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JOSÉ MARÍA LAMA
Sábado, 6 de enero 2024, 10:22
Ha dado la casualidad de que en 2023, cuando desde la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica 'José González Barrero' de Zafra se ... ha impulsado la investigación sobre la «columna de los ocho mil» y organizado una exposición sobre este primer éxodo de la guerra, ocurrido en el sur de Extremadura en septiembre de 1936, se hayan publicado dos novelas que tratan los hechos. La primera se editó en verano en Barcelona, en la editorial El Grillo Libertario, y tiene un título extraño: 'Tributo a nadis o me cago en tus muertos', en el que con «nadis» se recupera un vocablo del 'Poema del Mío Cid' que significa «nadie» y con el malsonante subtítulo se pretende evidenciar el desprecio de algunos a los muertos ajenos. En la portada aparece como autora Esperanza Vizuete Gordón, aunque ese nombre es un seudónimo de Miguel Sánchez Díaz, catedrático jubilado de Lengua y Literatura, natural de Azuaga y vecino de Barcelona, que recupera en esta obra parte de los recuerdos familiares para hilvanar la experiencia de varias personas que iban en la columna.
Y la segunda novela es 'Nadie puede cambiar el pasado'. Un destino roto por la guerra de Luis Expósito, nacido en Madrid, en 1959, aunque con ancestros en Zafra. Licenciado en Derecho y experto en recursos humanos, durante treinta años ha ejercido esta responsabilidad en Mediaset España y esta es su primera novela.
La obra —que prologa el periodista Pedro Piqueras— narra, en síntesis, la vida de un hombre, de un yuntero extremeño, de Fregenal de la Sierra, desde 1921 hasta 1946. Un yuntero un tanto peculiar, aunque no inverosímil, que fue legionario en su juventud, que participó en la toma de tierras del 25 de marzo de 1936 y que unos meses después salió de Fregenal con muchos otros en la llamada «columna de los ocho mil» para llegar a Madrid en octubre e integrarse en el ejército republicano, en el que llegó a capitán y, tras ser herido, dedicarse a los servicios de información militar. Exiliado en México, rehace su vida y organiza una temprana vuelta a sus orígenes, con la que acaba el libro.
En puridad, la narración sobre la «columna» solo ocupa los dos primeros capítulos, pero hay menciones frecuentes en el texto, y toda la vida posterior del protagonista viene en cierto modo condicionada por su salida de Fregenal –huido–, su breve estancia en Llerena –escondido–, y su regreso –camuflado–, tras tantos años.
La vida personal del protagonista, Agustín Lobo, con sus penalidades, su desempeño profesional y con sus relaciones afectivas y familiares, transcurre paralela a un contexto histórico de enorme dramatismo, que se abre con el desastre de Annual, prosigue con la II República y, tras ella, con la huida, la guerra y el exilio.
El ejercicio historiográfico tiene prohibido inventar, mientras que la esencia de la literatura es la invención. Por eso a la hora de afrontar un texto en la frontera de ambas, la literatura y la historia, creo que todo consiste en ensamblar bien, como casi todo en la vida, los terrenos vedados por la prohibición y el campo abierto para el afán. Y eso es lo que creo que ha hecho Luis Expósito, idear una trama y unos personajes, hacerlos hablar, respetando un contexto histórico mediante una rigurosa tarea de documentación.
Y si se respeta el contexto histórico, la peripecia de los personajes inventados y superpuestos ayuda a ir más allá, gracias a la ficción, de lo que puede llegar el historiador, y contribuye a ilustrar la historia, a figurársela, sin menoscabo de la veracidad de lo relatado. La literatura y sus subjetividades aportan, a veces, matices expresivos e interpretativos a la historia que están lejos del oficio del historiador.
Pero lo literario no está solo en aplicar la ficción, consiste sobre todo en el buen uso de la palabra y en la correcta ordenación del relato. Esta es una novela muy bien escrita, en la que el autor demuestra la misma pericia para relatar que para describir. La frase es corta cuando se relata, cuando se suceden los diálogos, o cuando conviene dar brío a la expresión, y extensa en los pasajes descriptivos, al remansarse la acción. La adjetivación está contenida y son el sustantivo y el verbo, como exige la buena literatura, los que dominan el texto. Lo que se cuenta está bien ordenado y la intriga recorre todo el relato. Hasta la última página.
Nadie puede cambiar el pasado. Un destino roto por la guerra tiene algo de novela negra, de espías, de aventuras, bélica, romántica, de tesis y hasta de novela fantástica (con la aparición de una criatura extraña, el lobisome en las cercanías de Villafranca de los Barros)... Pero más allá de sus múltiples facetas, se concluye con la sensación de haber leído una buena aproximación a la historia de España de la primera mitad del siglo XX de la mano de un escritor de fuste.
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