Enrique García Fuentes
Viernes, 10 de mayo 2024, 23:06
Con este libro de Juan Manuel Barrado creo que completa la Editora Regional ese no escrito reconocimiento y tributo que debemos a esta generación que ... los que participamos en ella llamábamos «de la Facultad de Letras», y que tan importante papel desempeñó a partir, sobre todo, de finales de la década de los 80. A autores que, curiosamente, son de la misma promoción y estudiaban juntos en la misma aula: poetas como Javier Pérez Walias, María José Flores y otros que –importantes en su momento– no han podido ser recogidos porque fueron dejando la actividad de lado como Antonio Díaz Samino Manuel Corrales o Pilar Álvaro, está muy bien que se una ahora Juan Manuel Barrado (Huertas de Ánimas, 1962), de quien se conoce mejor su buen derrotero en la poesía visual que lo convierte –con el gran Antonio Gómez– en figura de referencia de este género en el cambio de siglo y comienzos del XXI, lo que dejó un poco de lado el disfrute de su poesía digamos, con perdón, más convencional. No es extensa excesivamente la labor poética de Barrado (en realidad, apenas media docena larga de títulos), pero su labor artística se completa también con ensayos como 'Diarios de un poeta de provincias' o 'Y todo es agua menos el agua'.
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Nunca está de más recordar el papel instigador de quienes supieron bien encarrilar a estos jóvenes leones, pues de la mano, ante todo, de Juan Manuel Rozas y Ricardo Senabre se formó un gran elenco de autores en el que figuró también desde el primer momento el novelista Alonso Guerrero y al que posteriormente se han ido uniendo (en la publicación) otros miembros de esa promoción que, con el paso del tiempo han ido revelando también su acierto en la creación literaria; hablo de Marino González Montero, Rafaela Cano, Faustino Díaz Niso, pero también merece la pena resaltar la excelente labor filológica desde los primeros tiempos de otros alumnos entonces como Inmaculada Herranz Cid de Rivera o José Barquilla, entre otros. Hasta la música de fuste encontró acomodo entre esta nómina, ahí está el caso de Rades. Nombres de levemente mayores, como Miguel Ángel Lama, Carlos Medrano, Carmen Galán o más jóvenes, como Diego Doncel, Ada Salas, Pilar Galán o José Luis Rozas (y seguro que bastantes más que injustamente olvido) garantizan, con su permanencia, el buen momento de las letras y la filología en Extremadura desde entonces.
Bajo el título de 'Tabaquería' (explícito homenaje al gran poema de Fernando Pessoa) se recopila una abundante selección de la práctica totalidad de los poemarios escritos hasta la fecha, dejando, eso sí, de lado (acaso para una edición aparte) su poesía visual- con la estimulante particularidad de ir ofreciendo la antología hacia atrás, esto es, comenzando por lo más reciente de su producción, 'Cuaderno zen', estrenado en esta recopilación, para luego ir retrotrayéndonos en el tiempo hasta concluir en sus poemas más prístinos allá por mediados de los 80. En su atinado prólogo, Vega de la Peña y Francisco Jiménez Bautista ponen de relieve que esa es la mejor manera de conocer la evolución del poeta, observando cómo esquemas e imágenes utilizados en sus obras recientes ya fueron manejados casi desde sus primeros balbuceos y se han ido manteniendo como eje, soporte luego, de su mutante evolución a lo largo de estos casi cuarenta años de labor. Barrado admite en sus poemas una exposición valiente frente a los problemas e injusticias del mundo y una visión interna, íntima de sí mismo que parecen convivir sin estorbarse en ellos. La palabra, por lo demás, es una herramienta a la que exige y acosa hasta hacerla mecanismo acorde con su necesidad de expresión. Bagaje no le falta, pues el conjunto escogido deja patente el enorme aluvión de citas y referencias que, sabiamente manejadas, le han servido de material para su creación y con los que es comprobable el salutífero diálogo que ha mantenido a lo largo de toda su trayectoria (Lorca y Vallejo, tal vez referentes fundamentales, pero muchos más y de todos los ámbitos artísticos también aparecen por aquí reiteradamente).
Acierto también el bonito detalle de mantener los encomiables prólogos que distinguidos críticos y autores antepusieron a diferentes obras de Barrado: Ricardo Senabre a 'Fragmentos de cal', Antonio Orihuela a 'Trece de nieve' o Julio César Galán a 'Teoría de Nueva York'; o la sorpresa de que se cuele (sin que se recoja en el índice) un extenso y estimulante poema 'La luz que queda en la arena', posterior, parece, a 'Pertenecemos a lo invisible'. Y –nota para filólogos estudiosos– que el lento fluir de la antología nos hace desembocar en sus orígenes, pero no en el seminal 'Cuarteto', su primera publicación, también en la ERE allá por 1994, sino en dos de las cuatro «plaquettes» que allí se reunieron, 'La lógica de los contrarios,' cuyo nombre es ahora 'Blow Up', datada en 1990, de la que se seleccionan y corrigen algunos poemas, y por fin su primera entrega 'Tres odas a Tánatos' que aquí aparece ahora como 'Tres odas' y fechada en 1985; en ambas tan patentes esos ecos gongorinos y venecianos tan de aquellos tiempos, con la asimilación de las influencias de Aníbal Núñez, Felipe Núñez o el mismo Juan Manuel Rozas poeta, entonces auténticos manaderos de donde bebió toda esta generación bendita («qué fue de mi generación, pacífica y verbal, / sorprendida a media luz en los bares de moda», exclama Barrado en clave «ubi sunt?» en uno de los poemas) que por todos lados obliga a contemplarnos a muchos de nosotros y querer volver a aquel tiempo «pero todo de engaños, de candor, como fue», que dijera Vallejo.
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