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El extremeño José Garrido da un pase a uno de los astados de Alcurrucén. :: afp
Bella y buena corrida de Alcurrucén

Bella y buena corrida de Alcurrucén

Un palco dadivoso reparte a discreción orejas. Una para El Fandi, en versión profesional y capaz, otra por un José Garrido en alza y dos para un entregado Adame

BARQUERITO

ARLES.

Martes, 3 de abril 2018, 08:17

En tipo y peso, rematada y armónica, seria y bella corrida de Alcurrucén. Por hondura, el primero de los seis, castaño girón cinqueño, que protestó en el caballo como es norma del encaste pero, fijo en el engaño, descolgó después de banderillas y quiso bien hasta el fin. Lo aplaudieron en el arrastre. Por estampa, plaza y hechuras, el cuarto, que fue un verdadero cromo. Salinero de pinta, lucero, calcetero y coletero, ojo de perdiz, corto de manos, muy cuajado. Lo aplaudieron al asomar. Y en el arrastre también, porque, elástico y alegre, nobles embestidas, fue el de mejor estilo de los seis. El más codicioso. El de tranco más largo. El más pronto.

Vinieron en este envío de Arles tres toros de las célebres reatas de los músicos. No fueron vástagos de ellas ninguno de esos dos toros tan distinguidos. Ni el hondo cinqueño que partió plaza ni el lindísimo cuarto El lote de la feria. Un Deseadito y un Notario. Con el soberbio Economista que acaba de copar en Fallas todos los premios de Valencia, este Notario podría adscribirse a las familias monetarias o propietarias. Y hacerlas tan célebres como las melómanas.

FICHA DEL FESTEJO

  • uToros Seis toros de Alcurrucén (familia Lozano Martín).

  • uToreros El Fandi, palmas y oreja tras aviso. José Garrido, oreja tras dos avisos y palmas. Luis David Adame, una oreja en cada toro.

  • uPlaza Arles. 5ª de Pascua. 3.500 almas. Encapotado, ventoso, fresco. Dos horas y cuarenta minutos de función.

La corrida tuvo calidad, movilidad, claro son. El temple de la sangre Núñez bien decantada. Éxito de los ganaderos, por tanto. Atributo añadido fue la resistencia de los toros todos. Solo el quinto, un músico -Clarinetito- de muy astifina percha y sangrado a modo en dos varas severas, hizo amago de pararse, o de pensárselo como los toros reservones. Se encogió un poco. Sin afligirse. El sexto -según crónica de Roland Agnell en el portal de Aplausos- fue de áspero carácter.

Todo eso propició faenas larguísimas. Horas y media de festejo tras el arrastre del tercero. Justamente entonces empezó a colarse por el suelo del Anfiteatro un viento revoltoso que complicó el trabajo con el excelente cuarto y más todavía con el quinto. Viento fresco y desapacible. Fría la gente con El Fandi, que anduvo suelto, seguro y fácil con los dos toros del lote mejor; cálida y entregada con el extremeño José Garrido, que expuso, se templó y dibujó los mejores momentos de la tarde, con el capote -siempre bien mecido, encajada la figura- y con la muleta, que no le pesa; y cariñosa con el menor de los hermanos Adame matadores de alternativa, Luis David, que ha sido uno de los tres injertos de toreros jóvenes de la feria. Aunque taurinamente educado en España, Luis David, igual que su hermano Joselito, aporta notas de la tauromaquia mexicana convencional y, por tanto, de punto festivo: los lances capote a la espalda cosidos con sedicentes caleserinas, los giros de resolución en las series de muleta, los cambios de mano, los pases cambiados intercalados. Y también un sentido del poder, paso previo del temple, que tal vez esté en camino.

Pese a pecar de pausas dilatadísimas sin razón, y de llenar de tiempos muertos sus dos faenas, Garrido se hizo querer por su calma tan acoplada al torear. Con la zurda le pegó al noble segundo de corrida dos tandas francamente buenas. Y otra en redondo de rica composición antes de que el toro se le entregara con casi dulzura. Le dieron casi tres vueltas a un pasodoble de tres melodías tan denso como el Martín Agüero. Música celestial para Garrido, que apostó en los remates por el repertorio sevillano filtrado por Morante: el kikirikí, el molinete de rodillas. Faena, con todo, muy bien armada. A El Fandi le hicieron poco caso. Ni el regalo de la música siquiera. Y, sin embargo, tanto la lidia, con cuyo peso corrió David, como los dos trasteos tuvieron poso, lógica y formas. Del Adame del sexto toro cuentan los portales cosas buenas. Del otro, del visto en el tercer toro, contó su firme resolución, su aplomo.

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