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Iñaki Ezkerra
Viernes, 21 de marzo 2025, 23:06
El creciente auge de la novela negra tiene su contrapartida en la desesperada búsqueda de sus autores por buscarle nuevos caminos que renueven el género. ... Lo cierto es que ya se ha probado todo o casi todo: inspectores casados y solteros, célibes y divorciados, clásicos y trans, abstemios y alcohólicos, impúberes y octogenarios, duros y blandos. Con 'Lágrimas en la lluvia' (2011), Rosa Montero fue más lejos que todos, ellos al atreverse a mezclar el relato policíaco con el futurista y el de ciencia ficción iniciando, así, un ciclo con una heroína, Bruna Husky, que es una replicante de la estirpe de los que Rick Deckard se encontraba en 'Blade Runner' y antes en la novela de Philip K. Dick que dio origen a la película. A 'Lágrimas en la lluvia' le siguieron 'El peso del corazón' (2015), 'Los tiempos del odio' (2018) y 'Animales difíciles', la última entrega que nos llega ahora y que cierra con solvencia técnica la tetralogía.
La novela se abre con un atentado terrorista en un gran almacén de cerebros humanos mantenidos con vida y llamados 'flops' o 'kéfalos' en el lenguaje que impone la propia ficción. Pertenecen a ricos que se pueden pagar, después de su muerte, esa precaria eternidad mental carente de cuerpo físico que les supervisa una sofisticada empresa tecnológica. Si la acción de la primera novela de la serie se desarrollaba en el Madrid futurista de 2109, ahora nos encontramos en esa misma ciudad, pero dos años después. La autoría del atentado corresponde a un tal Tin Octubre, un muchacho de diecisiete años que había sobrevivido como ratero. Lo sabremos en el tercero de los 32 capítulos en los que se reparte la acción argumental, que temporalmente abarca dos semanas escasas; las que van del 22 de enero de 2111 al 4 de febrero del mismo año. Pese a que en apariencia se trata de un pobre pringado con ínfulas de poder, el terrorista contaba con unos caros y alambicados medios para llevar a cabo su acción: una eficacísima capa de invisibilidad, una pancarta holográfica, una bola táctica de silicona de gran potencial destructivo…
La literatura de ciencia ficción consiste en saber levantar un pequeño mundo quimérico pero verosímil en su coherencia interna; en crear un microsistema imaginario pero congruente que no admite chapuzas, y al que tanto los personajes como sus movimientos deben responder obedeciendo a sus leyes con la precisión de un reloj. Esto Montero lo lleva a cabo con admirable rigor desde la primera página del libro, en la que logra unas convincentes calidades plásticas con las imágenes de la sopa encefálica que flota turbadora y repulsivamente en el tanque de pesadilla que va a ser destruido y por el chillido ensordecedor de la multitud de sesos en el instante de perecer. En medio de una ola de protestas y demandas airadas de los familiares de las encefálicas víctimas del atentado, Bruna Husky, la competente y valiente tecno-detective, es contratada para resolver el caso y para adentrarse en una trama narrativa bien urdida en la que no falta un policía –el inspector Lizard– ni un momento de tensión en el que la heroína se halla a punto de morir y logra salvarse por los pelos. Pese a todas las novedades futuristas, el texto presenta el clásico esquema argumental de planteamiento, nudo y desenlace, pero adquiere una saludable y gratificante complejidad en la psicología de la protagonista y en sus reflexiones a las que le lleva la conciencia de su finitud. Bruna vino (o vendrá) al mundo en «un cilindro de heladores vidrios propiedad de la empresa TriTon» (página 23) y, si bien fue dotada en su gestación con las cualidades de una soldado, su organismo ha experimentado un deterioro físico que la ha transformado en una 'rep de cálculo' atenta a sus mutaciones y sensaciones fisiológicas. Uno de los aciertos de Rosa Montero es el de haber creado una insólita androide hipocondríaca.
Lo que llama la atención de este conseguido 'tecno-noir' es la ingente documentación de la que se ha servido la autora para construirlo, hasta el punto de que tiene mucho de metanovela, es decir, de reflexión sobre el género gracias a la abundancia de referencias culturalistas que aparecen siempre de manera velada. El propio desenlace nos llega ilustrado con unos versos de Borges al que Rosa Montero tiene la delicadeza de no citar por el nombre, como si se tratara de un autor ya perdido en la marea del tiempo y en el lejano siglo XX. 'Animales difíciles' es, como todas las entregas de la tetralogía, una referencia para toda la fauna dedicada a la creación literaria que pretenda cultivar este difícil género.
Autora: Rosa Montero. Editorial: Seix Barral. 368 páginas 19,85 euros.
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