Martín Carrasco
VENECIA.
Viernes, 17 de mayo 2024, 23:25
Hay ciudades, como Venecia, que se complican la vida. De la bella ciudad italiana sorprende precisamente eso: el que no se haya dormido en los laureles de su belleza apostando desde fines del XIX por la contemporaneidad. Sevilla –otra ciudad bella– lo intentó, pero…
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Stranieri ... ovunque. El lema elegido por Adriano Pedrosa, comisario de esta 60 edición, ha sido 'Extranjeros en todas partes', porque de algún modo todos somos extranjeros, ofreciendo la oportunidad de exponer a un buen número de artistas –indígenas, queers, foráneos, migrantes, exiliados…– en la Bienal, el escaparate más importante del arte contemporáneo. Mucha pintura, poca fotografía, un buen número de instalaciones, apenas arte en la red y preeminencia de lo textil. «Tales obras –en palabras de Pedrosa– revelan un interés por la artesanía, la tradición y lo hecho a mano, así como por técnicas que, en el campo más amplio de las bellas artes, a veces se han considerado extranjeras o extrañas»
La España colonial. El pabellón de España, que inicia el recorrido de los Giardini, se ha transformado en una pinacoteca migrante en la que Sandra Gamarra re/visita el pasado colonial de nuestro país. En uno de sus cuadros puede leerse la leyenda: «Las imágenes que componemos y que inútilmente intentamos acabar, cambian de significado, de manos, de agencia. Estas, como cualquier otro producto generado en esta tierra, serán escogidas, seleccionadas, confiscadas, deglutidas, olvidadas, desconocidas y vueltas a producir. Es su propia quietud la que nos rebela contra ellas». Un sólido discurso que va acompañado – el arte es el cómo– de una magnífica pintura, de lo mejor de la Bienal en este género.
Pabellón Central. De aquí a la instalación Pabellón Criollo, una reinvención tropical de la venezolana Sol Calero, y también en el exterior de los Giardini la estatua fragmentada de Cristóbal Colón, de Iván Argote, «colonizada» por la vegetación. Ya en el Pabellón Central el mural –que decora la portada– del colectivo brasileño Mahku, representando el fabuloso Puente de los Caimanes, el paso de Asia a América. En su interior las piezas de Nil Yalter Topak Ev (1973), una tienda de campaña de los nómadas Bektik (en la cartela leo que es símbolo de los roles de género, pues están hechas por las futuras novias), y la instalación 'El exilio es un duro trabajo', con fotografías y vídeos que narran la vida de familias de emigrantes.
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Primitivismo. A partir de aquí una sucesión de piezas de históricos como Filippo de Pisis (puro esteticismo), y de autodidactas, ingenuos y/o «primitivos», entre otros Sénèque Obin, Philomé Obin, Rosa Elena Curruchich (muy naif), Kang Seung Lee, Leopol Strobl, Kay WalkingStick y Abel Rodríguez con su maravilloso 'El árbol de la vida y la abundancia' (2022), además de obras difícil de calificar de Romany Eveleigh (¿Colour Field, minimalismo?), las tintas de colores –bellísimas– en 'Crucifixion of the Soul' (1934) de Madge Gill, los «bambús» de Ione Saldanha y los dibujos de Aloïse, que estuvo recluida la mayor parte de su vida en un psiquiátrico. No faltan textiles, los de Olga de Amaral, Monika Correa y Eduardo Terrazas. Me detengo en la figuración «vintage» y feminista de Giulia Andreani, y en el Museo de la Antigua Colonia de Pablo Delano, que refleja la lucha de Puerto Rico por su autonomía. Aquí los tópicos funcionan (también en el Pabellón de Serbia).
Australia. Al día siguiente, visita obligada al Arsenale para disfrutar de la gran instalación de Kiluanji Kia Henda a partir de cancelas metálicas, cerca de las sedas amarillas y naranjas remendadas por Dana Awartani. Muy interesante el minimalismo de la poeta visual Greta Schödl, y los grandes tapices del libio Nour Jaouda, las pinturas de Emmi Whitehorse, y de Agnès Waraguru… Y, por último, el «bosque» de más de 100 retratos de personajes «no blancos» de artistas del XX; la instalación en la que se homenajea a las hilanderas; las bordadoras de Isla Negra; los grandes formatos textiles y al óleo de la brasileña Beatriz Milhazes, los pabellones de Egipto, Francia, EE UU, Japón… y, por supuesto, el de Australia (premiado), de Archie Moore, «inmersivo», que ha trabajado durante meses dibujando a tiza un árbol genealógico de las Primeras Naciones.
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Finalizo con las propuestas colaterales, magníficas las muestras de fotografía de Peter Hujar, en el Istituto Santa Maria della Pietá, y de Patrick Mimran, en la Isola di San Giorgio Maggiore… Y claro, la Colección Peggy Guggenheim.
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