La palabra y sus limitaciones

Deficiencias y grandezas de la palabra

Feliciano Correa

Lección inaugural en la apertura del curso 2023-2024 de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes

Quienes somos por oficio enseñantes y no queremos pararnos en la cáscara de los silogismos, nos preguntamos con frecuencia si existe la posibilidad de reproducir fielmente, en letras o en voz, todo lo experimentado. Concluyendo que somos súbditos de las limitaciones que contienen los diccionarios. Y eso aquí se analiza con rigor.

Feliciano Correa plantea certeros compartimentos en su estudio, diferenciando el habla del filósofo, del periodista, del político, y de otros usuarios del lenguaje que, sin arriesgar demasiado, se mueven con frecuencia en el mundo de las elucubraciones. Para refrendar algunos de sus asertos, ha hallado el respaldo de personalidades versadas en distintas ramas del saber: Muñoz Molina, Manuel Alcántara, Amando de Miguel, Fernando Fernán Gómez, Javier Marías, Pérez Reverte y otros.

Mención especial merece en esta reseña, lo que se relata sobre «la dificultad que conlleva ser claro en el mundo del periodismo». Pues frente al formato sábana, diseñado para leer sin prisa lo mucho escrito, hoy es obligada la síntesis, también en lo radio-televisado. Dice Correa que «el columnista, el reportero… ha de saber decir mucho en pocas palabras. Intentando que ese flas sea expresivo para que no se interprete equivocado lo que se cuenta».

Esta publicación nos advierte que tanto en la palabra escrita como en la pronunciada debe saberse la condición del auditorio o del lector para «no usar la palabra en vano».

Escribe Feliciano Correa en 'La columna invertebrada' y en el capítulo 'Palabras perdidas', que: «La palabra no es otra cosa que el mensajero que da forma al espíritu». Sin duda una frase para la reflexión, a la que podríamos agregar aquello de Cervantes: «La pluma es el lenguaje del alma».

Dejada aquí constancia de la brega que el autor nos regala, permítasenos agregar algo que podemos contar como testigos privilegiados. Conocimos a Feliciano Correa cuando junto a él estudiábamos en un prestigioso centro de enseñanzas en Madrid. Era ya entonces un joven interesado en las todas actividades culturales que se realizaban. Frecuentemente lo veíamos en la gran biblioteca como un curioso que buscaba en las diversas cuestiones sociales y culturales de aquellos años. Algunos de sus enfoques fueron tempranamente firmados por él en prensa. Su continuada y posterior formación, que la realizaba estudiando y trabajando, le hizo acreedor de destacados nombramientos al servicio de Administración Civil del Estado. En esas tareas destacó siempre por su constancia y por la habilidad en la dirección de equipos. Logró premios nacionales en el Periodismo y en otras obras de ensayo. Cuando ha disertado en Madrid hemos acudido, recreándonos en su capacidad oratoria.

La abundante producción literaria y de investigación con la que ha llenado su vida tiene como denominador común su amor a Extremadura y su condición de humanista. Y todo ello, sin alejarse de la realidad de nuestro tiempo, del sesgo político en el que habitamos y de las carencias culturales que en algunos lugares se padece.

Digamos también que, en ese camino investigador nos ha ofrecido grandes trabajos como 'Balboa. La fantástica historia de un hidalgo español', dedicado al europeo que primero divisó la mayor masa de agua salada del planeta, libro de enorme éxito en la república de Panamá. Y, más recientemente, otro estudio de un periodo del que fue testigo y protagonista: 'La Transición política. Antecedentes y conflictos en Extremadura'. Algunos comentaristas han escrito que «la obra sobre la Transición del académico e historiador extremeño supone una aportación indispensable para la comprensión de lo sucedido en aquellos años fecundo que alumbraron la actual democracia».

Cerramos ya afirmando que la obra que nos lleva a escribir este comentario es una pieza que podrá ser referencia para los curiosos del lenguaje, para los profesores, para los oradores y conferenciantes de oficio. Por nuestra parte, deseamos a Feliciano mucha vida por delante para que nos siga deleitando con el fondo de sus afanosas indagaciones y con la forma con su cuidada literatura.