garrido, saludos tras un aviso, vuelta tras un aviso, una oreja y palmas tras un aviso.
uPlaza. Bilbao. 8ª de las Corridas Generales. 9.500 almas. Templado, nubes y claros. Dos horas y veintidós minutos de función.
Durante la mañana de ayer, se dio pábulo al rumor de que López Simón y su gente habrían admitido un cartel de terna siempre que el sustituto abriera cartel. Se estuvo barajando el nombre de Padilla. No cuajó. Cerca de las diez de la noche del jueves se cerró el extraño trato: López Simón y Garrido. Y nadie más.
Antes de salir López Simón a saludar al primero de Torrestrella, se abrió paso un sonoro coro de palmas de tango. De modo que la protesta iba por él. Antes de salir al segundo de la tarde, Garrido recibió una cálida ovación, que probablemente no tenía nada que ver con esta guerra. Seria recuerdo de su hazaña de 2014 en Vista Alegre: una novillada matinal de único espada, triunfo reconocido. Las reticencias con López Simón no llegaron a apagarse durante la lidia del primero, negro girón zancudo y sin enmorrillar, alto de agujas, muy astifino. De feo estilo. Se le vino encima a Garrido en el remate de un quite por chicuelinas, no descolgó ni humilló, se volvió y revolvió en la muleta sin terminar de pasar o recién pasado, pegó gaitazos. Se puso pegajoso y desarmó a López Simón, que anduvo entero y seguro en una primera mitad de faena y no tanto después. Entrando muy de largo, como suele, y a paso de banderillas, media estocada soltando engaño, una entera caída y tres descabellos.
Del primer intento con la cruceta, salió el verduguillo rebotado al tendido e hirió leve a un espectador. Sonó un aviso. El incidente pareció calmar los ánimos y saldar la cuenta. Solo que después de arrastrado el segundo, López Simón entró en crisis de ansiedad. Rompió a llorar. Muchos nervios en el callejón. El tercero de la tarde, hirsuta diadema, estrecho y sacudido, todavía más zancudo que el primero, arrastró de partida cuartos traseros, como derrengado. Garrido quitó por gaoneras, como si el combate fuera, ya que no de manos, a los puntos. Mugidos del toro en banderillas, dos arreones. Mala señal. Alguna tibia palma de aliento para el torero de Barajas, moralmente afligido, y una faena brevísima concluida con una estocada baja. Al retirarse al callejón, pareció renunciar a seguir. Por su pie a la enfermería. Ya no salió.
De mano a mano impuesto o postizo a corrida de único espada en apenas una hora. Otro suceso sin precedentes en Bilbao. Garrido estaba crecido y no lo disimulaba. Los dos quites, de aire desafiante, en los toros de López Simón, y un trabajito de mucha entrega con el segundo torrestrella, muy afilado y armado. Ocho lances de caro encaje, buenos brazos y mucha bragueta en el saludo, brindis al público y una faena de no pocos altibajos porque, apenas sangrado en dos picotazos, el toro, informal, rebrincado y sin venirse arriba ni rendirse, sacó temperamento. Se dejó ver Garrido. Dudó entre abrir espacios o torear encima, un poco de las dos cosas. Y un final de alardes a toro parado. Una estocada trasera. Un aviso por pasarse de tiempo.
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No fue buena la corrida de Torrestrella ni estuvo en tipo, salvo que el tipo haya cambiado o derivado. El cuarto fue todo genio: la cara arriba, ganchos terribles, acostones por las dos manos. Garrido remató faena con manoletinas temerarias. Estuvo a punto de salir prendido por el chaleco dos veces o tres. Se asustó la gente. Una estocada soltando el engaño. Hubo reconocimiento para apuesta de tanto valor y tanta entereza.
Lo mejor llegó después. Se cambiaron los turnos de salida de quinto y sexto. Por si López Simón aparecía, que no. El quinto, 600 kilos, castaño albardado, fue el toro de la corrida: el más agresivo de los seis, el único que rompió por abajo y descolgó pero no sin su nota temperamental. Con el toro, picado al relance y poco, se entendió más que bien Garrido en unos doblones de apertura bien tirados, no tan bien en dos primeras tandas con la diestra en las que el toro, ágil, protestó y, al fin, se acopló sin más preámbulos en cuatro tandas con la zurda, de temple y son crecientes. Brava y desgarrada la primera, pero casi a placer la segunda -el toro enganchado, llevado y librado- y todavía mejor la tercera. En los medios la pelea, que fue muy en serio. Ni larga ni corta, como se debe con toros que ni sencillos ni imposibles. Una estocada con vómito. Una oreja.
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Fuera de combate López Simón. Para él estaba un quinto ensabanado, casi un cromo, capirote en cárdeno. Un toro de los que entran por los ojos. Pero nada más. A porta gayola Garrido, pero solo pudo tirarse en plancha cuando el toro se le vino disparado y ciego. Dos largas cambiadas en el tercio, un jaleo. El aire del toro se quedó en su pinta singular. Mirón, pero distraído, mansote, a saltos, incierto pero sin guasa. Un deslucido final.
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