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Cartel de los caros en la corrida primaveral que sustituirá a los festejos taurinos de la feria de septiembre en Mérida. El paseíllo formado por Morante de la Puebla, Alejandro Talavante y Roca Rey bien podría haber desfilado en una tarde de farolillos en Sevilla ... o cruzar el ruedo de Las Ventas en cualquiera de las citas de máxima expectación en Madrid. Los tres espadas estaban citados en el coso del Cerro de San Albín para medirse a seis ejemplares de la ganadería salmantina de El Pilar que, al menos en la báscula, no habrían pasado el corte de ninguna de las dos plazas citadas. La fe inquebrantable del morantismo, el buen momento de Talavante y los ecos de la reciente Puerta del Príncipe de Roca no lograron que los tendidos emeritenses presentaran el aspecto esperado y registraron tres cuartos cortos de aforo.
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Canastero se llamaba el colorado de El Pilar que le tocó en suerte a Morante para abrir plaza con veinte minutos de retraso. Lo recibió el sevillano con cuatro mantazos que no pretendieron siquiera parecer verónicas. Un puyazo trasero bastó para que el salmantino doblara las manos hasta en dos ocasiones con el evidente disgusto del público. La faena de muleta no llegó siquiera a empezar ante la inutilidad del astado que pasó más tiempo echado en el ruedo que frente a la franela de Morante. Ante la imposibilidad de que el animal recompusiera la vertical, el de la Puebla perdió permiso para que fuera apuntillado. La presidencia accedió y el toro fue conducido al desolladero ante la bronca del respetable.
Ficha del festejo
Toros Sieta ejemplares de la ganadería salmantina de El Pilar. Anovillados y sin fuerzas los tres primeros colorados, encastado y aprovechable el quinto, algo más de presencia y juego desigual dos de los tres de capa negra y escuálido el sobrero. El tercero fue devuelto por inútil.
Toreros Morante de la Puebla: silencio y oreja; Alejandro Talavante: oreja y dos orejas; Roca Rey: dos orejas y oreja.
Plaza Corrida extraordinaria de primavera en el coso del cerro de Sal Albín. Tres cuartos de plaza en tarde fría y ventosa en la que la lluvia amenazó durante todo el festejo.
Alejandro Talavante recibió a Portillo, que así se llamaba el segundo, cuidando al máximo sus fuerzas ante el peligroso parecido que enseguida mostró con su antecesor. Un puyazo mal ubicado precedió a un tercio de banderillas intrascendente que dio paso al inicio de la faena del pacense en la que trató de mimar cada embestida del salmantino sin conseguir que doblara las manos en un par de ocasiones. Los tendidos aplaudieron la voluntad de Alejandro conscientes de la dificultad de su empeño con tan escasa materia prima. Lo que deería haber sido una faena quedó en un trasteo en la cara del toro culminado con una estocada entera que valió para estrenar el esportón del originario de Puebla de Sancho Pérez.
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Portico tenía por nombre el tercero de la tarde, primero del turno de un Andrés Roca Rey, poco acostumbrado a comparecer ante tendidos con tantos claros. El de El Pilar mantuvo la verticalidad y el saludo capotero pero a cambio dejó dos coladas peligrosas que el peruano salvó con habilidad. Tras su encuentro con el del castoreño, el salmantino perdió las manos en un par de ocasiones y desató la ira del público que encontró la comprensión de la presidencia para devolver el toro a los corrales. Corrió el turno y por la puerta de chiqueros salió Trajebueno, sorteado como el sexto de la tarde. Primero de los salmantinos en salir con capa negra, el tercero bis presentaba un pelín más de alzada que sus hermanos de hierro pero, en apariencia, las mismas fuerzas. Tras una leve actuación del varilarguero, Roca pidió el cambio de tercio y su cuadrilla ejecutó un aseado tercio de banderillas. Tan ansioso estaba el público por ver torear que pidió la música antes de que el limeño cuajara las dos primeras tandas completas de derechazos de la tarde. Por la izquierda el de El Pilar no quiso colaborar y llegó incluso a perder las manos a la salida de uno de los proyectos de pase de pecho. Acortó las distancias Andrés y el público le agradeció que completara dos nuevas tandas por la derecha y el arrimón final acabó por rendir a los tendidos. Espadazo hasta la cruz que hizo que el animal doblara y dos orejas y puerta grande para el peruano.
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De repente salió un toro de verdad por chiqueros y Morante se abrió de capote para dibujar las primeras verónicas de la corrida. El genio de la Puebla lo probó a la salida del caballo y pidió de inmediato el cambio. Solo un par de banderillas se llevó en el lomo el salmantino por gracia de la presidencia y José Antonio tomó la muleta para iniciar su faena desde el tercio y llevarse toreado a su oponente hasta los medios. Se acabaron las penas en el Cerro de San Albín y ni el viento ni el frío impidieron que los asistentes ayer a la plaza emeritense degustaran a sorbos el toreo que el sevillano lleva dentro. Si un pitón izquierdo aprovechable y destilando peligro por momentos Lirio, que así se llamaba el cuarto, permitió que Morante pagara el precio de las entradas. Una rácana oreja fue el premio a los mejores momentos de la tarde.
El quinto de la parte recibió el nombre de Portador y fue recibido por intentos de verónica por Talavante. Fue banderilleado por Javier Ambel y Manu Izquierdo con susto final para el primero. El primer brindis al público de la tarde presagiaba que el pacense le había visto algo al toro que los demás no éramos capaces de ver. Una tanda de derechazos bastó para que se confirmara que el que más sabe siempre va de luces. Dos series más por la derecha y una muy templaza por la izquierda hicieron que el público se entregara al pacense. Viendo la temperatura que tomaba la faena, Alejandro acortó distancias y puso la plaza boca abajo. Una estocada entera valió para que Talavante abriera la puerta grande con dos orejas más.
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El primer sobrero, de nombre Bastardito, hizo las veces de sexto de la tarde. Igual de mal presentado que sus hermanos colorados, fue señalado en el caballo y complicó la vida en banderillas a la cuadrilla de Roca Rey. En la muleta el salmantino mostró enseguida su falta de clase y fuerzas pese a los intentos del peruano por hacer faena con él. Una retahíla de medias embestidas sirvieron para que los tendidos premiaran con sus aplausos la entrtega del limeño. Un último arimón sirvió para que la estocada entera que dejó Andrés le otorgara el último del festejo.
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