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Elena Sierra
Sábado, 6 de abril 2024, 09:56
Ser «un puro»: estudiarse toda la teoría y no dejar que la práctica te desvíe del camino. Ser un puro, en los setenta en Argentina, ... era creer a pies juntillas en la lucha armada, en la violencia como único recurso. Y eso, en plena dictadura militar, significaba acabar en el exilio, secuestrado, muerto o desaparecido. No había más opciones: la de sobrevivir a la tortura no se cuenta todavía, como explican algunas personas con las que habla Leila Guerriero, cronista de tantas historias recientes de su país, en un libro que recuenta la vida de Silvia Labayru, montonera, superviviente y una de las tres primeras mujeres en denunciar los crímenes de violencia sexual cometidos contra las víctimas de la ESMA, el famoso centro de retención y tortura.
Esa denuncia se hizo hace muy poco. Hasta ahora, todavía hoy, hay quien considera que estas mujeres fueron las novias o amantes de sus captores. Si no te destrozan el cuerpo, no es violación (uy, me suena esto...). Hasta ese punto sabemos tan poco hoy de las muchas formas de violencia. Es terrible. Como lo es que reconocer el daño causado –es lo que hace Labayru al poco de comenzar esta larga entrevista– decir 'ahí me equivoqué', lleve al ostracismo. 'La llamada' arroja luz sobre muchos momentos oscuros y conversaciones incómodas. Guerriero vuelve atrás y adelante para ir desgranando la vida de Labayru, hija de militar, niña bien que acabó encerrada a los 20, que parió en la ESMA y que, al quedar libre, pudo coger a su hija y exiliarse en España. Siempre bajo sospecha. Parece una novela y es muy real.
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