Arriba, Marciano Martín; a la izquierda, un rincón de la judería de Hervás. HOY

Cristianos viejos y judeoconversos

Historia. La segunda entrega de la 'Historia del Antijudaísmo en la Alta Extremadura', de Marciano Martín, se centra en la integración de los nuevos cristianos en Hervás

Manuel Pecellín

Viernes, 25 de octubre 2024, 23:02

Marciano Martín (Hervás, 1957) publica la segunda entrega de su 'Historia del Antijudaísmo en la Alta Extremadura'. Se trata de un volumen abigarrado, con 434 ... páginas repletas de datos y notas explicativas, cuya sinopsis abordaré, pesaroso de limitar a unas pocas líneas tanta información.

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En las tierras donde Alfonso VIII hizo erigir (c.1208) la aldea de Hervás, se localizan huellas que habían dejado vetones, romanos, visigodos y musulmanes. Incorporada poco después al señorío de Béjar (los Zúñiga), el concejo de esta villa regirá sus destinos no sin enfrenamientos (sobre todo, por los frutos y maderas del 'castañar gallego'). Para sus edificios, los hervasenses utilizarán los materiales del entorno serrano. Como en toda la diócesis de Plasencia, los primeros pobladores llegan de comunidades castellano-leonesas, lusas, mozárabes y judías.

El primer apunte sobre su aljama procede de las derramas fiscales que, ya en la segunda mitad del XV, abonaba. Era la segunda más importante de los alrededores. Se reproducen los nombres y apellidos, más las posesiones, de quienes en 1492 constituían el padrón judío de Hervás, casi medio centenar de personas que conformaban unas treinta familias. Habitaban en la calle Corredera y en la llamada sucesivamente Nueva (s. XV), de la Cruz (XVII), de la Fábrica (XIX) y Hernán Cortés (hoy). Sus casas, fundos (viñas) y otras propiedades serán expoliadas a raíz de la expulsión (muchas pasaron al clero). El autor aporta documentación fehaciente. Se desconoce la ubicación exacta de su sinagoga.

Judíos, labradores y mercaderes de Hervás

Marciano Martín

Libros del Lagar. Hervás (2023)

434 páginas.

20,80 euros.

Algunas familias regresaron a Hervás a partir de 1494 tras demostrar haberse convertido a al cristianismo, de lo que cabían dudas. También surgieron problemas a la hora de que los 'cristianos viejos' les devolvieran los bienes expoliados o malvendidos durante la diáspora. No extrañe que avivaran las sospechas de criptojudaísmo, perseguidas por la Inquisición. Para socorrerse, los 'cristianos nuevos' fundan la cofradía de San Gervasio, institución filantrópica, de la que apenas quedan documentos antes de 1625 (libros de actas y contabilidad). Algunos conversos se verán implicados en el proceso que el año 1506 se levanta contra los profanadores, reales o sólo imputados, de la Hostia consagrada. El autor analiza 'el libelo de Guadalupe', expediente de cuatro folios donde se refiere (1516) y cuyas tergiversaciones denuncia. Por lo demás, aún los sinceramente convertidos conservaron durante largo tiempo costumbres seculares de su etnia (comidas, vestidos, funerales, canciones), hasta que su judaísmo se diluyó, identificándose con la cultura dominante y perdiendo conciencia de las raíces. El historiador ilumina con numerosos testimonios ese camino, no siempre comprensible para los demás conciudadanos.

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Un estatuto de sangre impedía en Hervás que los de origen judío, mercaderes o lenceros, más caudalosos, accediesen a los cargos principales, civiles o eclesiásticos, que se reservaban a los agricultores y ganaderos de antigua estirpe. Se informa sobre las pugnas por la igualación sostenidas por ambos grupos. Instituciones como las cofradías de la Vera-Cruz o la del Rosario, que cuentan con miembros de los dos grupos, contribuyen a superar la xenofobia. Como lo haría más adelante la del Dulce Nombre de Jesús, fundada por los mercaderes (1626). Sin embargo, la de San Juan Bautista de la Penitencia, que los labradores instituyen, continuaba imponiendo el discriminador estatuto de sangre, según también lo hacía la del Sacramento, hasta que las presiones de los agraviados logran abolirlo. De todo se da detallada cuenta en la obra.

Cómo a los ricos mercaderes (judíos) no les perdonaban sus éxitos lo demuestran las confrontaciones y tumultos que contra los mismos surgen todavía a mitad del XVII. Poco contribuían al buen entendimiento los titulares de la Casa de Béjar, claramente desfavorables contra los descendientes de judeconversos. Ni los frailes mercedarios, de idéntica inspiración. Libelos como el 'libro verde' de 1671 sobre la genealogía judía de los mercaderes no hacen sino poner trabas a la integración social, que fue produciéndose de forma ineludible. Personajes como Juan López del Castillo, promotor de la industria textil (1663-1725), con dos hermanos en la orden franciscana, y otros comerciantes ricos, negociarán hábilmente a favor de los suyos (él mismo llegaría a ser alcalde de la villa). De qué modo fueron asimilando la cultura cristiana y despojándose de buena parte de sus tradiciones hebreas (nunca del todo desaparecidas) trata el cap. VIII, uno de los más interesantes del libro.

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En la parte final, 'La Sefarad cautiva y reinventada', se aborda el siempre polémico asunto (por los intereses que implica) de qué es auténtico y qué puro invento en el legado judío de Hervás.

Los árboles genealógicos, la tabla histórica y un rico apéndice documental cierran el volumen.

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