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Barquerito
Miércoles, 4 de mayo 2022, 23:28
El toro que partió plaza, de muy buen aire, se estiró nada más tomar engaño y lo hizo con alegría, pero quiso soltarse enseguida. El ... Juli le dio mucha capa: en el recibo en tablas, en el tercio para sujetarlo y al fin en los medios. En la boca de riego remató con media a pies juntos, los brazos caídos. Esa manera de hacerse dueño del toro con tanta resolución hizo presagiar cosa grande. Tras la primera vara, Julián quitó por chicuelinas, tres, no quiso el toro la cuarta y el quite acabó en un recorte de repertorio. Y donde dispuso el torero. Toro de mucha movilidad, banderilleado sin tiempo que perder. A los medios se fue a buscarlo El Juli, que al cuarto viaje ya estaba toreando a placer: seis en redondo ligados y una trincherilla de remate. Cerró al toro al tercio y ya no tuvo ni que provocar. Bastó con el toque sutil y la colocación perfecta para que el toro viniera ya entregado.
Muy despacio El Juli, que de torear despacio hizo causa entonces y también después. De sus muchas tardes de gloria en Sevilla, justamente esta quedó sellada más que ninguna otra por el afán de torear con calma particular. Con la calma, el desmayo verdadero y no fingido. El encaje, la quietud. Con la quietud, la resolución, virtud proverbial de El Juli, clave en su sentido del toreo. Muy notable la manera de fluir la faena, sin tiempos muertos, sin un muletazo ni un golpe de más. Ni siquiera cuando El Juli decidió abrochar con circulares enroscados cobrados con cambios de mano intercalados, resueltos con el de pecho.
Corta y profusa, la cosa tuvo aire de exhibición. La banda acompañó premonitoriamente el trabajo con el Puerta Grande, de Elvira Checa. Una estocada. Hubo clamor. Dos orejas. En su primera tarde de feria, solo el lunes pasado, Julián ya había toreado a placer un encastado cuarto toro de Victoriano del Río que supo dejar rendido. Para completar el gobierno echó mano entonces de uno de sus más caros y antiguos recursos: la muleta rastrera, decían los clásicos, que, blandida con pulso de acero, tanto obliga al toro que sea. Esta vez no hizo falta. Todo pasó donde quiso y dispuso Julián, que se fue tras la espada sin ventajas.
Estaba esperando en toriles un cuarto toro de Garcigrande -el primero fue del hierro hermano de Domingo Hernández- y empezó a sospecharse que El Juli iba a abrir la puerta del Príncipe salvo imponderables. Se abrió la puerta. Alto de agujas, sin el brío vivo del primero, el cuarto fue fijado en lances cortos, suaves y poderosos de El Juli, que de nuevo remató el saludo en el platillo. El toro se arrancó al caballo a ley y de largo. José Antonio Barroso se agarró en un espléndido primer puyazo de vara larga. Peleó el toro, aguantó como los buenos el caballo de la cuadra de Peña. Tras dos capotazos de recorte, otra vara igual de buena pero más liviana. Banderillas en menos de un minuto y ya estaba El Juli brindando al público en los medios, que fue donde comenzó la función casi de repente.
El toro hizo por él desde la primera raya y El Juli lo libró rodilla en tierra con un pase cambiado, improvisadamente. Cosió ese primer muletazo sorpresa con dos más en redondo y a suerte cargada sin levantarse antes de abrochar tanda con uno del desdén y una trinchera. Se vino abajo la plaza y se arrancó la música. Como si le hubieran dado cuerda, se empeñó El Juli, primero por la mano derecha y, en la misma tanda de diestra, con la zurda tras uno de los varios cambios de mano que iban a subrayar momentos felices de esta faena, más trabajosa que la primera, de pulso más obligado, pero igual de brillante. Todos los viajes del toro le sirvieron a El Juli. Todos. Los claros y los que no tanto. Y hasta las pruebas del toro. Cuando convino cambiar de terreno, se cambió, Y cuando tocó acabar, se acabó. Con un farol cosido con dos pases mirando al tendido. Un clamor. Un pinchazo y una estocada tendida. Un maestro.
La corrida estuvo donde la puso El Juli desde el comienzo. Listón muy alto. Un protagonista casi único. Hubo un quinto toro que hizo el surco en embestidas de son muy templado y que a Manzanares -la muleta exageradamente montada, toques bruscos- se le empezó a ir y a ir en probaturas innecesarias y casi se le fue del todo, pero una tanda embraguetada de última hora y una estocada letal salvaron los muebles. Pablo Aguado toreó a la verónica a cámara lenta al sexto, que estuvo por irse y soltarse demasiado pronto y en tablas terminó. Aguado arriesgó, pero recorrió mucha plaza sin encontrar dónde sujetar el toro. El tercero, el de peor nota, se vino abajo. Dos infames puyazos lo dejaron para el tinte y acabó afligido. También el segundo cobró en el caballo más de la cuenta. No estuvo a gusto ni despejado Manzanares. No lo vio claro.
Sevilla: 10ª de abono. Primaveral. 12.500 almas. No hay billetes. Dos horas y veinte minutos de función.
Toros: Tres toros -3º, 4º y 5º- de Garcigrande y tres -1º, 2º y 6º- de Domingo Hernández.
- El Juli, dos orejas y una oreja. Salió por la puerta del Príncipe. Manzanares, silencio tras aviso y una oreja. Pablo Aguado, silencio tras un aviso y silencio.
- Picó muy bien al cuarto José Antonio Barroso. Brillantes pares de Mambrú, Daniel Duarte e Iván García.
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