Enrique García Fuentes
Viernes, 22 de noviembre 2024, 23:22
Cuando, como en estos dos casos, uno lleva toda la vida unido profundamente a esos libros que no sólo lee, sino que estudia, se examina ... de ellos y luego, tras un tiempo, se dedica a explicar y tratar de hacer amenos y compatibles con otras veleidades a alumnos más o menos (muy muy menos) motivados e interesados, llega un momento en el que el caudal que hemos ido atesorando dentro necesita con fuerza salir –si quiera sea para que no se nos quede dentro tanta belleza asimilada, tanta sugestión compartida o ninguneada en vano– y ya no se detiene. En su momento me hice eco de la obra de varios autores que compatibilizaban la explicación y el trabajo diario con su propia dedicación a la creación; y recuerdo haber hecho hincapié en el caso de Adrián Tejeda, profesor en los Ciclos Formativos de Sanidad –algo en principio muy alejado de lo literario– como ejemplo de cuanto llevo dicho. En los casos de hoy seguimos la senda (y cuántos que quedan por salir).
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A Faustino Díaz Niso (Brozas, 1963) le conocimos 'Silva de varia lección', una excelente colección de poemas bien timbrados en los usos estróficos más difíciles de nuestra tradición poética que él, sin embargo, manejaba con extraordinaria soltura. Sonetos, décimas, redondillas acogían particulares anécdotas y divertidas reflexiones acerca de las diferentes dimensiones de su trabajo como profesor durante más de treinta años. Con este 'Certezas y extrañezas' esos confesos juegos anteriores trascienden ahora en un puñado de poemas de más hondo calado, de miras quizá más elevadas, donde lo personal e íntimo aflora, pero eso sí, con un tono que todavía mantiene un cierto distanciamiento, como si el autor no pudiera (o no quisiera) subsumirse de lleno en una confesión poética plena. De nuevo mostrando con creces ese dominio de las estrofas clásicas, y sin renunciar a un lenguaje ajustado y sencillo, que rebaja, aposta, el envite, Faustino evita la afectación pero no escamotea del todo cierta melancolía y conciencia de alejamiento que se nos contagia cuando recorremos estos bien cincelados versos, con los que por edad, por ideas y por, en fin, el mismo devenir de la vida, no podemos muchas veces más que sentirnos plenamente identificados. A mi juicio, solo le sobra esa innecesaria explicación de las circunstancias que rodean a cada uno de los poemas, tal vez reminiscencias del excelente profesor que siempre fue.
Por cuanto respecta a Luis Leal (Évora, 1980) estudió hasta licenciarse y posteriormente doctorarse en la ciudad portuguesa donde fue alumno destacado de nuestro poeta y escritor Antonio Sáez. Leal lleva ya muchos años viviendo y trabajando aquí en Badajoz como profesor de Lengua Portuguesa en diferentes institutos de nuestra ciudad y ha sido una pieza importantísima para la consolidación de la presencia de autores portugueses en el aula de poesía Díez-Canedo, donde siempre ha alentando y promovido la presencia de estos. Contagiado del virus literario que siempre le ha rodeado y estudiado con fruición, nos llega ya lo que es la tercera entrega de una obra versátil y honesta (acaso demasiado). 'A salto de mata' es un libro de aforismos, a diferencia de otros libros anteriores en los que era el verso el que llevaba la parte del león. Con todo, faltan dedos en una mano para señalar siquiera alguno de los doscientos sesenta aquí reunidos que quede exento de esa carga poética que los impregna. Se reúnen en esta elegante edición (a la que como única rémora podría demandársele tal vez un tipo de letra un poco más grande) en agradecible modo bilingüe, primero en castellano y luego pasados al portugués o viceversa, según confesión propia apareciendo siempre primero en la lengua en que fueron concebidos. En ellos, con sinceridad muy personal que rehúye a veces pretendidamente todo aliento bucólico, el sujeto lírico abre su corazón a ideas y sentimientos que van desde la familia –momentos de gozosa intimidad, recuerdos y evocaciones de sus ancestros, lances con sus padres o sus hijos de largo alcance reflexivo posterior- a lo literario y a lo filosófico, productos más o menos lógicos de su dedicación profesional y estudiosa y de su posición ideológica, personal, ciudadana y ecologista en el mundo en que vive y que contempla a veces con estupefacción, a veces con necesario distanciamiento (y en esto coincide con el otro libro que aquí traíamos). Una obra para leer como deben leerse este tipo de colecciones (y se me ocurre de nuevo que este comentario también puede aplicarse al de Faustino): espigando de entre su contenido heterogéneo (tal vez no tanto) y confortándonos con estas reflexiones que nos hacen a veces reír, a veces pensar, a veces sorprendernos de que no se nos hayan ocurrido a nosotros y las más de ellas regocijándonos por compartir con ellos estas nobles buenas intenciones que salpican sus escritos.
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