Francis Negrete
Viernes, 7 de junio 2024, 22:53
Como escribe en la introducción del libro 'Presencias de tarde' el autor, Moisés Cayetano Rosado, sus prosas poéticas y reflexivas «surgen aquí para ser compartidas ... con los que deseen acercarse a este remanso personal en medio de 'las batallas' libradas con el resto de mis entregas bibliográficas, ya extensas, porque la edad que avanza ha dado para casi todo».
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Divide su obra en dos partes: la primera, que titula 'Antes del olvido', en la que recoge bellos poemas, uno de ellos dedicado a «aquellos carnavales» en su pueblo: «¿En dónde habría dejado/ aquel disfraz terrible/ que solo daba miedo/ a los guardias civiles de tricornio/ fusilones al hombro/ y negras cartucheras?» (página 18).
Poema que lee el autor con una cadencia que deja un rastro de melancolía de unos tiempos en que el carnaval estaba prohibido, eligiendo de ilustración un fotograma de 'Domingo de carnaval', una buena película neorrealista de un cineasta maltratado, Edgar Neville.
Y así, hace un recorrido por esta obra que, aunque relata costumbres de La Roca de la Sierra (su pueblo de nacimiento, niñez y adolescencia), ha sabido elegir aquellas que se reproducían entonces, aunque con otros protagonistas, en cada uno de nuestros pueblos, como las ferias de antaño: «La feria de entonces nos cubría de sopor/ -¡oh! el tiovivo de tracción humana/ la tómbola de muñecona y plásticos/ sus columpios de cisnes repintados/ las casetas de tiro a cigarrillo y caramelo/ los petardos, la rueda de fuegos/ con sus revueltas perezosas/ la trompeta, el tambor, el vocalista…–/ envuelta en papelorios de alegría, banderitas/ que se ajaban al menor atisbo de tormenta» (página 29).
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MOISÉS CAYETANO ROSADO
Edita: Fundación Caja Badajoz.
2024.
112 páginas
El autor evoca la nostalgia de los campos, donde los niños iban a robar, allí naranjas, aquí membrillos o cerezas «garrafales», y dedica un bello poema a las azufaifas de la huerta del señor Rafael: «Todo perfume./ Todo, sí, añoranza perfumada/ del pueblo pequeño y vaciado/ de los que fuimos niños por entonces/ y andamos derramados por el mundo» (página 38).
En la segunda, que llama 'Después del olvido', Moisés Cayetano utiliza la prosa, pero una prosa lírica, en la que deja su alma por fuera, a la vista del lector, para rememorar el paraíso perdido de su infancia, sus seres queridos y perdidos, las «tristes tardes aldeanas» (página 55), las «niñas y los niños de la escuela» (páginas 62-65)… Hay que detenerse en algunos de sus capítulos, como en aquel en el que narra que «para saber si al día siguiente podíamos comer huevos, mi tía Elena iba cogiendo una a una las gallinas, tan pacientes, y les hurgaba en el trasero». Y de esa operación diaria deducía: «Seis para mañana, o cuatro, o los que fuera». «Y ya se hacía el menú con el poco de aceite, las rebanadas de pan y la cosecha amplia de cardillos, romazas, ajos porros, de un campo abierto para todos» (páginas 66-67).
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Se recrea también en un capítulo dedicado a las «luchas salvajes» entre los niños de distintos barrios del pueblo. Allí había unos temidos, «los de la Calle el Cuervo», cuyo líder, «El Zurdo, hacía temblar con solo pronunciar su apodo» (páginas 77-79); como en Alburquerque (desde donde escribo) eran las huestes de niños de la Villa Adentro. El autor modula su palabra para describir aquellos cruentos enfrentamientos: «Escaramuzas peligrosas, con quebraduras, sangre y contusiones, en las que a lo que más que se llegaba era a un breve armisticio olvidado al poco tiempo» (página 78). Y nuevamente, también en este capítulo, incide en la nostalgia del tiempo perdido, por el discurrir de los años que de niños se hacían eternos y ahora son efímeros, y el lugar igualmente perdido, por la emigración desgarradora: «No era un mundo idílico aquél de las peleas, de las luchas salvajes. Pero era nuestro mundo, y lo perdimos. Y el pueblo quedó solo, ¡tan vacío! Se trasladó el modelo a las lejanas barriadas periféricas, a los inmensos suburbios levantados por los que procedían de la pequeñez de los pueblos y sus humildes calles de piedra y tierra compactada» (páginas 78-79).
En 'Presencia de la tarde', Moisés Cayetano Rosado no solo evidencia su amor hacia el pueblo que le vio nacer, sino también su compromiso social y político, el dolor que le causan las injusticias y una profunda honestidad.
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La Roca de la Sierra tiene la suerte de contar con este hijo ilustre, uno de los extremeños más comprometidos y prolíficos en cuanto a obras publicadas, un hombre que ya debería tener la Medalla de Extremadura. Y también tiene suerte La Roca de la Sierra de contar con un gestor incansable, Alfonso González Almiña, que ha entregado media vida a hacer a su pueblo más grande, empeñado igualmente en llevar una y otra vez la voz de Moisés Cayetano en la presentación y promoción de este y otros de sus libros ante sus paisanos.
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