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ENRIQUE GARCÍA FUENTES
Viernes, 1 de diciembre 2023, 23:29
Toda la suerte del mundo para los nuevos gestores de la Editora Regional y no por que lo hagan mejor que sus antecesores –no se ... trata de establecer la más mínima idea de disputa entre unos y otros– sino porque sería del todo punto deseable que la admirable gestión de Luis Sáez, que ha dotado a la institución de algunos de los títulos más interesantes de su catálogo en los últimos tiempos, debiera verse confirmada en esta buena senda en la que se ha encaminado. Casi como colofón de esta afortunada labor queremos referirnos ahora a esta novela de 'La laguna de la feria', caudalosa, si excesiva algún momento, subyugante propuesta de un «novato» en el ámbito literario (que no jurídico, donde es una eminencia) como es Óscar Jiménez Moriano (1968), quien ha ejercido como abogado, asesor jurídico y letrado de entidades locales durante casi tres décadas y su bibliografía en estos ámbitos es amplísima. Si, como se asegura, esta es su primera incursión en el ámbito de las «palabras mayores», lo primero que nos sorprende es la amplitud del intento y su más que encomiable consecución.
La acción transcurre en un terreno imaginario, Villaflor y alrededores, que, por referencias, cabe situar en el norte de nuestra región (más concretamente, según confesión propia, se trata de una mezcla entre Belvís de Monroy y Casar de Palomero). En ese entorno, realidad histórica y ficción se entremezclan a sus anchas en los primeros años de la Segunda República –si bien con constantes saltos hacia atrás–, dato que conocemos por las alusiones a la quema de conventos o los decretos de Azaña que afectaron a los militares, entre otros. Pero lo verdaderamente regocijante de la narración es su carácter eminentemente literario, pura fantasía, puro derroche (inusitado) de saber contar, de saber enlazar historias que evidencian un sustrato de múltiples lecturas muy bien asumidas, con personajes de esos que no olvidas por mucho que transcurra el tiempo. La impronta de lo que se conoce como «realismo mágico» a veces sobrevuela y otras impregna decididamente lo contado y lo connota de ese ambiente fantasioso, pero de referencias a las que asirse, que tan del agrado suele ser de buena parte de los lectores.
ÓSCAR JIMÉNEZ MORIANO
Editorial: Editora Regional de Extremadura. Mérida, 2023.
480 páginas.
Precio: 15 euros
Un comienzo rutilante –un curioso enfrentamiento entre unos soldados de maniobras y los aldeanos del lugar por las bogas del arroyo que pasa por allí– ya concita la atención del lector, y lo que viene después no hace sino consolidar esa primera impresión de encontrarnos ante un texto al que se le acumulan los aciertos. La trama es contagiosa y absorbente, variada y entretenida, quizá algo lastrada por la repetida técnica de incardinar una historia tras otra según van saliendo personajes (una técnica, esta de los episodios insertados, que se pierde en la noche de los tiempos), pero el autor logra un redondeo perfecto de todas las peripecias que abre en el ajustado final de la novela, así que todos contentos. Otro importante factor que engalana el texto (y acaso sea uno de sus mejores valedores) es la riqueza y variedad de los personajes que aparecen, buena parte de ellos con la enjundia suficiente como para que no pueda considerarse a ninguno el principal pues el autor sabe manejar con soltura su numeroso y variado elenco y ceder un protagonismo comedido a cada uno de ellos, aunque todo orbite mayormente sobre la etérea Carmen Bejarano, trasunto no tan lejano, en principio, de aquella inolvidable Remedios la Bella de 'Cien años de soledad'. La rémora aquí es que, pese al extraordinario cuidado por conceder un protagonismo ponderado a todos los personajes, hay algunos que quedan relegados y sería deseable que, ya que otros han gozado de su «momento de gloria», también ellos lo tuvieran. Con todo se nos quedan, como dije, ese Remigio Mansilla, visionario alcalde republicano corroído por el virus de la literatura y sus diferentes némesis en la política –Pablo Celades, el monárquico clerical– o en la sociedad, Amadeo, el rijoso párroco de la villa, así como otros con sus andanzas respectivas, tristes como la del apesadumbrado brigada de la guardia civil, sentimentales y familiares como las de Lorenzo y Severiana, María Luz y Bienvenido, el ilustre médico Manuel Aparicio o las nombradas de Carmen Bejarano, que en gran medida concilia los variados hilos narrativos. Especialmente destacable es el final de la novela donde no solo culminan la mayor parte de las trayectorias abiertas antes, sino que el cierre –por la presencia importantísima de la lluvia que cae– contacta brillantemente con el comienzo, en el cual lo primero que se refiere es, precisamente, ese fenómeno meteorológico.
Tamaño envite no podría sostenerse sin un lenguaje rico y elaborado, la mayor parte de las veces perfectamente adaptado a los hechos que se narran y a los personajes que dialogan. La viveza de ciertas descripciones, el ajustado vocabulario, pleno de registros y sin caer en lo cursi y pedante, certifica que nos enfrentamos a una dicción muy por encima de la que, desgraciadamente, caracteriza buena parte de la literatura contemporánea y completa el hecho de que 'La laguna de la feria' se considere una obra fresca y gratificante, de robusto empeño y lograda ejecución.
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