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J. Ernesto Ayala-dip
Viernes, 21 de marzo 2025, 23:04
Cuando me llegó 'El juicio', del escritor y abogado Rob Rinder, me vino a la memoria el nombre de Perry Mason, ese célebre abogado defensor ... desplazándose eternamente en su no menos célebre silla de ruedas. A los que ya teníamos televisión en casa, lo primero que nos enganchó fue ver la figura del actor Raymond Burr encarnando a Perry Mason, siempre acompañado de su secretaria Della Street (Barbara Hale) y su infatigable investigador privado Paul Drake (William Hopper). Claro que Mason adquiría siempre mayor relieve cuando se enfrentaba al fiscal Hamilton Burger. (Creo que hubo un capítulo histórico en que este siempre malcarado personaje derrotó a Mason). La fama de Perry Mason era tanta que muchas veces nos olvidamos de quién fue su creador, Erle Stanley Gardner. Si dedico este espacio a Mason es porque de alguna manera fue quien a muchos de mi generación nos enseñó a disfrutar con el género judicial, tanto en novelas como en cine.
Rob Rinder escribe una novela de género judicial introduciendo elementos que yo nunca había imaginado. En primer lugar hacer que no sea el defensor quien defienda al acusado sino su jefe de despacho, aunque este le pase algunas chuletas para que lleve a cabo su labor con mayor efectividad. Y que la jueza sea algo más que la que manda en el juicio que nos interesa. También sorprende que quien encarna la defensa sea el primero en no confiar en el acusado, todo lo contrario que sus ayudantes, entre ellos el protagonista de esta soberbia novela de género (judicial).
Adam es quien defenderá, a la sombra de su descreído jefe, a un hombre al que se acusa de haber envenenado a un alto cargo policial, famoso por el éxito de sus pesquisas y con un gran prestigio entre el cuerpo de la Policía Metropolitana de Londres. Adam está convencido de que el acusado no es culpable del asesinato del policía. Un caso que le llega cuando está a prueba en el despacho donde trabaja y en pocas semanas los socios seniors se reunirán para determinar si le hacen fijo. Por sí mismo Adam es todo un personaje. Es judío, vive solo, no llega a los 30 años y ama su trabajo. Cree que hay que ser siempre muy tenaz en la defensa de los derechos y hacer que la justicia prevalezca sobre toda consideración.
La novela, además, tiene un toque humorístico en la figura de su madre, una señora que también arrastra un silencioso trauma familiar pero siempre está atenta a las vicisitudes profesionales y personales de su estimado hijo. Teme que no se case nunca, porque ha leído en algún sitio que la gente soltera vive menos. Siempre tiene una candidata, soltera y judía, para él. Esta es una novela judicial en toda regla, pero con algunas variables que elevan su nivel como género y enormemente entretenida; concepto este que el Quijote destacaba y defendía en toda obra de ficción que se precie.
Autor: Rob Rinder.Traducción: Juan Carrillo del Saz. Editorial: RBA. 352 páginas. 19,85 euros
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