¿Qué ha pasado hoy, 14 de marzo, en Extremadura?

Los paseos de circunvalación

La prosa de Simón Viola abunda en la digresión y en 'Palabras' hace un repaso sin efusiones por la cotidianidad de toda una vida, hecho de 12 secciones autoconclusivas pero interrelacionadas

ángel Borreguero

Viernes, 14 de marzo 2025, 23:11

En el capítulo cuarto de 'Palabras', Simón Viola (La Codosera, Badajoz, 1955) relata barojianos paseos por la ciudad universitaria parisina en el verano de 1983, ... por los alrededores del parque de Montsouris y el Periférico de circunvalación. Recuerdan estos periplos urbanos a 'Susana y los cazadores de moscas' (1938), novela de madurez de Baroja en que el narrador y la protagonista paseaban su amor periférico –provinciano en la gran ciudad– por los mismos parajes que más de cuarenta años después paseará el flâneur Viola al ritmo de la música nacional rusa (Tchaikovsky o Rimsky-Korsakov) que le permite escuchar su «pequeño radio-casette con auriculares» (página 37).

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Como el bulevar periférico de París, este libro tiene algo de paseo de circunvalación, y el núcleo que circunda no sería otro que el vivir gozoso del que hablaba Javier Cercas en el fragmento de 'La velocidad de la luz' (Tusquets, 2005) que Simón Viola utilizaba como epígrafe en 'Fronteras' (Diputación Provincial de Badajoz, 2020), su primera incursión en la ficción literaria: «De un tiempo a esta parte, me persigue la sospecha de que quizá la felicidad consista en estar vivo, y de que todos somos felices, solo que no nos damos cuenta». Esta felicidad, experimentada ya en la infancia, se recobra en los dos últimos capítulos de 'Palabras', en la sala de profesores donde por la ventana «entraba un perfume de lavanda mientras el tiempo parecía detenerse en su fluir […], como si algún tonto se hubiera dejado abierta una de las puertas del paraíso» (página 87), o en la finca de Valdecerillos, entre olivos, higueras y madroños, en una estampa de tono contemplativo y elogio de la vida silenciosa y sin propósito.

Palabras

Simón Viola

Editorial: Editora Regional de Extremadura.

99 páginas.

10 euros

Si en 'Fronteras' primaban los textos narrativos y de sabor legendario o consejero, ligados en su ambientación a los paisajes originales y a los mitos fundacionales del autor, en este repaso sin efusiones por la cotidianidad de toda una vida, hecho de doce secciones o apartamentos autoconclusivos pero interrelacionados (motivos y formas reaparecen con insistencia), la prosa de Viola abunda en la digresión, coquetea con el ensayo y con el comentario de textos, y se hace abiertamente poética ya en las últimas composiciones. Es 'Palabras' un libro cruzado por los libros, por la cita literaria inesperada y la delectación morosa en la palabra: en sus páginas trata el narrador con escritores (amigos y conocidos), desmenuza sintagmas, aplica minuciosidad a los textos y el resultado no pesa sin embargo: es ligero y casi portátil. Son particularmente divertidas las páginas que se dedican a desentrañar el sentido último de los refranes (por ejemplo, «la mujer y la cereza por su mal se afeitan»), o aquellas en se comentan los deslices y dislates de grandes escritores. Algunos de los nombres que aparecen en estas memorias literarias y sentimentales son los de Ricardo Senabre, Julio Cortázar, Octavio Escobar Giraldo, Laura Restrepo, Dulce Chacón, Félix Grande, José Saramago, Susana Martín Gijón o José Miguel Santiago Castelo...

También en 'Palabras' recupera Viola sus orígenes campesinos y rayanos; propone la rehabilitación del poeta pacense Manuel Monterrey, al que pinta enflaquecido y lleno de piojos ya hacia 1956 (moriría más de siete años después), y sometido en su propia casa; comenta dos viajes a Colombia y la disparidad de estilos y psicologías entre los autores visitantes del Aula Literaria Guadiana de Don Benito, que durante más de veinte años coordinó junto con el profesor José Carlos García de Paredes. Conviven en suma en este libro el análisis ameno de textos y la risa abierta, el gusto por la curiosidad etimológica, por el calambur, el equívoco lingüístico y la inventiva verbal, y el recuento de anécdotas de la vida profesional.

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Simón Viola enseñó, durante más de cuarenta años, lengua y literatura en el Colegio Claret de Don Benito, donde fue apreciado como profesor y admirado como ser de lejanías incluso quienes estudiamos allí y no lo tuvimos como profesor, a su labor al frente del Aula Literaria Guadiana debemos de igual manera el descubrimiento en la adolescencia de autores como Rafael Reig, Marta Sanz o Vicente Molina Foix.

En un momento de pesimismo o incertidumbre, se pregunta el profesor Viola por la utilidad de su trabajo y habla de «cientos, miles, millones de palabras gastadas sin que llegara a saber si servirían para algo, si dejarían alguna huella en los alumnos, si contribuirían a consolidar su identidad o su formación». Pero es cierta la cita de H. B. Adams que se reproduce en las primeras páginas del libro: «El profesor, como el escritor, trabaja para la eternidad».

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