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Pablo Martínez Zarracina
Viernes, 21 de marzo 2025, 23:10
Cien años después de 'La montaña mágica', otro premio Nobel hace llegar a un joven tuberculoso a un sanatorio de montaña en vísperas de la ... Gran Guerra. El enfermo es Miecyslaw Wojnicz, un estudiante de ingeniería polaco, huérfano de madre e hijo único de un padre severo, que oculta un secreto y siente un miedo constante a ser espiado. El sanatorio está en un pueblo de la Baja Silesia llamado Görbensdorf. La autora que homenajea a Thomas Mann es Olga Tokarczuk y eso transforma 'Tierra de empusas' en un experimento lleno de intención. 'La montaña mágica' viaja en estas páginas hacia un territorio próximo al terror mientras vemos cómo irrumpe en una novela de ideas canónica y señorial –también repleta de señores– el debate contemporáneo sobre feminismo y género.
Alojado en una pensión cercana al sanatorio, Wojnicz convive con un grupo de caballeros convalecientes que alterna los paseos con las comidas regadas por un licor local de extrañas propiedades y, sobre todo, con inacabables discusiones sobre historia, ciencia y filosofía. El protagonista pronto advierte que todas terminan en el mismo punto: la mujer como problema. El otro asunto del que Wojnicz pronto se percata es que hay algo peligroso en Görbensdorf. Tiene que ver con las desapariciones que en la zona parecen achacar a unas brujas –las empusas del título son las lamias griegas citadas por Aristófanes– que se refugiaron en los bosques.
Tokarczuk mezcla registros con su habilidad habitual. En el dibujo de los pacientes –un coro pomposo en el que hay artistas, teósofos, conservadores y socialistas– brilla el feliz pastiche; en las incursiones en el mundo del bosque, todo es en cambio enigmático, sonoro y primordial. Cuando los registros se cruzan –por ejemplo en la excursión nocturna a una fonda situada en un lago– la novela alcanza un nivel extraordinario. La autora maneja con maestría un narrador omnisciente que se hace a un lado para dejar paso a un coro misterioso, plural y femenino que entra y sale de la misma naturaleza y es capaz, por ejemplo, de abandonar la acción para describir con detalle lo que ocurre en el mundo en el momento exacto del equinoccio de otoño. «Nadie lo percibió», aclaran. «Pero nosotras lo sabemos». Es uno de los grandes momentos de una novela personal, brillante y repleta de significados.
El texto apenas desfallece un tanto en el último tercio, antes de un final apoteósico, y el lector apenas advierte el leve desajuste de la excesiva tendenciosidad de los discursos de los compañeros del protagonista. Al final del libro Tokarczuk revela que las teorías misóginas expuestas por esos personajes son en realidad paráfrasis de los autores más respetados de nuestra tradición, desde Platón a Sartre.
Olga Tokarczuk. Traducción: Abel Murcia y Katarzyna Moloniewicz. Editorial: Anagrama. 340 páginas. 21,90 euros.
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