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Salvo la ausencia del sol y las moscas, todo lo demás hacía augurar una gran tarde de toros en Almendralejo. Una plaza centenaria, un cartel ... de lujo y un ganado de los que quieren las figuras. Llegaba Morante de la Puebla, en una parada más de su maratoniana temporada, dispuesto a sacarse la espina de sus dos actuaciones en la feria de Olivenza, donde el ganado no le dejó compensar a los cientos de fieles que arrastró hasta el coso fronterizo. Emilio de Justo comparecía a ocho días vista de su histórica encerrona en Madrid con la satisfacción de que no había un alma en los tendidos dispuesta a cuestionar que su compromiso, como siempre, sería el máximo. Roca Rey completaba el paseíllo con el deber de hacer méritos para reconducir su carrera hasta el punto en el que la dejó antes del parón al que le obligó su último gran percance.
Ganador se llamó el primero de los cuvillos en comparecer en la plaza y lo hizo para enfrentarse a Morante de la Puebla, que lo recibió por verónicas y lo puso en persona en el caballo para arrancar la primera ovación de la tarde. Un quite de dos verónicas y media sirvió para dar paso a un más que que aseado tercio de banderillas. Con la muleta, enseguida demostró Morante que quería aprovechar cada embestida de su enemigo y este que no le importaba colaborar en su lucimiento. Mejor por el pitón derecho que por el izquierdo, el toro repetía ante la franela del sevillano con nobleza aunque con la transmisión justita. Cada tanda de derechazos de Morante acababa en una ovación del público pero al llevarse la muleta a la zurda, el espectáculo decaía. Una tanda de ayudados precedió a dos pinchazos y una media que no precisaron de descabello para que el gaditano rodara.
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El segundo de la tarde tenía por nombre Fundador y correspondió por turno a Emilio de Justo que arrancó rotunos olés en los tendidos con su saludo capotero. El de Torrejoncillo puso a su enemigo al caballo por chicuelinas con el público completamente entregado. El quite por verónicas acabó por decantar a la afición almendralejense antes de que la cuadrilla del cacereño se luciera en banderillas hasta ser obligada a desmonterarse. Brindó Emilio de Justo al público y se dobló en el tercio con el cuvillo para iniciar su faena con dos tandas de cuajados derechazos alosque contribuyó el buen tranco del gaditano. Insistió Emilio con la derecha y volvió a calzar otras tanda de rotundos muletazos, en un alarde de colocación y aplomo. Por la izquierda parecía que le iba a costar más y, sin embargo, De Justo hizo que el toro embistiera al ritmo en el que movía su muleta y ejecutó dos tandas de naturales que pusieron la plaza boca abajo. Acortó las distancias con el toro y culminó otra tanda más de derechazos para el delirio delas gradas. Cerró la faena por manoletinas y ejecutó con maestría una estocada que le abrió la puerta grande al cortar las dos primeras orejas de la tarde.
Con las manos muy bajas en sus verónicas recibió Roca Rey al tercero de la tarde, de nombre Asesino. Un aplaudido quite por chicuelinas sirvió para demostrar que el toro no acababa de prestar demasiada atención a los trapos del peruano. En banderillas persistió el despiste del cuvillo y Roca optó por eludir el brindis. En el inicio de la faena el toro recobró la fijeza y embistió con nobleza pero si transmitir emoción a los tendidos. Repetía y repetía su embestida el animal por la derecha hasta que el limeño decidió cambiarse la muleta de mano y consiguó arrancar a su oponente varios naturales de mérito. La falta de recorrida del cuvillo no impidió que Roca Rey insistiera en arrancarle varios muletazos más en los que combinó arrojo y técnica. Arrimón final marca de la casa antes de dejar un estruendoso bajonazo que no impidió que el público y el palco le otorgaran dos orejas y le abrieran injustamente, al menos hasta ese momento, la puerta grande del coso almendralejense.
Desarmó el cuarto de la tarde a Morante en su intento de saludo y acometió con fuerza a los dos caballos que comparecieron en el ruedo para el tercio de varas. lanudo, que así se llamaba el cuvillo, demostró una insultante falta de fijeza que, por momentos, rayó en la mansedumbre. La falta de raza del toro obligó a Morante a iniciar su faena en la misma puerta de chiqueros. Con la muleta pegada al morro del animal, José Antonio abrió el tarro de las esencias y comenzó a torear con el arte que solo atesoran los genios. Derechazos en redondo y naturales templadísimos camuflaban la nula clase de un animal, entre los olés y las palmas del público. Varios cates de gallina después, Morante tomo el acero para dejar media estocada algo tendida que propició al gaditano la muerte de manso que había pregonado. Una dadivosa presidencia acabó concediendo dos orejas y abriendo la puerta grande al sevillano.
Castaña clara era la capa de Jugador, el quinto de la tarde que fue saludado por Emilio de Justo por chicuelinas. El quite artístico acabó con el atado en una indecorosa posición acostado sobre el ruedo, antes de que la cuadrilla del cacereño colocara solo dos pares de banderillas. Con la muleta De Justo citó e largo a su oponente para volver a mostrar ese toreo clásico, vertical y por derecho que le ha hecho ganarse su puesto en el escalafón. Dos tandas de derechazos poblaron de aplausos los tendidos. Por el pitó izquierdo al toro le costaba más embestir pero la clase que le faltaba al animal la suplió con entrega el torero de Torrejoncillo, hasta ganarse el reconocimiento de la grada. De vuela a la derecha y con una distancia mucho más corta Emiio doblegó por completo a su enemigo y le obligó a embestir cómo y cuanto quiso ante los atronadores aplausos del público. Estoconazo hasta la cruz y otras dos orejas y rabo para el esportón del torrejoncillano, erigido en triunfador absoluto de la tarde.
El cuvillo que cerraba plaza se llamaba Tristón y correspondió en turno a Andrés Roca Rey que se echó el capote a la espalda para saudarlo y levantar a los tendidos. Salió suelto del caballo sin apenas castigo y el peruano lo volvió a poner, adornándose con el capote, para que recibiera un buen puyazo. Gran tercio de banderillas de la cuadrilla del limeño, obligada a desmonterarse antes de que su maestro brindara la muerte del sexto al público de Almendralejo. En los medios y sin enmendarse se pasó Roca a su enemigo por la cara y por la espalda ante la locura de los tendidos que cayeron entregados ante el derroche de valor del peruano. El toro embestía con alegría y Andrés no dejó de darle profundos derechazos en dos tandas que culminó con sendos pases de pecho. Por la izquierda la embestida era mucho más sucia y Roca tuvo que desistir pronto de su intento de lucir el pitón zurdo de su enemigo. De regreso a la diestra, el limeño acortó las distancias y volvió a evidenciar su arrojo para acabar de rendir a la grada. Una absurda petición de indulto, auspiciada por la vergonzante actitud de Roca Rey al tirar su estoque al ruedo, retrasaron la muerte del último de la tarde al que el peruano mató de una estocada casi entera y cuatro descabellos. Oreja para el fin de fiesta.
Toros Seis ejemplares de la ganadería gaditana de Núñez del Cuvillo. Nobles, con las fuerzas justas y colaboradores, salvo el manso cuarto.
Toreros Morante de la Puebla: ovación y dos orejas; Emilio de Justo: dos orejas y dos orejas y rabo; Roca Rey: dos orejas y oreja.
Plaza Corrida extraordinaria de Primavera, en una tarde fresca en el que el viento molestó, por momentos, las lidias e el ruedo. Tres cuartos largos de entrada.
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