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Tomás Martín Tamayo
Viernes, 24 de mayo 2024, 23:03
Durante la pasada Feria del Libro de Badajoz, se presentó 'A la intemperie', una recopilación de 142 artículos, publicados en HOY y Extremadura, con prólogo ... de Felipe Albarrán y semblanzas sobre el columnista de Emilio Vázquez, Ángel Ortiz, Antonio Cid de Rivera, Tomás Martín Tamayo, Feliciano Correa y Juan Manuel Cardoso. Es un paso más de la Fundación CB, en su empeño por recuperar hechos y personajes de Extremadura ya que, aunque Fernando Valbuena es vasco, como tal, puede ser y nacer donde quiera. Y nos ha tocado en suerte, porque es de aquí, sin dejar de ser de allí, una doble «nacionalidad» que le permite maridar un buen jamón con el txacolí. La Fundación CB culminaría su buen hacer si aborda la comercialización de sus esmeradas ediciones, para darles una distribución más ambiciosa.
Valbuena, no pierde las formas que, como el txacolí con el ibérico, él hace maridar con la contundencia del que, estando seguro de lo que escribe, lo envuelve para que el estocazo sea tan certero como estético. Si Valbuena perdiera la elegancia en sus decires, sería uno más, y prescindible como uno menos. Pero no, esa no es su lidia y cada semana se enfrenta a una actualidad que le revienta en las manos, aunque, a veces, por pura rebeldía, pase de ella y nos lleva por vericuetos que acaban siendo basamento para sus mejores entregas. El mundo de Fernando, su memoria visual, sus descripciones y el estilo personal que imprime en cada «intemperie» es más atractivo que los aldabonazos de una actualidad que, a base de insistir en ella, no es ni actualidad y se hace aburrida y reiterativa.
Valbuena escribe como habla, enfatiza, subraya, frases cortas y elaboradas con la pátina de un humor fino que no siempre se capta, por lo que exige atención a lo que dice y, en ocasiones, relecturas de lo que escribe. En sus columnas predomina la calma, el sosiego, el tiempo medido y el espacio, porque avisa con reiteraciones que son como bengalas en alta mar.
A Valbuena se le señala porque señalar es el oficio de los desoficiados, pero, en su conjunto, su atadura es la independencia a unos principios más estéticos que ideológicos y no es articulista que bombardee siempre la misma trinchera. Ni los supuestos cercanos –en esta recopilación hay muchas pruebas–, pueden estar seguros de no recibir su ración de metralla porque no es hombre de uniformes, aunque yo le veo como un cardenal renacentista, visitando la Santa Croce, pero sin llegar al síndrome de Stendhal. Es emotivo y contemplativo, pero sin llegar a los excesos del escritor francés. Esta recopilación sirve como muestra del buen hacer de un columnista singular, que sabe mantenerse cerca incluso cuando se aleja porque, aunque cante la misma canción, su voz la hace diferente.
'A la intemperie' es un libro de mesita de noche, de aperitivo, para degustar sin atragantos y para aprender de un «artista» de la palabra, con muchas tablas y mucho oficio.
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