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MANUEL PECELLÍN
Sábado, 25 de noviembre 2023, 10:26
A Paco Suárez lo conocíamos por su prolongada dedicación al teatro. Tras realizar (1966/1971) en Barcelona, donde hoy reside, estudios de dirección, ha hecho ... medio centenar de montajes, estrenados por las más prestigiosas compañías y escenas. La voz de autores como Esquilo, Sófocles, Shakespeare, Corneille, Marivaux, Lorca, Félix Grande... ha vuelto a resonar en las tablas merced al extremeño, que entre 1993/1996 y 2008/2010 fue director artístico del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida
Desde ahora, lo contaremos también entre los narradores distinguidos. 'Mar de Tánger' (otro de los aciertos del último director de la ERE, Luis Sáez, según reconoce noblemente el actual, Antonio Girol) es una novela de registros múltiples y elaborada arquitectura, que no pasará inadvertida a la crítica nacional. Lo merece por la calidad de su prosa, manejo de personajes, dominio del discurso y riqueza temática. Todo el saber dramático del autor; sus incontables lecturas y compromiso ideológico enriquecen esta obra coral («tribal», por razones múltiples), entre cuyas páginas no resulta fácil conducirse sin atención sostenida.
Suárez nació (1948) en Santa Marta de los Barros, en el seno de una familia de gitanos herreros y tratantes, según le gusta recordar. (Aunque no resulte asunto central, en la novela abundan las alusiones a sus raíces, dos sobre todo: la denuncia del holocausto romi a manos nazis y la prosapia de su gente. Lucinda, humilde viuda angoleña, envenenará a Von Wieder, comandante médico de Auschwitz huido a la Península, en tanto Da Silva, un arquitecto cíngaro se distingue en las tertulias de Évora). Y no puede olvidarse Pacopé, rumboso camarero gitano del mítico Chicote.
Autor Francisco Suárez
Editorial Editora Regional de Extremadura. Colección Vincapervinca
Páginas 308
Precio 12 euros
Porque la capital del Alentejo portugués, durante la dictadura de Salazar y la temida PIDE, es el epicentro de estos relatos múltiples, reunidos como teselas de un conjunto admirable. Aires de fronda perfuman los pasajes que aluden a las luchas campesinas (Cunhal, secretario del PCP, en lontananza), con una de las escenas más impactantes: el vil asesinato de C. Eufémia, la joven campesina que reclamaba mejora del mísero jornal para los segadores).
Es otra de las muchas mujeres que protagonizan la obra. Entre unos cincuenta personajes, todos heridos por las penas y el deseo (la empatía con los perdedores resulta evidente), importa destacar algunas, localizables junto al templo romano de Diana, la lúgubre Capilla de los Huesos, la catedral gótica y tantas otras maravillas del centro histórico evorense (con ocasionales excursos por el Madrid franquista, New York o Escocia).
Amada –a modo de Perséfone clásica– constituye el factor axial que nuclea, desde su nacimiento y abandono iniciático, hasta la huida final, liberadora e incestuosa, con Nelo. Acaso encuentre al fin junto al mar de Tánger, símbolo de territorio cosmopolita, lo que la vida le ha ido negando, en parte porque ella misma no se atrevió a aprehender. Contará con el apoyo indefectible de Arcadia, su madrina, víctima de Lionel, un marido estúpido. Admirables resultan también las apariciones de Rachel, la música judía que merced al violín elude la shoah, para caer bajo Joaquín, un párroco sin conciencia (abundan los apuntes anticlericales) o Adela, madura espía y exiliada portuguesa. María, la bella madre española de Amada, nunca se resignó al prematuro abandono, purga saudades en Olivenza.
Andrés, el maestro enamorado de Amada, trasunto en numerosas ocasiones del propio novelista, permite a este, merced al diario íntimo que dejase inédito el culto pedagogo, múltiples consideraciones lingüísticas. Son junto a las numerosas paráfrasis, transliteraciones o citas textuales de sus autores predilectos, otra faceta llamativa. La utilización ocasional de cursivas ayuda a localizar los autores, entre los cuales no podían faltar versos de Homero, Fray Luis de León, Baudelaire, Unamuno y Pessoa.
Manejándose a la vez, según demande el relato, con un lenguaje popular (habla dialectal incluida, más similar al extremeño que al luso) o sumamente culto y metafórico, sobresalen el tino de los diálogos en alternancia con el narrador omnisciente, así como las bellísimas descripciones de paisaje y paisanaje. El aura del mejor realismo mágico alienta no pocas páginas.
Histórica, sociológica, erótica, filosófica, sociológica, negra (hay crímenes numerosos), étnica, metaliteraria... son calificativos posibles para esta obra de Suárez, quien seguro volverá a sorprendernos con entregas próximas.
José Antonio Illanes suscribe un enjundioso epílogo. No duda en destacar, con toda justicia, el «ritmo galopante, rotundo y melodioso del texto». Resulta aconsejable seguirlo, tal vez con un fado de fondo.
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