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IÑAKI EZKERRA
Viernes, 15 de diciembre 2023, 23:12
La divulgación de la Historia es todo un arte que siempre ha lindado con la literatura porque ha necesitado de esta para hacerse atractivo a ... los ojos del lector. El éxito que alcanzó en los años 60 Indro Montanelli con su 'Historia de Roma' y su 'Historia de los griegos' se basó en su don narrativo para hablarnos de la colitis del emperador Augusto o de los senos al aire de las mujeres en la Creta de Minos. El éxito que Yuval Noah Harari ha alcanzado en nuestros días con su 'Sapiens' se ha basado en su perspectiva de una «narrativa global» como el de Eric Hobsbawm con su 'Historia del siglo XX' o el de Peter Frankopan con 'El corazón del mundo' reside asimismo en eso que se llama «el relato». El primero incurriendo en una lectura fatalista de sesgo marxista de la era contemporánea; el segundo llevándonos a las exóticas rutas de la seda en la Antigüedad.
En este contexto de atención a la narratividad a la hora de contar la Historia al gran público se sitúa la obra divulgativa de Fernando García de Cortázar. Si el jesuita vasco llegó a convertirse en el primer divulgador de la Historia de nuestro país fue porque supo dar con unas claves literarias para contarla. En 'Los perdedores de la Historia de España' (2006) apeló a un registro patriótico y romántico para homenajear al general Torrijos y a otros héroes de nuestro pasado nacional que compartieron un destino trágico. Títulos como 'España entre la rabia y la idea' (2018) o 'Y cuando digo España' (2020) apuntan hacia una posterior deriva de la épica dramática a la lírica noventayochista que también se deja entrever en sus últimos artículos sobre nuestra actualidad política. Y en estos días se publica un ensayo póstumo, 'Érase una vez Europa', cuyo sugerente título da fe por sí mismo de esa recurrente clave literaria y esa visión narrativa tan presentes en toda su obra.
Fernando García de Cortázar
Editorial: Espasa
386 páginas
Precio: 23,65 euros
Escrito en colaboración con el historiador Eduardo Torrilla, el libro se abre con un pintoresco retrato de Joseph Conrad en una noche congoleña de diciembre de 1890 y se cierra con la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989, así como con el consiguiente derrumbe del Telón de Acero, en torno al cual se pronuncia el filósofo Magnus Enzensberger. Ambos capítulos históricos, como las citas de esos dos autores, sintetizan perfectamente la gran clave literaria de esta última entrega de Cortázar, que no es otra que el contraste entre las dos antitéticas pulsiones –una destructiva, opresiva, tiránica y explotadora; otra constructiva, tolerante, justa y liberadora– que han conformado de un modo pendular y contradictorio el devenir europeo. En el Congo explotado por la corona belga que encarna la siniestra figura de Leopoldo II, Conrad ve un arquetipo humano repulsivo «de pesadilla». En el perfil psicológico de Gorbachov, el hombre que desmontó la URSS, Enzensberger verá un tipo de héroe diferente al estereotipo clásico y que ya no evoca «el triunfo, la conquista, sino la renuncia, la demolición, la negociación y la retirada».
Siguiendo ese movimiento oscilante entre esos dos polos negativo y positivo, 'Érase una vez Europa' nos lleva desde el Heródoto al que Cicerón considera el padre de la Historia porque renuncia en su relato a invocar a los dioses a los que recurría Homero para descubrir el origen del enfrentamiento entre griegos y persas hasta la Antígona que, en la tragedia de Sófocles, representa el despertar de la dignidad y el ideal cívico en nuestra cultura cuando decide dar sepultura a su hermano Polinices y desobedecer, de esa forma, la inhumana prohibición de su tío Creonte. Como nos lleva igualmente de la corrupción de la justicia ateniense que obliga a Sócrates a beber la cicuta al Platón que funda la «primera utopía» cuando intenta llevar a Siracusa su sueño fallido del rey filósofo; de la tenebrosidad de la Inquisición al Siglo de las Luces; de la lacra de la esclavitud a la Carta Universal de los Derechos Humanos; del Holocausto o la sangre, el sudor y las lágrimas del discurso de Churchill a la victoria aliada; del Gulag estalinista a la Perestroika...
La cara monstruosa y la humana de un continente y de sus extensiones transcontinentales. Con el mismo ánimo con el que contribuyó a desmentir la leyenda negra española, asumiendo las sombras, pero también las luces de nuestra Historia, García de Cortázar abordó en estas amenísimas páginas esa otra leyenda negra que también pesa sobre Europa y supo equilibrar la balanza deteniéndose en esa libertad que, en este lugar del planeta llamado UE, no ha sido un sueño quimérico ni irrealizable.
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