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'Ça m'est égal (Me da igual)', 1947, de Francis Picabia.

El espíritu de nuestro tiempo

El legado de Duchamp, Picabia, Man Ray y Stieglitz sigue vigente, como queda de manifiesto en 'Surrealismos. La era de la máquina'

Martín Carrasco

MADRID.

Sábado, 6 de abril 2024, 09:58

El 'sorpasso' a la idea tradicional del «cuadro-ventana» (pintura retiniana) supuso un antes y un después en la historia del arte. Ese avance se ... lo debemos a la irrupción de las vanguardias –las llamadas «históricas»– y el consiguiente despliegue de ismos a inicios del XX, afectando a todas las artes. Así, los ready-mades de Marcel Duchamp (1887-1968), obras «ya hechas» que cobran un nuevo sentido al ser descontextualizadas, o el concepto de escultura como «ensamblaje», que descubrimos en 'El espíritu de nuestro tiempo' (1919) de Hausmann, una cabeza «mecánica» construida como las máquinas a partir de un montaje.

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Contemporaneidad. Ha pasado más de un siglo y las vanguardias históricas siguen sorprendiéndonos por su plena actualidad; véanse las abstracciones geométricas en la muestra 'Cero-Diez, la última exposición futurista' (1915), en Petrogrado, –no duden en consultar imágenes en internet– parecen recientes. Otro tanto sucede con la exposición que nos ocupa, 'Surrealismos. La era de la máquina', que pueden disfrutar en la Fundación Canal de Madrid y que está avalada por Pilar Parcerisas, «El surrealismo –asegura– descubre el cuerpo como máquina, que elabora sueños, que genera el deseo erótico y desvela la fuerza del inconsciente y la irracionalidad como fuerza creativa».

Fotografía «pura». Para ello Parcerisas articula un novedoso discurso en torno a la máquina y su influencia en el dadá y surrealismo y, más en concreto, en la estética de sus principales exponentes: Francis Picabia (1879-1953), Alfred Stieglitz (1864-1946), Man Ray (1890-1976) y el ya citado Duchamp. Todos bien y ampliamente representados, tanto es así que cada uno de ellos daría para una individual. Es el caso de Stieglitz; con su ya icónica serie de edificios de Nueva York da comienzo el recorrido expositivo. En un vinilo Marius de Zayas señala: «Stieglitz en América nos ha mostrado, a través de la fotografía, la objetividad del mundo exterior». No en vano se percató muy pronto de la necesidad de alejarse del «pictorialismo» imperante (la fotografía primera –recordemos– buscó su estatus de obra de arte asemejándose a la pintura), alcanzando la «fotografía pura».

Figuras mecanomórficas. Picabia, por otro lado, con/figura de algún modo lo dicho por Paul Haviland: «Vivimos en la era de la máquina. El hombre hizo la máquina a su propia imagen. Tiene extremidades que actúan. Pulmones que respiran, un corazón que late, un sistema nervioso por el que circula la electricidad». Valga como ejemplo paradigmático la litografía 'Retrato de una joven americana en estado de desnudez' (1915), donde la joven se identifica con una bujía de automóvil tatuada con un irónico 'For-ever'. En este mismo sentido debemos entender los collages titulados 'Revolving Doors' ('Puertas giratorias', 1916-1917) de Man Ray, o la serigrafía 'Peligro/Lo imposible' (1920), que tiene mucho de «máquina deseante».

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Conceptual. Finalizamos nuestra visita con la 'Boîte-en-valise' (1935-1941) de Duchamp, una «caja maleta» a modo de archivo portátil en donde el fundador del arte conceptual despliega su imaginario sobre 'El gran vidrio', obra clave de la historia del arte de la que también es autor. «Estos creadores –en palabras de Parcerisas– nunca abandonaron lo que supuso su encuentro con la máquina como fuente de erotismo, la reproductibilidad técnica del objeto, la fotografía, el ilusionismo óptico y con él, la libertad total del acto creativo». Como ya dije, las vanguardias no pasan.

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