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Enrique García Fuentes
Viernes, 8 de marzo 2024, 23:30
Pongámonos capciosos, ¿hasta qué punto es legítimo que un artista que da con una fórmula, si esta tiene éxito, la repita hasta la saciedad?, ¿qué ... legitimación socorre al lector si solicita al autor un cambio de rumbo –de técnica, de temática, de lo que sea– si lo ofrecido hasta ahora por el escritor ha contado con su beneplácito, o, por lo menos, con el de una mayoría amplia de lectores? Confieso que me sacuden estas cuestiones tras leer (y disfrutar) con esta colección de relatos de Miguel Ángel Carmona del Barco (Monesterio, 1979) y constatar la indudable relación que guardan con su afortunado (y merecido) éxito anterior, la novela 'Alegría' (ganadora el XXIII Premio de Novela 'Ciudad de Badajoz') que tan buen sabor ha ido dejando (por supuesto no por la escabrosa trama que la sostenía, sino por su indudable calidad literaria) en el ánimo de muchos lectores. No me voy a erigir a estas alturas en abogado del diablo, ni mucho menos en crítico impenitente, artero e insobornable, pero, como está el patio, me daría mucha pena que el talento demostrado de Carmona se circunscribiese a una temática única –si dolorosa y rabiosamente necesitada de ser siempre oída, comprendida y puesta de relieve, como es el maltrato femenino a cualquier nivel– que terminara fagocitando su talento. Lo mismo que tiro la piedra trato de amortiguar el daño: al posible problema planteado le encuentra rápida solución el buen estado de forma que nuestro autor presenta en estos ocho relatos que componen 'Brocal'. Si, como no me harto de repetir, literatura es, ante todo, forma y luego contenido, la manera de narrar de Carmona, su prodigioso buen oído para los diálogos y para captar los diferentes niveles de lengua, su capacidad para, con dos brochazos inspirados, dar cuenta cabal de situaciones y personajes y mantener latente el interés durante el desarrollo, la autenticidad, en fin, con que suena su prosa, emocionante y certera, quedan siempre por encima de las agobiantes tramas que nos plantea. Todos tranquilos, yo el que más.
Como he resumido, 'Brocal' reúne ocho relatos siempre protagonizados por mujeres en situación límite, a punto de despeñarse –si aún no lo han hecho ya– por circunstancias vitales críticas a las que se ven abocadas casi siempre sin querer, pero asumiendo plenamente la deriva a la que las han conducido decisiones erróneas o comportamientos forzados. Y todas tienen que ver con la maternidad; o casi mejor dicho, con cómo modifica la identidad de la mujer la idea de la maternidad. Una maternidad, asumida de diferentes formas y presentándose en distintos estadios, con momentos terribles y dramáticos, fundamentalmente, pero también con algún resquicio positivo, que unce las diferentes partes de que se compone el libro y le confiere una unidad indudable. Y es que el brocal que el mismo título sugiere, puede no solo ser un pozo al que asomarse, sino también un sitio del que, como insinúa el atractivo cuadro que sirve de portada ('La verdad saliendo del pozo', de Jean-Léon Gérôme), un lugar de donde escapar. Esa Verdad que del brocal surge bien puede ser esa mujer apaleada por la vida que suele protagonizar estos relatos camino de una vida mejor, siempre cabe esa esperanza.
Maternidad no solo hay una, eso cualquiera lo sabe, y el abanico de textos aquí recogidos sugiere o expresa esas diferentes formas de asumirla o afrontarla; y se deslizan desde los vínculos entre la madre y sus hijos –tratados desde lo vampírico, 'Brocal', al fracaso vital aunque con la posibilidad de la redención, 'Polifemo', o los goces mínimos del día a día, el tierno 'Amanecer' que cierra el volumen– pasando por la transición entre la concepción y la posibilidad efectiva del aborto –'Sin cicerone', 'Costilla de Adán', 'Azucena'– y otros de tono más cruel donde se abordan cuestiones de más calado sociológico como la situación de las prostitutas madres ('Cuerpos de regadío, almas de secano'). En general, una de las rémoras de esta maternidad –asumida o negada por medio del aborto– es la nula colaboración del padre de las criaturas (ocurre en los ya citados 'Sin cicerone' o 'Costilla de Adán') embebidos en su odio y su incapacidad, proyectando su maldad una vez que la relación ha concluido, incluso, como ocurre en el atractivo 'Espectros', que también cuestiona, por cierto, el papel de la nueva pareja de la mujer. Estas mujeres que deciden (o no) ser madres afrontan problemas y precariedades que una sociedad hipócrita no solo propicia, sino que incluso parece alentar: temas laborales, como el mismo desempleo, los despidos improcedentes por la misma condición o los ya mencionados como la violencia machista, y esa incorregible sensación de soledad y culpabilidad que, hagan lo que hagan, siempre las embarga. Como nota común, como ya ocurriera en 'Alegría', las historias suceden en Badajoz, lo que indudablemente puede acercar al lector de aquí a sus tramas, por cuanto conoce los espacios mencionados, pero lo verdaderamente relevante es que el entorno de la historia no condiciona (ni enmascara) estas realidades, perfecta (y desgraciadamente) posibles sea cual fuera el lugar donde transcurrieran.
Hubo en su momento (me temo que todavía lo hay) quien opinó, entre el incontestable éxito de su novela anterior, que la voz narrativa de la misma sonaba falsa y hasta ilegítima solo por el hecho de que quien escribía la novela era un hombre y quien la narraba y protagonizaba una mujer. Aquí espero que no caigamos en tal dislate y empecemos con la tontería de la «apropiación». Si fuera necesario legitimar la incuestionable autenticidad de nuestro autor, bastaría con recordar sus continuos trabajos e interacciones con mujeres maltratadas que le han dotado de la información necesaria y, sin duda, han contribuido a legitimar su condición de portavoz, si fuese llegado el caso. Y todavía más: problemas como los aquí tratados creo honestamente que no deben reducirse al campo de los exclusivamente femenino; son asunto de todos. Pero por encima aún: estamos ante literatura antes que nada y no debe renegarse jamás, insisto, jamás, de la capacidad de un autor de determinada condición para acometer un terreno que de ninguna manera debe estar acotado solo para quien cumpla ese requisito. Me temo que con el signo que están tomando los tiempos esto es una batalla perdida pero debemos seguir apostando por gente como Carmona que, ante todo, hace buena literatura y segundo, no escatima sinceridad en lo que hace.
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