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MANUEL PECELLÍN
Sábado, 6 de febrero 2021, 10:48
Hace un lustro, se publicaba la obra 'Tartessos and the Phoenicians in Iberia' (Oxford University Press, 2016), dirigida al público inglés, que contaba con muy ... escasa información sobre el tema. Sus autores, dos consumados especialistas en el manejo de las fuentes documentales y arqueológicas. Carolina López-Ruiz, catedrática de estudios clásicos en la Ohio State University, tiene numerosos trabajos en torno a la difusión por el Mediterráneo de los héroes y dioses de la mitología griega, siendo coeditora del Oxford Handbook of the Phoenician and Punic Mediterranean (2019). Sebastián Celestino, director del Instituto de Arqueología del CSIC, responsable de las excavaciones en Cancho Roano y el Turuñuelo, es el Investigador Principal de 'Construyendo Tarteso', proyecto con el que obtuvo el Premio Nacional de Arqueología y Paleontogía de la Fundación Palarq; entre sus libros cabe destacar 'Las estelas de guerrero y las estelas diademadas' (2001) y 'Tarteso. Territorio y cultura' (2016).
La obra de Oxford, traducida por Mateo González Vázquez, reaparece con el título 'Tarteso y los Fenicios de Occidente'. Se justifica el por los hallazgos obtenidos durante los años últimos en Andalucía, Extremadura y Portugal, territorios donde se desarrollara la «civilización histórica más antigua del Mediterráneo Occidental» desde los siglos VIII al V antes de Cristo. Volumen con 450 densas páginas, 900 notas explicativas, elocuentes ilustraciones, exhaustivo apéndice bibliográfico y el oportuno índice analítico, pasará a ser obra fundamental para historiadores y curiosos, si bien quedan abundantes lagunas por resolver... y muchos yacimientos que excavar. Probablemente, las máximas aportaciones llegarían si se llegase a descifrar la escritura epigráfica tartésica, cosa aún no conseguida.
La primera parte estudia las referencias que geógrafos, historiadores, poetas, dramaturgos, etc. grecolatinos nos han trasmitido, directamente o como al socaire, de aquella cultura asentada primero en el triángulo Huelva-Cádiz-Sevilla, valles-estuarios del Guadalete, Guadalquivir y Guadiana, hasta donde irán viniendo tirios, fenicios y cartagineses con intenciones fundamentalmente comerciales. Territorios atlánticos, tras las columnas de Hércules (Gibraltar) que deslumbran por la afabilidad de sus gentes; el buen refugio de los puertos y las inagotables riquezas mineras (oro, plata, bronce, hierro, estaño), marinas (salazones) o agroganaderas, tanto como por la prestancia de sus «reyes»(Gargoris, Habis, el incomensurable Argantonio). Tarteso equivale durante siglos a un Dorado avant la lettre. La propia Biblia lo presenta así, unas veinte veces (bajo la denominación de «Tharsis»). Los marineros orientales aportaron también factores ventajosos (cultivo de la vid y el olivo, técnicas para obtención de los metales, el alfabeto). Del fecundo contacto entre las poblaciones indígenas y la gente del mar surge por un fenómeno de aculturación o hibridación ese extraordinario fenómeno sociopolítico que fue Tarteso.
La parte segunda de la obra constituye un estudio pormenorizado de cuantos materiales se han ido descubriendo, recuperándose o redefiniéndose, tras las pioneras investigaciones del alemán Schulten y el inglés Bensor. Tesoros (Aliseda, el Carambolo), armas, estelas, cerámicas, marfiles, estatuas, inscripciones, túmulos, santuarios (impresionantes los de Cancho Roano y el actualísimo Turuñuelo, ambos en Badajoz) que lucen la cada vez mejor conocida «huella» de Tarteso, son presentados detenidamente y dentro de un marco histórico holístico, perfectamente contextualizado, con ayuda de las herramientas métricas más perfeccionadas.
Todavía allá por el s. IV d.C., mil años después de que una suerte de tsunami devastador diera al traste con aquel riquísimo mundo, hasta borrarlo, o casi, de la faz de la tierra, el escritor latino Rufo Fiesto Avieno, inspirándose en una fuente focea, compone la Ora Maritima. Entre otros pasajes incluye este: «Aquí se encuentran las amplias costas del golfo tartesio y desde el río Anas, hasta estos territorios las naves tienen un día de trayecto. Aquí se halla la ciudadela de Gadir, ya que en la lengua de los cartagineses se llamaba Gadir a un lugar vallado. Esta misma ciudad fue denominada primero Tarteso, ciudad importante y rica en tiempo remoto» (pág. 124).
Ciudad, río, área territorial, emporio..., «Tarteso» designó diferentes realidades, relacionadas entre sí. Todas tienen un denominador común, cada vez mejor establecido gracias a estudios como este.
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