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J. Ernesto Ayala-dip
Sábado, 27 de enero 2024, 09:33
Desde donde estoy escribiendo esta reseña, veo una taza muy de estilo rococó que compré en una tienda de suvenires del museo de arte de ... Tallin, en Estonia. Me llamó la atención sobre todo lo que ponía en su base. Resultó ser que las reproducciones de pinturas del siglo XVIII que adornaban la taza eran obra de la pintora austríaca Angelika Kauffmann (Cuera, 1741-1807), de la que yo no tenía ni remota idea. Una vez adquirido el suvenir y sin salir del museo, consulté en Wikipedia la existencia de esta mujer. Saqué de la búsqueda valiosos datos, entre ellos la existencia de otra importante pintora del mismo siglo, Élisabeth Louise Vigée Le Brun (París, 1755-1842). A ambas les unía una misma temática pictórica, los retratos, aunque situadas en distintas escuelas. La primera fue neoclásica y la segunda, rococó. Cuál no fue mi alegría cuando abro un sobre con el ensayo de Marc Fumaroli 'Mundus muliebris. Èlisabeth Louise Vigée Le Brun, pintora del Antiguo Régimen femenino'.
Marc Fumaroli escribe dos estudios: uno de la pintora francesa y otro de la reina María Antonieta. Vigée Le Brun se había hecho muy reclamada por sus retratos, siendo sus modelos gente de la nobleza parisiense. Ese prestigio hizo que María Antonieta la introdujera en la corte a efectos que la inmortalizara. Y así fue. Todo lo que nos queda de la figura elegante y sin una pizca de soberbia monárquica de la reina austríaca son los retratos de ella y de ella con sus hijos. En otro terreno de la misma temática, tenemos los autorretratos de la pintora, sola, como sale en la portada del libro que comento, o con su única hija, Brunette, en sus brazos o la niña sola reflejada en un espejo.
Fumaroli liga espléndidamente las dos figuras, muy lejos de la consabida biografía al uso. Da datos de ambas, nos informa de la manera degradante en que fue mostrada la reina al pueblo para desprestigiarla. María Antonieta era muy suya en su Trianon, donde se reunía con sus amigas y amigos a festejar la vida libre de los corsés a que la obligaba su posición. Tampoco tuvo reparos en introducir a su amiga Le Brun en ese mismo ambiente. Cuando la reina es arrestada junto a Luis XVI, Le Brun se exilia a Italia con su hija, iniciando así un largo periplo por todas las cortes europeas. Se hizo muy famosa y muy rica. Durante el imperio napoleónico, regresó a París, donde murió a los 82 años.
Elizabeth Louise Vigée Le Brun, nos deja muy claro Fumaroli, respetó el 'mundus muliebris' que María Antonieta luchó por conservar, lejos de la mirada reprobadora de los hombres. La Revolución hizo que las mujeres se mantuvieran separadas de los hombres en las reuniones y fiestas, lejos ya de los salones donde las mujeres discutían de igual a igual con los hombres de filosofía o literatura.
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