La escritora estadounidense está en plena forma a sus 85 años. I. ANDRÉS

Padres fundadores

Carol Oates mantiene el pulso en esta truculenta denuncia de los excesos en que incurrió la medicina psiquiátrica en el siglo XIX

Pablo Martínez Zarracina

Sábado, 2 de noviembre 2024, 19:14

Joyce Carol Oates irrumpe con su última novela en el panteón de la medicina estadounidense y los destrozos son de envergadura. Lo hace a través de una figura ficticia, el doctor Silas Aloysius Weir, «padre de la ginopsiquiatría», que guarda un parentesco evidente con médicos decimonónicos reales, figuras con estatus de pioneros como el neurólogo Silas Weir o el ginecólogo James Marion Sims. El protagonista de 'Carnicero' aspira a esa gloria fundacional, pero es un matasanos mediocre e iluminado, propenso a desmayarse en las cirugías y más preocupado por el ascenso social que por sus pacientes, mujeres en su mayoría pobres o excluidas a quienes considera «individuos de valor cuestionable», o sea: material idóneo para experimentar.

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La tesis de Joyce Carol Oates es directa y combativa: la historia, también la de la medicina, es un asunto estrictamente masculino que se ha construido sobre montañas de mujeres tratadas en el mejor de los casos como menores de edad perpetuas y en el peor directamente como animales. Una de las pacientes de Weir, una mujer con problemas psicológicos a la que la medicina heroica libra del diagnóstico de la posesión demoniaca para someterla a modernísimos tratamientos cercanos a la tortura, lo explica así refiriéndose a su enfermedad: «Se tomaron decisiones. Se tomaron decisiones entre hombres. Siempre que se decide algo se hace entre hombres».

El acierto de la novela consiste en extraer de esa tesis central la energía para la demolición pero no la estrategia, que es más sofisticada e indirecta. La narración se construye a partir de diversos testimonios, principalmente de capítulos extraídos de las memorias de Weir, a los que se añaden declaraciones de sus pacientes, sobre todo de una de ellas, Brigit, una joven albina y sordomuda que será la favorita del eminente doctor. Todo aparece bajo el control editorial de un hijo del cirujano dispuesto a retratar por completo la figura de un padre «célebre aunque controvertido». Dejándole hablar y crecer como narrador poco fiable, Joyce Carol Oates muestra a un médico que es un carnicero –la novela es un festival de sangre, fístulas, suturas y «olores fetulentos»–, pero también un ser presuntuoso y grotesco, casi nabokoviano, que resbala involuntariamente por la pendiente del humor negro. El modo en que lo ridículo rebaja lo maniqueo amplía el alcance de una historia que avanza como un ciclón y remite constantemente a debates actuales. El asombroso estado de forma de su autora, que ha superado los ochenta y cinco años y es uno de los grandes nombres de la literatura estadounidense, se demuestra en un final sangriento, pletórico y revolucionario: un ajuste de cuentas resuelto con la ferocidad de una debutante.

Carnicero

Joyce Carol Oates. Traducción: Nuria Molies Galarza. Editorial: Alfaguara. 417 páginas, 22,90 euros.

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