Carmen Clara Balmaseda. HOY

¿Quién mató a Julián Expósito?

Prosa ágil y cuidada. Antes que novela negra, policíaca, social o histórica, 'Donde se queman los hombres' es una narración de enorme calado psicológico

Manuel Pecellín

Sábado, 16 de marzo 2024, 09:00

Quién mató a Julián Expósito? La búsqueda de respuesta a esta pregunta, lacerante para todos los implicados, constituye el eje conductor de un ambicioso proyecto ... narrativo. Responsables de las investigaciones no van a ser policías o agentes especiales, sino una pareja de jóvenes juristas estrechamente relacionados con el fallecido. Ambos desarrollarán sus pesquisas dos lustros después del crimen. Si terminan resolviendo el enigma, con implicaciones cada vez más complejas, será más bien fruto del azar, o de la voluntaria decisión de la novelista, que de las virtudes pesquisidoras de los dos letrados (más aguda, la fiscal Melania), desaparecidos en numerosas páginas.

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Como en la consabida caja de cerezas, los ramitos se enzarzan entre sí y resulta imposible elegir un solo fruto. Un crimen tira de otro; aquel acontecimiento evoca otros anteriores y este personaje trae a colación amigos, compañeros o familiares con los que compartiera vicisitudes. Algo común parece unir a los protagonistas: todos sufren, por distintas razones, un profundo complejo de culpabilidad, que les condiciona la conducta. Por eso, antes que novela negra, policíaca, social o histórica –mucho hay de ello en sus páginas–, 'Donde se queman los hombres' es una narración de enorme calado psicológico. Predominan los análisis de las emociones provocadas por la homosexualidad de parte de los protagonistas y el carácter extraordinariamente violento de otros, muchos de ambos tipos miembros de las fuerzas armadas españolas.

Carmen Clara Balmaseda (Badajoz, 1995), graduada en Filología Hispánica y profesora de un instituto canario, fue incluida por la siempre atenta Pilar Galán en 'La materia cambiante: panorama de la joven narrativa extremeña' (2019), donde publicó el relato «La hora dorada» y el prólogo a su novela 'Crisálida'. Apareció en la editorial Amarante (2021) este relato sobre una mujer asesinada en las calles de Barcelona, muerte que un joven inspector, también herido por sentimientos de culpa, se encarga de aclarar, a la vez que lo hace Carlos Extremera, hermano de la víctima, deseoso de venganza.

La novelista ha elegido esta vez Badajoz como escena de los acontecimientos (aunque por fuerza de los mismos discurra en ocasiones por los cuarteles Madrid o Sevilla). El relato de los mismos lo asume en primera persona Miguel Expósito, cuyas relaciones fraternales no son unívocas. Él mismo va a sentirse tan culpable como otros estrechamente relacionados, algunos de la manera más imprevisible y que no debemos adelantar aquí.

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Como un capullo de seda, cuyos hilos discurren en direcciones distintas, repitiendo vueltas desde los orígenes al final, con sus tramos intermedios, la historia (más bien, en plural) aquí referida va desarrollándose sin lógica continuidad, con saltos continuos desde aquel terrible agosto de 1936 hasta los primeros ochenta del siglo último, pasando por los lustros intermedios. La ciudad del Guadiana no sale muy airosa en momento alguno. Dos partícipes directos de las matanzas veraniegas (descritas con gruesos trazos), un legionario y un teniente coronel de la guardia civil –caracteres desbordantes ambos, sobre todo el segundo– alcanzan un protagonismo especial. El destino los castigará severamente. A su sombra, los hijos (Julián, Miguel y Gonzalo) y mujeres (Carmen y Concha) lo tienen bien difícil para tomar sus propias decisiones, que pueden terminar en tragedias. Otros secundarios (Luis, el cura ciego, o F. Valera, capitán sin escrúpulos, asesino en serie) añaden otras perspectivas. Los afanes de venganza, el peso de las tradiciones y apellidos, los prejuicios clasistas jugarán también papel notable.

Las sorpresas van produciéndose una tras otras, ofuscando al lector con pistas falsas, hasta el desenlace último. La prosa, ágil y cuidada, ganaría con la eliminación de términos repetidos, tópicos poco felices o frases como «ambos tuvieron de cumplir» (pág. 315), por fortuna infrecuentes.

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