Esta sí… ¡Funciona!

Interactuar. En la fotografía de Klein descubrimos por otro lado la propia vida, entendida como un teatro, donde todos desempeñamos un papel. Una vida aprehendida a través del filtro del gesto, del juego de miradas, del comportamiento de las personas, con las que Klein interactuaba, alejándose de la arraigada idea de que el fotógrafo documentalista debía de ser «invisible». Es la tesis que defiende el comisario, David Campany, a lo que ha ayudado un «performático» montaje, verdaderamente espectacular. Lo comprobamos ya en el inicio, en la primera sala, un homenaje en palabras de Campany: «Si nos situamos justo en medio y miramos a nuestro alrededor, podríamos ser por un momento William Klein»». Por los muros se dispone en línea continua una serie de fotos y grandes ampliaciones donde Klein es mirado por todos en diferentes lugares (Moscú, Roma y Nueva York). Porque él, de algún modo, siempre está presente en su fotografía.

Fotografía/grupo. Por último, no hay que olvidar que Klein fue un especialista de la fotografía de grupo, pero eso sí, organizada de forma «espontánea». «Eso es –asevera Campany– lo que Klein hizo mejor que nadie: estar en una situación con mucha gente y poder conseguir una imagen extraordinaria». Como en la serie dedicada a la ciudad de Moscú, en la que nos sorprende cierta atmósfera cinematográfica en muchas de su imágenes, y más en concreto las del metro; o la frescura de la serie de moda –ya mítica– realizada en la propia terraza de su estudio, cuyo fondo viene delineado por la ciudad de Nueva York; la serie de Tokio, en la que unos bailarines de danza contemporánea avanzan hacia él en plena calle, o las «fotos encontradas» –así las denomina– a partir de los revestimientos que se caen de una pared... Una vez más, «solo hay que buscar el encuadre, basta toparse con ellas». Y luego todo funciona.