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Jesús Bayort
Lunes, 1 de mayo 2023, 22:34
Andaba Sevilla revuelta con la baja de última hora de El Fandi, elucubrando con suspicacia sobre auténticas barbaridades. Dudar de la capacidad lidiadora del granadino ... a estas alturas es un disparate. Que por cierto, era uno de los pocos alicientes de este postrer cartel tan mal tirado. Pero la pregunta estaba equivocada en su planteamiento. La cuestión no era la gravedad de lo que le había pasado a El Fandi en su espalda, sino saber que qué hacía El Fandi toreando por la provincia de Guadalajara un día antes de venir a Sevilla. ¿Tanta necesidad tenía?
Aquello era difícil de explicar, como también lo fue la respuesta de la empresa Pagés, tirando por la calle de enmedio. Insiste Ramón Valencia en reprocharnos a los periodistas que hayamos catalogado por dos años consecutivos el sexteto de matadores de la provincia como la 'Corrida de la Oportunidad'. Y no le falta razón, porque oportunidad no era eso. Oportunidad hubiera sido marcar a mediodía el teléfono de cualquiera de esos seis. Incluso de cualquier otro, como por ejemplo Oliva Soto o Esaú Fernández. Pero prefirió llamar a un sobresaliente...
FERIA DE ABRIL
Plaza de Toros de la Maestranza. Lunes, 1 de mayo de 2023. Decimoquinta de abono. Dos tercios de plaza. Mano a mano. Presidió Fernando Fernández Figueroa. Se lidiaron toros de Miura. 1º, franco e interesante; 2º, alegre y sin entrega; 3º, pastueño; 4º, humillador y con transmisión; 5º, desfondado; 6º, deslucido. Actuó como sobresaliente Antonio Fernández Pineda.
Antonio Ferrera, de grana y oro, con los remates en negro. Estocada (silencio); pinchazo y estocada (silencio); estocada (silencio).
Manuel Escribano, de verde esmeralda y oro. Estocada caída y dos descabellos (ovación); bajonazo (oreja); estocada (ovación).
Una vez confirmado el despropósito, la corrida de Miura fue tan simple de presentación como de resultado en su conjunto. Realzada por un sensacional Choricero, lidiado en quinto lugar, que humilló tanto como gasolina traía. Un toro con matices en su lidia al que entendió en un encomiable esfuerzo Manuel Escribano que, al contrario de como apuntábamos durante la corrida de El Parralejo sobre Daniel Luque, trae media oreja cortada de casa. Un torero que cautiva a los tendidos, por su dignidad, por sus cariñosos gestos con la galería y por la verdad de lo que plantea en el ruedo.
La oreja que se llevó tenía mucho peso. Sin caer en el tópico, entrando en el sentido literal: medio lomo colgaba del apéndice que premiaba al de Gerena. Una oreja con la fuerza de dos, que son las que con mucha intensidad le pidieron los tendidos de la Maestranza después de su vibrante labor con Choricero, que por fin mezclaba emoción con humillación tras una cuestionable previa. La exhibición de fortaleza física del diestro arracancaba a portagayola, y le libraba por dos veces de la tragedia en banderillas. Mucho tuvo que tragar desde los medios cuando al de Miura le dio por frenarse en seco a mitad de su encuentro para el pase cambiado. Y ahí seguía Manuel, con su serenidad perpetua. Tejera también arrimaba el hombro, que ordenaba tocar tras la serie de péndulos. Aquello crecía en vibración, conforme el cardenito iba hondonando por el ruedo de la Maestranza, metiendo el hocico en su sustrato, violentándose en cada salida. No era fácil su lidia, de ahí la emoción que siempre tuvo. Sólo el bajonazo le impidió desorejar al de Miura, teniendo que reconocer el acierto de Fernández Figueroa, pese a la bronca que tuvo que aguantar.
No perdió el ánimo el de Gerena, que nuevamente se arrodilló frente a los chiqueros para recibir a Amargoso, insuficiente para el éxito que pretendía Escribano. Con un recibo explosivo, mirando entre eléctricos lances a unos tendidos que se ponían en pie antes de que llegara el remate. El carisma de este torero es innegable. Más tensión se generó cuando el algabeño José Luis Neiro evitó que este sexto entrara al caballo de la puerta, en una sucesión de lances que resolvió sin problemas. Poco pudo hacer el diestro con la muleta, ante un deslucido animal que se revolvía con mal estilo. Paradójicamente, ahí sí que rubricó con una buena estocada.
Yegüerizo, su primero, era un corredor keniata. Con las patas muy largas, con la velocidad extrema y con la finura en los cuernos del que hace largas distancias. Siempre sin humillar, sin entregarse, aunque arrancándose de punta a punta. Sorprendía Escribano con un inicio de faena por estatuarios, cuando más alzó la cara el cinqueño. Un defecto que no se corrigió en toda su lidia, sobrepasando el estaquillador, a la altura de la hombrera. Raro era lo que hacía por el izquierdo, contracturado en su gesto. Demasiado estuvo con él, para el contenido que tuvo.
La presencia de Antonio Ferrera traía consigo el regreso de su espantoso capote en tonos pitufinos. El poco bordado del terno le delataba: llegaba más ancho que el Simpecado de Umbrete. Despachaba en primer turno a Triguero, que era tan largo como alto, aunque sin exageraciones en su apariencia. Acapachado, con cuello. Derrochaba franqueza desde primera hora, para el caballo –que fue de largo– y para las banderillas. Ángel Otero y Alberto Carrero lo bordaron con los palos. Provocando la arrancada, dejando que el toro iniciara la trayectoria, sin cuarteos, yendo hacia el pitón. Mantenía la misma franqueza en la muleta, aunque tardo en su embestida. Lo buscaba Ferrera al pitón de fuera, sin terminar de confiarse. Que acaba ganándole el pitón, expulsándolo. Lo mejor fue la estocada: en el sitio, letal.
Más cuajado era Charrano, el tercero de la tarde, grande en su cárdena estampa. Se esmeraban en colocarlo largo del caballo mientras el miureño se preocupaba de seguirle la carrera a los capoteros. Expuso una barbaridad en banderillas Joao Ferreira, que clavó entre pitones. Muy pastueño y noble en la muleta, se iba rebrincando conforme Ferrera lo iba pasando y probando en una lidia siempre a la defensiva. Lo trataba como si en una retienta estuviese, poniendo y quitando la muleta, renunciando a un pitón izquierdo que se atisbaba complicado.
Torrealta, el quinto, fue la gran decepción. En un constante doblar de manos, sin poder, sin emoción y sin peligro, que son los mimbres que sostienen históricamente a esta legendaria ganadería. De bella lámina, bastas pezuñas y rabón, que hasta parecía postizo. Poco recordamos ya de su lidia, con un Antonio Ferrera que lo brindó al público para luego alargarse sin resultado.
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