BARQUERITO
Domingo, 7 de mayo 2017, 09:57
Los dos primeros toros de El Pilar se soltaron de salida, los dos blandearon en varas mínimas y los dos consumieron un sinfín de tiempos muertos en banderillas. Padilla y Ferrera intercambiaron palos en los dos turnos. El toro de Padilla tardeó; el de Ferrera, cortó por las dos manos. Los dos tercios fueron un lastre. Antes de cobrar una buena estocada, Padilla abusó de los tiempos muertos en una primera faena machacona y repleta de pausas. Ferrera se emperró en sujetar al segundo, que de partida salió de naja hacia toriles. El empeño fue notable. Los logros, también. Consentido, en tablas y en querencia, el toro acabó tomando engaño, dejó de soltarse y hasta repitió al cabo de una faena de particular paciencia y no poca ciencia. Una tanda enganchada por el hocico fue la prueba del buen gobierno. Y una estocada, muestra del oficio de Ferrera con la espada. El paseo y los dos primeros toros se comieron casi una hora de función. Esta iba a ser la más larga de la feria: tres horas, tres. Pero no se adivinaba entonces y tardó bastante en saberse que el tren traía demora.
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Toros.
Seis toros de El Pilar (Moisés Fraile). El quinto, sobrero.
uToreros. Padilla, aplausos en los dos. Ferrera, vuelta y vuelta tras dos avisos. López Simón, ovación y silencio. Notable en brega y banderillas Domingo Siro.
uPlaza. Sevilla. 12ª de abono. Primaveral. 5.500 almas. Tres horas de función.
El tercero, colorado ojo de perdiz, alto de agujas, sacudido y estrecho, descolgó y planeó antes y después de varas. Dulce el son pero no empalagoso. Sobresaliente el tranco del toro. Y su fijeza. López Simón toreó despacio en el saludo a la verónica. Lances encajados, de buenos brazos. No hubo ni que catar al toro, sino estirarse en el mismo comienzo. Así fue. No convinieron los cortes entre tandas, las transiciones tan enojosas. En ellas se fue diluyendo poco a poco una faena ortodoxa y convencional, firme y fría. Frágil el toro, pero tocaba enfadarse. No pasó con la espada el torero de Barajas.
Muy hermoso el cuarto, retinto y chorreado, el mejor rematado de los seis, y siete contando el sobrero, que en talla y porte sacó a todos ventaja. El toro se empleó en el caballo, hizo hilo con Padilla pero sin aire pegajoso y consintió otro tercio de banderillas moroso. Padilla no ahorró gastos. Tres pares. En los medios casi entero un trasteo de desigual composición: un molinete de rodillas, dos péndulos, algún despacioso muletazo y, en la misma boca de riego, una estocada inapelable. Un detalle mayor.
Saltó el quinto. Hechuras muy parecidas a las del buen tercero. Corretón de salida hasta tomar los vuelos del capote de Ferrera, que, luego de una revolera de saludo -rarísima suerte-, se templó en una larga gavilla de verónicas, de suavidad formidable y calma nada común. La media fue de firma. Se arrancó la banda. No le habían tocado en toda la feria la música a nadie de capa. Sin música, por lo demás, Ferrera hizo lo que acostumbra: quitar del caballo al toro, como los clásicos olvidados, y hacerlo con tafalleras y los medios faroles en bucle del Calesero, y rematar con larga perfecta. Pareció que Ferrera, sintiendo el aire del toro, dudó en tomar los palos. Los tomó. Decisión cara. Un primer par reunido de poder a poder con volatín en la cara antes de clavar, un segundo cuarteado y perseguido y un tercero fatal porque el toro se rompió la mano derecha al llegar. La presidencia cambió el tercio, protestó mucha gente y el propio presidente cambió de criterio.
Sobrero
El sobrero a escena. De nombre, Guajiro, siempre fiable en la ganadería. Reata muy premiada. También al sobrero lo paró con lances cadenciosos Ferrera y dejó banderillear a Montoliu hijo. Aunque el toro no tenía más fuerza que la imprescindible para sostenerse y atender a reclamo con fijeza y son, Ferrera decidió torearlo a placer, midiendo el compasito de cada embestida, sin obligar ni desplazar. Al ralentí. Ni de salón se puede torear tan despacio ni tan reunido. Ni con tanta ambición. En solo siete días Ferrera pasó en Sevilla de torear a modo el toro más fiero de la feria -el cuarto de Victorino- a dibujar con pulso increíble una faena de arte y ensayo, de poso irreprochable, abandonada de los músicos pero coreada por la mayoría. Se le había roto a Ferrera como un jarrón o un juguete. Este sobrero fue la compensación. Pero esperó a Ferrera con la cara alta en dos ataques en la suerte contraria y casi lo hiere en la estocada última. Un varetazo en la mandíbula, otro en el cuello. Tardó el toro en doblar, dos avisos. La ovación recogida en los medios fue clamorosa.
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Dieron las nueve y diez de la tarde noche. López Simón consumió los veinte minutos que faltaban para las tres horas. Un toro alto y afilado, que estuvo a punto de derrumbarse pero aguantó mal que bien una faena justificatoria. No entró la espada. Salió cansada la gente.
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