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La expectación de una tarde en la plaza de toros de Badajoz suele marcarla el tiempo y las vueltas que te cuesta aparcar en sus ... alrededores. Hoy no se ha aparcado mal, a pesar de que el gesto de un torero de la tierra, encerrándose con seis toros de diferentes ganaderías y encastes, hubiera merecido una mejor entrada. Llegaba Miguel Ángel Perera a Badajoz, después de haber participado el fin de semana anterior en la reaparición efímera de su suegro el Capea y con el regusto amargo de haberse quedado fuera de varias de las últimas ferias que la empresa gestora del coso de Pardaleras había organizado, tanto en la capital pacense como en Olivenza. Tras una reconfortante reconciliación, el aficionado pacense de verdad no quiso perderse el acontecimiento pero el ocasional público festivo y feriante, parece que no se sintió atraído por un cartel que no acabó de llenarle el ojo.
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Se echó Perera por delante el de Jandilla, un ejemplar anovillado pero con importantes defensas, que perdió un par de veces las manos entre el saludo y el tercio de varas. El médico Luis Carlos Franco recibió el brindis por la muerte de Soldador, que volvió a demostrar su falta de fuerzas en los primeros roces con la franela del de Puebla del Prior, hasta que acabó perdiendo por completo la verticalidad ante una tanda incompleta de derechazos. Una vez recompuesta la figura, el de Jandilla embistió sin clase por la derecha y sin celo por la izquierda, donde llegó incluso a echar la cara arriba de forma desagradable. A pesar de todo, la voluntad de Perera logró arrancar los olés en los tendidos. Un pinchazo, media estocada y un descabello hicieron falta para que Soldador rodara.
Del campo charro llegó Joyito, un toro de Puerto de San Lorenzo con mejores hechuras que su predecesor pero con la misma inclinación a perder las manos en los primeros lances ante el capote. Pese a todo, se lució el matador con el percal en el quite que precedió a un brillante tercio de banderillas en el que brilló el pacense Javier Ambel.
Embistió con ímpetu el salmantino en el inicio de la faena de muleta y enseguida lo metió el pacense en su franela para completar dos profundas tandas de derechazos. Por el pitón izquierdo las acometidas eran más irregulares, lo que no evitó que Perera porfiara hasta que el animal lo desarmó. Vuelto a la derecha, el de Puebla del Prior tiró de manual para rendir a su enemigo y acabó por someter al animal. La falta de raza del toro dificultó la suerte suprema que el matador ejecutó de pinchazo hondo y estocada entera y que el público recompensó con una ovación con salida al tercio.
Torero Miguel Ángel Perera: palmas, ovación, oreja, ovación, oreja y oreja.
Toros Seis ejemplares de distintas ganaderías. El de Jandilla encastado pero sin fuerzas. El de Puerto de San Lorenzo, noble pero justito de raza. El victorino, justo de presencia. El de San Pelayo intrascendente. El de Garcigrande muy escaso de fuerzas. El de Fuente Ymbro, bravo y con mucho que torear.
Plaza Primer festejo de la feria taurina de San Juan en Badajoz en tarde nublada, temperatura agradable y un tercio de entrada.
Bolsero se llamaba el tercero de la tarde, un cárdeno oscuro herrado con la A coronada de Victorino Martín. Anovillado en su presentación, también perdió las manos al contacto con el percal. Tras una ovación a Juan Luis Moreno en banderillas, Perera comenzó a trastear con el de las Tiesas de Santa María y comprobó con celeridad que el pitón más aprovechable era el izquierdo y que por el derecho el animal manifestaba una inquietante tendencia a colarse. El victorino se cansó pronto de humillar y acabó entregando medias embestidas sin clase no emoción. Una estocada entera, algo trasera bastó para que el cacereño doblara y Perera cosechara una generosa oreja muy solicitada en los tendidos.
Con el cuarto, del hierro familiar que el torero cría en su finca de Los Cansaos junto a su mujer Verónica Gutiérrez Lorenzo, Perera lo intentó sin suerte con el capote en el tercio, antes de que el animal se empleara con violencia ante el del castoreño. Un deslucido tercio de banderillas dio paso a una faena de muleta en la que Avellano repitió las embestidas hasta que las fuerzas le abandonaron. La falta de transmisión del animal arrancó algunos silbidos de los tendidos y Perera se acercó al burladero a por el acero. Otra buena estocada hizo que el de San Pelayo cayera sin remisión. Palmas para el matador, pitos para el toro en el arrastre.
El quinto fue de Garcigrande, un precioso colorado que, para no romper la racha de la tarde, también se rebozó con la arena del ruedo a los primeros capotazos. Se llevó un buen puyazo y volvió a besar el piso tras perder un par de veces las manos. El brindis al novillero salmantino Marco Pérez precedió a una faena que Perera comenzó por la derecha para aprovechar la prontitud del de Garcigrande, mientras las fuerzas le permitieron mantener el equilibrio. Por el pitón izquierdo el animal embistió con nobleza pero sin transmisión y el matador se afanó en buscarle un lucimiento casi imposible. Ni siquiera, El Juli, que desde el tendido sufrió la faena de su compañero, hubiera podido sacar rendimiento a este ejemplar de su ganadería favorita. Un cierre por manoletinas y un pase de pecho predispusieron a los tendidos para que un pinchazo hondo y una estocada entera bastaran para que Perera cortara su segunda oreja generosa de la tarde.
Cerró la encerrona el sexto de Fuente Ymbro, un ejemplar muy bien presentado y con hechuras de toro importante. Lo recibió Perera con una larga cambiada de rodillas en el tercio y arrancó las palmas en los tendidos con un saludo en el que el gaditano mostró buenas maneras por ambos pitones. Tras un tercio de varas fallido, el de Puebla del Prior intentó un quite por chicuelinas que frustró la falta de fijeza del animal. Brindó al público Perera la muerte del que cerraba plaza y se fue a los medios para pasarse al enemigo por la espalda y encadenar la mejor tanda de derechazos de la tarde. Repetía a regañadientes el de Fuente Ymbro y Perera se empeñaba en cuajarle como merecía la ocasión. De poder a poder, toro y torero se afanaron en no dar su brazo a torcer. Solo la perseverancia del matador acabó por imponer su poderío, al acortar las distancias y arrancar el triunfo en un derroche de valor. Un cierre por bernadinas muy ajustadas acabó por poner al público a favor de obra para que un pinchazo hondo y una estocada entera valieran la última oreja de la tarde.
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