Dólmenes orientados hacia Venus el 1 de noviembre en Extremadura

La obra sintetiza muy bien la evolución de la arquitectura de estas construcciones y expone una hipótesis llamativa sobre la orientación de decenas de ellos

Antonio Fernández García

Sábado, 14 de septiembre 2024, 12:59

Uno de los libros más interesantes que he leído este año, es el escrito por Pedro Isaac Denche Manzano, de Aldea del Cano, ingeniero, profesor ... de enseñanza secundaria y aficionado a los megalitos, y por su hija María Denche Sanz, arquitecta, titulado 'Venus y los dólmenes de corredor'. El formato breve y la sencilla edición del libro, al modo de una revista de tamaño folio, no hace otra cosa que destacar la importancia de su contenido. La obra sintetiza muy bien la evolución de la arquitectura de los dólmenes y expone una hipótesis muy llamativa sobre la orientación de decenas de ellos, basada en unos hechos observados y medidos. Con una finalidad estrictamente científica, los autores facilitan los datos de cómo han tomado las mediciones, para que las pueda replicar cualquier persona con los suficientes conocimientos.

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Los dólmenes de corredor o de paso son construcciones que, en Europa Occidental, datan la mayoría de entre los años 6000 y 3000 antes de Cristo. Un carácter de muchos de ellos fue su uso funerario. Son admirables por su precisión constructiva, por la distancia desde donde se trajeron sus grandes piedras y por sus alineamientos: unos de estos corredores se alinean hacia la salida del sol en el solsticio de invierno; otros, hacia el sur, etc.

Los autores han estudiado una gran cantidad de dólmenes y han encontrado una treintena que están orientados hacia un punto del horizonte por donde nacen a la vez Venus y el Sol, exactamente el 1 de noviembre, cada ocho años. En la relación de sus movimientos alrededor del Sol, la posición relativa entre la Tierra y Venus viene a repetir un ciclo de ocho años.

Los siguientes dólmenes extremeños tienen dicha orientación: de Lácara, entre la Nava de Santiago y Cordobilla de Lácara; dolmen de Carmonita; dólmenes Cajirón I y II, el Mellizo, en Valencia de Alcántara; dólmenes de la Gran Encina y Gran Dolmen, en Montehermoso; y de Sierra Gorda, en el Valle de la Serena. Enumeran los autores otros siete en la España occidental, cuatro en Portugal, tres en Francia y cinco en Italia. Por lo que he podido saber, como mero aficionado a estos temas, algunas construcciones del condado de Meath, en Irlanda, y otras, en Centroamérica, quizá también harían referencia al ciclo de Venus.

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Los dólmenes de corredor mencionados podrían estar orientados en esta dirección por otro motivo distinto de esa posición de Venus y el Sol, pues la coincidencia no tiene por qué implicar causalidad. Pero llama la atención que, antes de que se desarrollase la cultura celta en la Edad del Hierro, o antes de surgir el cristianismo, nuestros antecesores en esta tierra construyeran monumentos funerarios orientados o con una señal hacia donde, precisamente el uno de noviembre, coincidían dos de los astros más brillantes del firmamento. Se ha dicho también que esa fecha (y la posición simétrica en torno a la segunda semana del mes de febrero, en que vuelven a coincidir los dos astros) podía ser una referencia importante del calendario agrícola en el hemisferio norte; sin embargo, como se ha dicho, bastantes de estas construcciones tienen una marcada naturaleza funeraria.

Un libro apasionante para conocer un poco más a quienes vivieron aquí hace tanto tiempo e interpelarnos con una hipótesis arqueoastronómica muy interesante y bien documentada.

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