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Enrique García Fuentes
Viernes, 14 de junio 2024, 23:19
Ya hace tiempo que deberíamos haber superado la tesitura de considerar a Eugenio Fuentes (Montehermoso, 1958) como meramente el autor de las novelas (exitosas de ... público y crítica) protagonizadas por el peculiar detective Ricardo Cupido. El lector avezado ya sabe que su narrativa no se ha centrado únicamente en los límites de lo que conocemos como novela policial, sino que se ha acercado también, de manera harto convincente, a otros géneros dentro de la novela así como al ensayo. En este compartimento hemos de situar a esta 'Los bajos fondos del corazón', un documentado, pero sobre todo, provocativo, trabajo sobre precisamente ese género que tan a la perfección domina. Vaya por delante que si a veces sentimos la sospecha de que a un autor tan inmerso en lo que practica, como se dice habitualmente, «los árboles no le dejen ver el bosque», tal peligro está rápidamente sofocado aquí porque, sobre el perfecto ejercicio práctico que Fuentes acredita del asunto en más de media docena de novelas, los soportes teóricos sobre los que dilucida aquí son tan absolutamente novedosos como bien manejados y se hace evidente que este loable intento quiere trascender sobre el hecho común, a veces ramplonamente aceptado, de que la novela negra es un género menor, pensado para un público poco exigente y que, por lo tanto, es mirado con desdén por los ámbitos académicos al uso. Creo que lo logra con creces.
Mezclando sabiamente erudición y amenidad (pilares insoslayables de cualquier ensayo que se precie), Fuentes nos ofrece una pormenorizada exégesis del género negro: su pasado, su presente y su futuro; pero no se estanca exclusivamente en su idiosincrasia, sino que de forma tan acertada como divertida (en el más completo sentido de la palabra) lo parangona y sostiene con el correlato de otros géneros no exclusivamente literarios, como son el cine y la televisión, o también la pintura y hasta la filosofía. Tal vez por eso Fuentes arranca en su ensayo reflexionando sobre el concepto de preeminencia de unos géneros frente a otros para acabar considerando que la novela negra ha salido del hoyo donde habitualmente se la instala, toda vez que el incremento del rigor literario, la variedad de temas en ella tratados, la huida de la repetición, la rapidez de reflejos para abordar la inmediata realidad, esa especial capacidad de centrarse en lo que interesa y preocupa a la sociedad, así como el cada vez más evidente cuidado estilístico se constituyen en poderosas razones como para reformular aquella caduca mala consideración.
EUGENIO FUENTES
Editorial: Tusquets. Barcelona, 2024.
384 páginas.
21 euros.
Puesto a asentar bien los cimientos, reafirma nuestro autor al «daño» y al «misterio» (que no es lo mismo que el «enigma») como sostenes fundamentales del género. Y luego recorre la historia de la literatura para ir señalando los vasos comunicantes que se establecen entre el género negro y el resto de las manifestaciones literarias. Primero parte de un elenco de obras que considerar como indudables antecedentes sin que sus autores sean «sospechosos» de haberse dedicado por entero al género, por eso llaman la atención nombre como, entre otros, Balzac, Emilia Pardo Bazán o el mismo Fernando Pessoa. También coteja el curioso hecho de diversos argumentos novelísticos que se ajustarían como un guante a los típicos/tópicos del género y que, sin embargo, se desarrollan en novelas que a nadie se le ocurriría conceptuar como tales. Por fin pone de relieve otro hecho incuestionable: en los últimos tiempos se han ido apuntando al carro de la novela negra nombres consagrados que, por este acercamiento, la están dotando cada vez más claramente de una cierta «legitimación».
Lo que más llama la atención de este ameno trabajo es, qué duda cabe, el punto de fricción esencial que plantea; me refiero al hecho de cuestionar que la novela negra sea el portavoz por antonomasia de denuncia de los males sociales en la literatura y su aparente incapacidad para escapar del realismo como fundamento de su condición. La batería de argumentos que opone en contra creo que hará dudar al más convencido de esta tesis, pues creo que de forma convincente se sostiene el hecho de que son los problemas psicológicos de sus protagonistas o sus dificultades para relacionarse con el mundo y sus semejantes los detonantes principales del género (y para ello parte de los horribles asesinatos de masas perpetrados no hace mucho por aquel desgraciado supremacista noruego o el piloto alemán que para suicidarse estrelló un avión). Aunque la novela negra cuente con muchos elementos que le permiten contar la realidad social, lo que de verdad la impulsa –y termina por conferirle su peculiar idiosincrasia– es la indagación en los conflictos personales, en los daños observables en esos bajos fondos del corazón que tan acertadamente requiere como título de la obra. El delito sobreviene «no porque la sociedad es injusta, sino porque el hombre no es feliz». Fuentes se centra hábilmente en dilucidar acerca de las dos vías tradicionales del género policial; por un lado los relatos que se construyen en torno a la averiguación de un enigma (los británicos generalmente) frente a otros a los que les interesa más narrar el ambiente en el que se mueven sus protagonistas y no tanto la resolución de un caso el «hard boiled» norteamericano, pero también las nuevas corrientes detectadas en el norte de Europa y en el Mediterráneo). La sal de todo el constante diálogo que la impetración acerca del género mantiene con un sinfín de asuntos literarios o no: la reivindicación del juicio de Salomón como el primer ejemplo de investigación criminal, la evidente (y apasionante) relación con el cine, la «polinización» que se establece a la hora de influirse respectivamente entre la novela negra y el resto de las novelas, la capacidad de aquella para dar cabida a temas latentes en la sociedad del momento (feminismo, ecología, defensa de los animales pero que, sin embargo, no constituyen el alcance último de la misma), la importancia cada vez más evidente de la mujer como autora y protagonista y hasta una curiosa comparación con el deporte del ciclismo que tanto Fuentes (como su impecable Cupido) practican. Pero también atentas reflexiones sobre que otros autores recuperen a detectives míticos y el hecho fundamental (como conclusión) de que cuando logre asentarse del todo la estética como intención suprema de la novela negra dejaremos de hablar de un género «aparte» en la novela actual. Pero todo sin grandes pretensiones académicas ni con exceso de divagaciones que terminen por conducir a nada. El ensayo termina con una concesión para sí y sus seguidores: algunos asertos sobre el esencial personaje de su detective protagonista Cupido. Una obra que nos enseña mucho desde dentro y que, sobre todo, es una delicia leer.
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