Manuel Pecellín
Viernes, 14 de marzo 2025, 23:18
Salvo para algún intemperante provocador (tipo el Jorge Luis Borges del «!Ah!, pero ¿D. Manuel tenía un hermano?»), que el escritor muerto y enterrado en ... Colliure es un referente indispensable de la poesía, se proclama a estas alturas indiscutible. Otra cosa es ubicar a Antonio Machado también entre nuestros pensadores. Desde luego, no lo hizo Alfonso López Quintás en su canónica 'Filosofía española contemporánea: temas y autores' (Madrid, BAC, 1970), que lo ignora. No obstante, bien lo merecía el creador, entre una larga treintena de heterónimos (más que su coetáneo Pessoa) de personajes como Abel Martín, Juan de Mairena o Jorge Meneses. Así se percibe no sólo en las 'Lecciones de retórica y sofística' que imparte en su Escuela Popular de Filosofía, cuyas enseñanzas impregnarán textos como Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo (Madrid, Espasa-Calpe, 1936) y otras prosas similares (ver, v.c., 'Del mañana efímero…' Selección de R. Serrano y prólogo de B. Prado, Madrid, 2021). Realmente, multitud de sus poemas rezuman profundos pensamientos sobre la condición humana, la trascendencia, la verdad, el lenguaje, la otredad, la duda escéptica o los valores, temas clásicos de la Filosofía, cuyos tecnicismos académicos le repugnaban. «No habéis de tomar en serio las conclusiones de los filósofos, que suelen ser falsas y, por supuesto, nada concluyentes, sino sus comienzos y sus visiones», recomendaba Mairena a los alumnos.
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Valentín Galván
Editorial: Comares Literatura. Albalote, 2024.
180 páginas
22 euros.
Sopesar esta segunda proyección machadiana es lo que hace, muy convincentemente, Valentín Galván en este ensayo, de expresivo subtítulo: 'Cantares de un filósofo'. Su currículo bien lo avala: licenciado en Antropología, máster en ciencia, tecnología y sociedad, máster en religiones y sociedades y doctor en Filosofía, ha trabajado para el CSIC madrileño y diferentes universidades españolas y extranjeras, haciéndolo actualmente en el IES 'Martínez Montañés', de Sevilla. Hasta ahora, se había ocupado sobre todo del francés M. Foucault, en torno al cual cuenta con numerosas publicaciones.
De tres partes consta la que aquí presentamos, más el preámbulo iniciático y un sorpresivo apéndice. 'Huid de escenarios, púlpitos, plataformas y pedestales' se denomina la inicial, repitiendo consejas machadianas, reflejo del temor que aquel «pensador del quizá» sentía frente a escenarios tan proclives a las proclamas dogmáticas. Las suyas tienen ese sutil toque escéptico, no carente de humor y gotas de sangre jacobina. Los apócrifos permiten ir deduciendo la «metafísica poética» recomendada por el solipsista Abel Martín; el «manantial sereno», pero tan fecundo, de su discípulo más espontáneo, Mairena, y la lucidez de ese «vividor de la nada» que se esconde tras «la máquina» de trovar utilizada por Meneses en clases de historia de la literatura.
Y de historia, pero de la Filosofía, se ocupa la parte siguiente. Se sabe que Antonio Machado leía con preferencia a los grandes pensadores y en su biblioteca personal figuraban las mejores obras de los mismos. El ensayista examina los diálogos, más o menos explícitos, que Machado fue manteniendo, según etapa existencial, con «los miradores eternos»: presocráticos, Platón, helenistas, Leibniz, Kant, Schopenhauer, Nietzsche y Bergson (más sordamente, Marx y el mismo Heidegger). Ocupan pasajes múltiples, Ortega y Unamuno, con quien más simpatizó (La rebelión de las masas –Machado prefería hablar de «pueblo»– le sugiere un elitismo inaceptable).
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En 'El folklore metafísico de nuestra tierra', la parte última, se desarrolla, con los ejemplos oportunos, cuánto apreciaba Antonio Machado la cultura popular, tanto ética, como estéticamente. Según él, sus creaciones están cargadas de los más hondos pensamientos, desde las más sencillas, como las magistrales (digamos, 'Quijote' o 'La vida es sueño').
La obra concluye con la biografía de Juan Blanco de Sedas (Sevilla, 1928-Madrid, 2002), personalidad fascinante, prototipo del hombre sabio según gusto de Mairena, que se educa y adoctrina al margen de la Academia. Por cierto, en su tertulia junto al Betis, donde acuden intelectuales, artistas y políticos (A. Guerra, Felipe González, Luis Yáñez, G. Galeote), el autor sitúa a Toto Estirado, pintor pacense, ácrata irredento. También Valentín Galván tiene notables relaciones con Extremadura, especialmente Fregenal de la Sierra, patria chica del «hispalense» Benito Arias Montano.
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