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J. Ernesto Ayala-dip
Sábado, 5 de octubre 2024, 10:03
Mary Beard es catedrática emérita de la Universidad de Cambridge y su especialidad es la historia de Roma. Ha dedicado múltiples libros a este asunto ... a los que ahora hay que sumar 'El coliseo' con la colaboración del profesor Keith, fallecido en 2004.
El primer libro que leí de Mary Beard fue el dedicado a Pompeya. Sé de personas que, una vez leído ese maravilloso texto, corrieron a reservar billete para ir a Pompeya. Como yo ya la había visitado, corrí a reservar billete para volver a verla. Mary Beard tiene un encanto estilístico que, sumado a su inmensa capacidad divulgativa, hace que sus investigaciones históricas, sus aproximaciones a la cultura y a los sucesos más importantes de la antigua Roma, resulten casi cinematográficas. Después de leer su 'Pompeya' fue como si la volviera a descubrir, de ahí mi urgente retorno a los pies del Vesubio.
Yo recomendaría antes de entrar en 'El Coliseo' leer o consultar el libro de Beard sobre los emperadores romanos. Entre otras cosas porque complementarán la información sobre el papel que jugaron los emperadores en el uso (y sobre todo abuso) del Coliseo, que comenzó a construirse en el año 70 d.C, durante el mandato de Vespasiano. Diez años más tarde finaliza la construcción del icónico recinto, ya durante el reinado de Tito, hijo de Vespasiano, que había muerto sin ver finalizado el espectacular (nunca mejor adjetivado) recinto. El Coliseo representa, como ningún otro monumento romano, el famoso «pan y circo». Los autores confiesan la tremenda contradicción que supone hablar de un espacio legendario por sus dimensiones y su diseño y a la vez tener que describir las trágicas circunstancias que lo señalaron como lugar de muerte, premeditada y programada.
En ese Coliseo que todos alguna vez hemos visitado con admiración se planificó la muerte de miles de animales y se programaron luchas entre los gladiadores (figura trascendental en el ocio y divertimento de los romanos, desde los más miserables hasta la nobleza mandamás), que debían entrenarse para sobrevivir o morir. Los autores nos dan sobrada información sobre los gladiadores, que eran de bajísimo estatus social, cuando no directamente criminales feroces. Aprovecho para informar del papel tristísimo de algunos animales en el listado de espectáculos que hacían las delicias del público, hombres, mujeres y niños: uno de ellos consistía en aprovechar la ocasión para ejecutar a los condenados a muerte: estos se enfrentaban a los leones y en pocos minutos eran prácticamente devorados por aquellos.
La Roma antigua, a pesar de Virgilio, Horacio y Séneca, era una sociedad sustancialmente cruel. Este libro lo corrobora y nos da una lección de uno de los capítulos más sanguinarios de la historia de la infamia, que diría Jorge Luis Borges.
Keith Hopkins y Mary Beard. Traducción: Silvia Furió. Editorial: Crítica. 22 páginas. 20,80 euros.
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