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Enrique García Fuentes
Viernes, 17 de mayo 2024, 23:21
Poemas «enumerativos»; así en principio no suena bien, ¿verdad? Ya se sabe: las palabras que terminan en -tivo carecen del más mínimo aliento poético; pero, ... caramba, también es cierto que de cualquier cosa se puede hacer un poema y a Eduardo Moga (saben ya su filiación; asoma por aquí muchas veces), al que siempre le ha gustado mucho soliviantar los límites de lo lingüístico y lo filológico, riza el rizo ofreciendo ahora una colección de poemas –de solvencia innegable, mejor decirlo al principio– basados en eso, en la enumeración (que en principio suena más a monodia, recitado feble y sin ánima). Listo como es, se encarga de defender fehacientemente en el justificativo prólogo que antecede a esta original colección las posibles reticencias que tan prosaico concepto pudiera conllevar. «La enumeración me ha servido –y me sirve todavía– para concretar el mundo, para suscitar el trance y para alterar el ritmo», dice taxativamente, y sobre esas bases construye esta dilucidación que antecede a una serie de escritos sacados la mayor parte de su blog 'Corónicas de Españia', ordenados cronológicamente hacia atrás, a los que añade poemas rescatados de libros recientes e incluso de alguno que todavía no ha llegado a ver la luz.
Eduardo Moga
Editorial: Olifante. Zaragoza, 2024.
136 páginas.
15 euros
En todos estos textos encontrará quien lea la constatación de cómo la sapiencia literaria de nuestro autor logra convertir lo que hasta ahora podíamos considerar como un mero ingrediente más del hecho literario en el único mecanismo del poema, su estructura total, su condición absoluta, sostenible solo en sí y por sí. Ya lo explicitaba, no obstante, en el casi poema que en realidad es el citado prólogo (a fin de cuentas un inventario más de motivos explicativos y elucidaciones avaladas por la experiencia propia); construir un poema de esta manera se asienta en el hecho de que «la elección de los elementos que integran la enumeración supone un juicio, y la del orden en que se disponen, otro: ambos unidos por la voluntad de discernir el mundo. Las paradojas que contenga, las metáforas que la acrezcan, los incontables matices que incorpore la enumeración, son abreviaturas: formas de la elipsis, que permite que lo que exigiría innumerables oraciones se exprese con un fogonazo, y luego con otro, y otro, hasta dibujar un gran resplandor global, una iluminación que sustituye lo fatigoso o lo dilatado por lo enteco y lo certero». Para que nos entendamos, «la enumeración en fin no es una forma de eludir la elaboración literaria si no otra manera de hacerlo». Casi que nos convencemos de que hasta se vuelve la más adecuada: «Por inabarcable o inconcreto que sea lo que queramos decir, la enumeración lo vuelve decible: disgregándolo, lo reconstruye; parcelándolo, lo totaliza. La enumeración es otro instrumento alumbrado por la inteligencia que nos permite llegar a donde nuestra sola naturaleza no nos permite hacerlo».
Eso sí, para ello es necesario contar con la colaboración, con el papel activo que ha de tener el lector, pues se ve obligado a participar en el poema. De hecho será quien, a la larga, desarrolle un contexto y configure una historia con los elementos que esa misma enumeración le va proponiendo. El libro (porque tal es en cuanto a estructura medida, pesada y compensada) acaba por convertirse en un elaborado ejercicio literario del que, ni que decir tiene, Moga sale con una nota muy alta. Porque no es solo la novedosa forma que lo configura la que lo dota de la unidad que ha de exigirse a cualquier libro de poemas, sino que los contenidos que también (y tan bien) lo soportan redundan en la temática que los lectores de Moga han ido conociendo a lo largo de su ya dilatada trayectoria y son acordes cien por cien con la estructura elegida. Como viene ocurriendo en la producción del autor catalán, ya sea en sus poemas, en sus misceláneos libros de crítica y opinión y hasta, si se me apura, en sus traducciones y comentarios, el escritor se vierte visceralmente en estos poemas aquí arracimados: algunos fieles a la disposición tipográfica canónica del verso, otros devenidos tales, aun en prosa (poética, claro) desde las páginas de las siempre viscerales entradas de su blog. Por ellos vamos desde los más arrebatadoramente personales e íntimos, proyectando airosos un temperamento, una intimidad afligida, solitaria y dolorida la mayor parte de las veces ('La monodia del yo', 'La depresión', 'Cosas tristes', 'Con amar no alcanza', 'La soledad', 'Ventajas e inconvenientes del suicidio'…), a otros más propios del ámbito familiar y del recuerdo ('Cosas que he encontrado en el piso de mi madre', 'Llego a Hoyos'); algún auténtico ejercicio de erudición literaria, que tanto agradecemos por sus menciones culturales de todo tipo, que, como siempre, nos aumentan las ganas de querer saber, leer y escuchar y aprender más, como ocurre con el impagable «Ser escritor no es fácil ni romántico» y, en fin, otros más que evidencian la posición, la ideología, las preocupaciones de un hombre de nuestro tiempo. Confieso mi predilección por uno que considero un resumen de todo, 'Escribir', no solo porque sitúa al escritor frente al ámbito que le es más propio, sino porque denota su condición de germen de este mismo libro, diciendo claramente, por ejemplo, «procurar que las enumeraciones no disfracen una momentánea incapacidad para hilvanar la prosa (o el verso), sino que tengan entidad –sentido estético– por sí mismas. No alargarlas innecesariamente» y termina precisamente diciendo «todo queda en nada», creo que no casualmente el título del libro no publicado del que extrae también algunos poemas para este, con lo que confirma de pleno esa idea, dejada caer como al desgaire en los agradecimientos, de que también hay que saber dónde hay un libro. Con elementos aparentemente heterogéneos Moga ha pergeñado un volumen sólido y sostenible; no nos extrañe: los materiales empleados son fragmentos palpitantes de una vida, de una obra sincera, plena y sin rebozos.
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