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En mayo pasado fui a un instituto de Mérida, para charlar con los alumnos sobre escritores extremeños de hoy y me preguntaron que quien o ... quienes de los actuales iba a quedar para la posteridad. Ubicar la trascendencia de los autores extremeños en el futuro es cuestión difícil de predecir, pero me aventuré a dar seis nombres y uno de ellos fue Florián Recio, del que les había hablado minutos antes y del que no sabían nada. ¿Por qué me atreví a incluir en una corta lista de posibles «trascendentes» a un autor que, hasta ahora, no se ha visto como reclamo en los escaparates de las librerías? Porque, además de escribir de forma impecable, tiene un estilo propio, con incursiones constantes al sarcasmo, que es una de sus referencias. Su temática queda al margen de lo solemos escribir todos los demás y su mundo es tan complejo que escapa del común de los mundos. No lo incluí porque me guste o me disguste, si no por ser diferente. Con Florián Recio me ocurre como con Charles Dickens, sin que este auxilio explicativo sirva para compararlos. Lo leo con prevención, pero reconozco que, como a Dickens, no puedo dejar de leerlo. Si Dickens era el cronista de la miseria, Recio lo es del desarraigo.
El que busque una literatura para recrearse bajo la tumbona o hacer más cercanas las estaciones del metro, que no pierda el tiempo, ni el dinero, leyendo a Florián Recio, que asegura que «la literatura también sirve para vomitar fantasmas». Eso sí, que lo busque el que quiera huir de las obviedades, el que persiga un estilo personal y definido, el que quiera adentrarse en un mundo denso, tapiado, lleno de ramajes que apenas dejan ver la claridad y en el que las salidas no dan a la estancia del confort ni el recreo sosegado. Florián Recio escribe a su modo, dando vida a unos espectros que no dan tregua ni entran en las alacenas de lo políticamente correcto.
Florián Recio
Editorial: Eride Ediciones. 378 páginas
Precio: 19 euros
'Morirás en Sodoma' es un zoológico de pesadillas y ambientes cerrados, en el que unos seres inocentes caen en las garras de otros sin alma. Y muchos desalmados. Transmiten desolación y crean un universo pegajoso, como el alquitrán caliente, que concluye por arrastrar al desprevenido. Como lector, ese es mi caso. Me produce ansiedad porque siempre he padecido claustrofobia respecto a las obras de puertas cerradas, con techo y sin ventanas, pero lo adictivo de su obra me obliga a respirar hondo y a seguir por esos pasadizos sin luz en los que apenas alumbra con una vela. Sus ambientes y los personajes con los que los decora, como figuritas en un portal de Belén, me resultan enormemente atractivos en su sordidez.
'Morirás en Sodoma' es una novela densa, coral, que no da tregua ni atisbo para la esperanza, porque su mundo está como cercado de tapias y concertinas electrificadas, que dificultan la entrada e imposibilitan la salida. Se añora, al mismo tiempo que se desprecia un pasado cercano, en el que la gente se entretenía leyendo, viendo películas o contemplando inútiles obras de arte, que no aportaban nada, ni al individuo ni al común. Muertos que se esfuman con su entorno, laboratorios en los que no hay límites para la experimentación, violencia, carestías de lo esencial, fanatismo religioso, poderes ocultos que mueven a sicarios como marionetas. Un mundo de «sálvese el que pueda», carente de solidaridad y sin unidad programática. El catecismo del bien común, difundido desde la pantalla, adormece la ética médica, alambra y pone una justificación en cualquier decisión aberrante. Se recuerda con displicencia que hubo un tiempo en el que «la gente aún se movilizaba para ayudarse los unos a los otros». En 'Morirás en Sodoma', un mundo débil, no caben esas debilidades.
¿Concluye 'Morirás en Sodoma' con un atisbo para la esperanza? Esa sería una renuncia en la que Florián Recio no cae. Por eso lo incluí entre los pocos autores extremeños que pueden trascender. También por su vocación de marginal y por su independencia. El lector que busque algo diferente, aquí tiene una oportunidad.
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