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Enrique García Fuentes
Sábado, 9 de diciembre 2023, 09:55
Sin duda de ninguna clase, José Luís Peixoto (Galveias, 1974) es uno de los autores más destacados de la literatura portuguesa contemporánea, donde ha destacado ... tanto en el género de la novela como en el del teatro, el relato infantil y, cómo no, la poesía (todavía se acuerda el que firma de la persistencia –dos o tres años– que pusimos hasta lograr traerle por fin en esta condición al Aula de poesía 'Enrique Díez-Canedo' y lograr con su lectura uno de los éxitos más resonantes de la misma). Su larga trayectoria abarca títulos interesantes, pero si hoy se acerca a estas páginas lo hace en virtud de lo que, en principio, pudiera considerarse una de sus más desconcertantes aportaciones al ámbito de lo literario: la escritura de la biografía de uno de los personajes portugueses más determinantes de las últimas décadas del siglo XX y del XXI hasta su reciente fallecimiento en mayo de este mismo año; me refiero al empresario campomaiorenese Rui Nabeiro (1931-2023). La obra de hoy es producto de un encargo que el mismísimo empresario le sugirió 2019. Al parecer, Peixoto rechazó la posibilidad de abordar una biografía 'ad hoc', pero aquí está la constatación de cómo utilizó la vida del 'comendador' para trazar una novela que trasciende circunscribirse a una vida para convertirse en todo un ejercicio literario sobre la memoria y la propia existencia, al final, de todos y cada uno. Cada vez creo más fervientemente que el paso del tiempo termina dulcificando nuestros recuerdos o por lo menos haciéndonoslos más asequibles. No sé si fue Javier Marías el que decía aquello de que las cosas no son como fueron sino como las recordamos, por eso cuando evocamos lo que hemos ido viviendo, instalados –como el protagonista de esta novela– casi ya en el estribo que conduce a nuestro último viaje, y repasamos intensamente nuestra vida la vamos dotando de unos colores alegres y atractivos, procurando poner de relieve el amor hacia aquellas personas que quisimos, que queremos conscientes, tal vez, de que eso será lo único que tuvimos y podremos llevarnos con nosotros. 'Comida de domingo' termina por ser, más que la mera reproducción de los hechos escogidos de una dilatada vida, más que una radiografía de toda una época y un país, para terminar siendo una meditación sobre la memoria y la vejez, n ajuste de cuentas universal, con el que todos nos sentiremos identificados llegado el momento. Por eso es importante señalar que, desde el primer momento, Peixoto –como hiciera en su obra anterior, 'Autobiografía', nada menos que con José Saramago– se apropia de la persona «real» y a la hora de trazar el curso de su vida lo convierte en un personaje antes literario, casi de ficción, que en el protagonista cierto de una vida que el mismo Nabeiro cuenta, además, casi siempre en primera persona, como si, también, de una autobiografía se tratase. Alardes propios de un escritor de fuste que, la mayor parte de las veces, sabe esquivar los territorios límite, siempre tan peligrosos, por medio de acabar convirtiendo la narración –como la mayor parte de la crítica ya ha advertido– en una novela antes que en el mero relato de una vida al uso.
La misma disposición del relato ya evidencia el trabajo previo de «literaturización» al que Peixoto ha sometido al cometido. Dividido en tres capítulos, cada uno de ellos refiere una serie de hechos que, si bien corresponden a una cronología muy determinada, los días 26, 27 y 28 de marzo de 2021, esto es, los dos que le preceden y el cumpleaños del biografiado, que se produce el último, van a ir entremezclándose en seguida con sucesivas –y pretendidamente desorganizadas– evocaciones de diferentes sucesos de la vida del protagonista. Asistimos a la emoción, no siempre contenida, que embarga al protagonista cuando se aproxima la celebración de su nonagésimo cumpleaños y a la, a veces, muy pormenorizada descripción de sucesos nimios y cotidianos de esos días con la concatenación de evocaciones que surgen de pronto del largo pasado que atesora el personaje, tanto en su condición familiar (sus padres omnipresentes en su recuerdo, su relación con sus hermanos o con su tío –trascendental en su vida–, desde su más tierna mocedad ayudando siempre a la familia) como en sus actividades (dentro y fuera de Portugal) como empresario acreditado que participó numerosas veces en la política portuguesa, como alcalde o como hombre importante que se vio en la obligación muchas veces, y por diferentes circunstancias, de tratar con políticos decisivos de su tiempo, tanto portugueses (Caetano, Soares, gobernadores civiles, Sampaio) como españoles (Felipe González) dada la condición fronteriza de su empresa y su importante implantación también en nuestro país, en nuestra tierra extremeña, principalmente en Badajoz ciudad donde vivió un breve tiempo de exilio y que visita frecuentemente.
Ni que decir tiene que el cambio de considerar la obra como una novela antes que como una biografía provoca importantes decisiones en el ámbito del lector, que ahora puede enfrentarse a la narración sin estar impelido por la veracidad de lo que se cuenta, pese a que por esta tierra se tienen referencias muy directas del personaje. Con todo, esos saltos en la cronología nos muestran exclusivamente rasgos positivos del personaje a lo largo de su trayectoria; Nabeiro se nos aparece como un hombre dialogante, siempre dispuesto a ayudar a los demás, producto sin duda de un carácter forjado en la privación y en el trabajo. Pero es acierto del autor proyectar encomiásticamente esa figura del patriarca en torno al cual se reúnen generaciones de hijos, nietos y bisnietos, o sea, el pasado, el presente y el futuro, que en las prolegómenos y realización de esa «comida de domingo» (el tópico de lo familiar por antonomasia) cosen toda una historia de feliz y provechosa trayectoria con la intuición de un final que se acerca y que se espera con orgullo.
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