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Manuel Pecellín
Viernes, 28 de marzo 2025, 23:21
Enrique Díez-Canedo (Badajoz, 1879-Cuernavas, 1944) fue una de las figuras literarias más destacable en nuestro país y en el que hubo de «transterrarse» ... por fidelidad a la II República, a la que había servido como embajador español de Uruguay y Argentina. Hijo de un funcionario de aduanas y de Joaquina Reixa, natural de Alburquerque, salió pronto de la ciudad donde vio la primera luz y a la que recordaría en algunos de sus versos. Aquí llevan su nombre una calle merced al empeño del poeta Jesús Delgado Valhondo, y el Aula literaria que creamos en la Asociación de Escritores Extremeños. También lo luce el IES Puebla de la Calzada, por voluntad del claustro de profesores que dirigía Antonio Pizarro. En el departamento de publicaciones de la Diputación pacense editamos (1984), 'Enrique Díez-Canedo. Su dimensión humana, su tiempo y su obra', tesis doctoral de José María Fernández Gutiérrez. Profesor de Literatura en la Universidad Rovira y Virgil (Mora de Luna, 1942), ya fallecido, que había publicado una valiosa 'Antología' (Salamanca, Almar, 1979), contribuyendo a actualizar la figura del gran crítico, ensayista y poeta. («Yo no me consideré poeta hasta que Enrique Díez-Canedo me lo dijo», repetía Alberti, tras darle a leer 'Marinero en tierra', luego galardonado con el Premio Nacional de Literatura).
La ERE, que sacó (2011) el estudio de Marcelino Jiménez León 'La obra crítica de Enrique Díez-Canedo', acierta otra vez con este 'Viaje a Filipinas' al cumplirse el 80º aniversario de la muerte del autor.
Le edición y el estudio introductorio lo asume una nieta del gran hombre, que trabaja en el Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, en cuya Facultad de Filosofía y Letras es profesora de Historiografía de México. Entre otros estudios suyos dedicados al abuelo cabe recordar 'Juan Ramón Jiménez en su obra', acompañado de la correspondencia 'Juan Ramón Jiménez/Enrique Díez-Canedo (1907-1944)' (El Colegio de México, 2007) y 'Enrique Díez-Canedo/Alfonso Reyes. Correspondencia 1915-1943' (UNAM, 2010).
Enrique Díez-Canedo
Editorial: Editora Regional de Extremadura. Serie Rescate.
Mérida, 2024
El presente volumen no es exactamente un inédito, pero sí un valioso rescate. Recupera del archivo mexicano del autor una carpeta en la que este, tal vez con el propósito de darlo a imprenta, guardaba 17 artículos que él sacase en el diario madrileño El Sol desde el 2 de febrero hasta el 21 de junio de 1936. Entre tales recortes de prensa figuran también doce poemas manuscritos, que su hijo Joaquín incluyó como 'Epigramas de Extremo Oriente', en la obra póstuma (1945) de Canedo 'Epigramas americanos'. A dichos materiales se anexan ahora numerosas ilustraciones y un artículo previo (El Sol, 23-VIII-1924) en el que el culto periodista se ocupa de la pervivencia de lo español, especialmente de la lengua castellana, en aquel archipiélago a propósito del libro de D. E. Martín de la Cámara, Parnaso filipino.
Enviado a la antigua colonia por la Junta de Cultura de la República española, Díez-Canedo emprendió el largo viaje en diciembre de 1935, ya casi en las postrimerías del régimen, sin duda para difundir nuestra historia, arte y literatura. Según se desprende de estas «notas de viaje», se sumergió con intensidad en los acontecimientos culturales de las islas, analizándolos con su agudeza clásica, a la vez que quedaba prendado de las bellezas paisajísticas, la amabilidad de los habitantes y la fuerza de ciertas costumbres (danzas, peleas de gallos, música, teatro, comidas). De todo ello va enviando al periódico madrileño las oportunas crónicas. No se sabe qué admirar más, si los sustanciosos contenidos, sujetos a forzosa concisión, o la admirable prosa en que están redactados. Como apuntes líricos que refuerzan sus impresiones, el poeta modernista va encajando sus cortos epigramas, que también estimulan a visitar lugares según los que él va visitando y describiendo en su periplo: Ceilán, Singapur y, sobre todos, Manila y Bali.
Destacan también sus lúcidas consideraciones sobre la lengua tagala y José Rizal, el héroe de la independencia filipina, ignominiosamente fusilado en 1896, bien poco años antes del «desastre colonial».
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