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Iñaki ezkerra
Viernes, 10 de mayo 2024, 23:04
E l coqueteo con el surrealismo narrativo no ha acabado de crear nunca una tendencia grupal, un movimiento compacto o una escuela consolidada en España. ... Son varios los autores que han incurrido en esa tentación, pero como casos aislados y sin guardar ninguna relación entre ellos de tipo generacional o de comunión estética. El caso de Javier Tomeo, que linda con el de un discurso naïf del absurdo, sería un ejemplo bien ilustrativo. En otros autores, ni siquiera ese coqueteo ha determinado de forma totalizadora una obra o una trayectoria creativa sino que ha supuesto más bien una faceta o una etapa que se ha alternado en la producción de un escritor con otras obras de carácter realista. Un ejemplo nos lo brindaría el Rafael Sánchez Ferlosio de 'Industrias y andanzas de Alfanhuí', que solo cuatro años después publicaría una novela neorrrealista como 'El Jarama', o el caso más reciente de Juan José Millás, que ha venido alternando entregas realistas como 'La soledad era esto' con otras fantásticas como 'Lo que sé de los hombrecillos'. En esa particular nómina de francotiradores, hay que situar a Luis Mateo Díez. Su recién publicada novela, 'El amo de la pista', es una audaz pirueta de un surrealismo no exento de raíces en la tradición española.
La acción se desarrolla en Borenes, una de las «ciudades de sombra» que componen la conocida geografía imaginaria del autor y donde los inviernos resultan especialmente crudos, como los son los de las tierras leonesas en los que esa geografía se halla inspirada. El protagonista, y propietario de la voz en primera persona que se dirige al lector en todo momento a lo largo del libro, es Cantero, un muchacho que presenta un perfil psicológico desvalido y dependiente, carente de personalidad e iniciativa, así como una delicada salud y una especial propensión a meterse en todo tipo de complicaciones o a dejarse manipular por los otros. En un discurso del pasado, nos va poniendo al corriente de una adolescencia en la que ya era mangoneado por un compañero exseminarista, Parmeno, que lo embaucaba en ocupaciones de carácter religioso, y por un médico atrabiliario, don Gardiel, al que habían expedientado por aventurarse en unas temerarias cirugías que excedían su capacidad y que llegan a la más insólita caricatura.
Por el propio Cantero, sabremos asimismo cómo perdió en poco tiempo a sus padres y cómo fue acogido por un familiar, el tío Romero, que lo acabó expulsando de su casa tras descubrir las relaciones sexuales que estaba manteniendo con su propia esposa, la tía Calacita. Y por él tenemos noticia también de Cirro Cobalto, sin duda el personaje más conseguido del libro, un alumno entre estrafalario y arrogante al que conoce en el patio del centro educativo Caravel, en el que cursa sus estudios, y que comienza a tiranizarlo desde el primer momento. El tipo de relación que se establece entre ambos, y que va a constituir el cuerpo de la novela, es la del amo y el esclavo. De manera explícita Cirro Cobalto lo llama «esbirro» y se pasa el libro preguntándose si ese es «el Cantero que andaba buscando». Tal relación de dominio por parte de uno y de sumisión por parte del otro resulta totalmente ajena a las coordenadas realistas que pudieran describir una clásica relación insana de las que a veces se establecen en las primeras edades de la vida. Aquí los tintes llegan a un grotesco y lacerante humor negro.
La relación entre ambos jóvenes, que queda interrumpida por unos años y luego es retomada para reproducir las antiguas sevicias, recuerda a la que describía con similares tintes sádicos Fernando Arrabal en 'La torre herida por el rayo', novela con la que obtuvo el Nadal en 1982. Pero los ecos que realmente suenan como reconocibles en el texto son los de la literatura picaresca española, a lo cual contribuye el uso de un lenguaje abundante en expresiones castellanas y giros sintácticos de un moderado arcaísmo que no dificultan la lectura del libro y que contrastan de manera original con ese surrealismo argumental que linda con el expresionismo en determinados momentos; de modo especial en el tramo más avanzado de la novela en el que se empieza a apreciar el deterioro mental del protagonista.
'El amo de la pista' tiene algo de fábula hiperbólica de las relaciones de poder y de manipulación tan sorprendentes como, por otra parte, frecuentes entre los seres humanos. Pero donde reside la virtud y también la objeción que puede ponérsele a esta novela es en el estridente choque de una inverosímil inocencia cercana al infantilismo con la brutal crudeza de los hechos.
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