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MARTÍN CARRASCO
MADRID
Sábado, 7 de mayo 2022, 10:13
Es ya una fotografía icónica, se titula 'Marbella' (1974), forma parte de la serie 'La playa', y es obra de Carlos Pérez Siquier (Almería, 1930- ... 2021), uno de los grandes renovadores de la fotografía española de postguerra. La foto tiene mucho de retrato sociológico del tardofranquismo. Aúna modos de ser visualizando los tópicos del turismo de masas, estos contenidos en una sola imagen popera y kitsch. Se entiende así la amistad de Pérez Siquier y Martin Parr.
Realismo mágico. Pero esta cuidada muestra sobre Carlos Pérez Siquier, Premio Nacional de Fotografía 2003, que pueden disfrutar en la Sala de Fotografía de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, descansa sobre los reportajes que el autor almeriense realizó en el barrio de La Chanca, en donde según Publio López Mondéjar, su comisario, «ya se advierten algunos de los rasgos singulares de su mejor fotografía, cercana a una suerte de realismo mágico, a medio camino entre el documento analítico y el puro rigor formalista». Asistimos a una mirada sobre la pobreza cargada de ternura, una mirada respetuosa, humanista... La pobreza se carga de dignidad, de chavalería que juega y ríe, de paredes encaladas expuestas a un sol que lo invade todo.
Lugar: Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Calle Alcalá, 13. Madrid.
Fecha: hasta el 19 de junio.
Vanguardia documental. No hay que olvidar que Siquier junto a José María Artero fueron los creadores del boletín Afal (acrónimo de la Asociación Fotográfica Almeriense), donde se dieron a conocer Ricard Terré, Paco Gómez, Xavier Miserachs, Oriol Maspons, Ramón Masats, Gabriel Cualladó... los fotógrafos de la «vanguardia documental» de nuestro país. No en vano, Afal se convirtió en la publicación fotográfica más renovadora de la época, en un contexto donde la fotografía no alcanzaba el estatus de obra de arte, tanto es así que aún pervivía la fotografía «pictorialista», precisamente porque era lo más parecido a una pintura. En definitiva, una fotografía apegada al territorio, comprometida con la realidad social que le tocó vivir, enraizada, y en ese sentido «actual», acorde con los tiempos.
Sentimiento. Por otro lado, la pícara mirada de la bailaora Carmen Amaya durante el rodaje de 'Los Tarantos' (1963) nos persigue en la exposición 'Colita Flamenco. El viaje sin fin', sobrenombre de Isabel Steva (Barcelona, 1940), Premio Nacional de Fotografía 2014, que ha sido comisariada por Francesc Polop y que pueden contemplar en la Sala Andrea D'Orico del Teatro Español. «Yo entendí lo que era el arte –comenta Colita– después de emocionarme con el flamenco. Para mí, el arte es sentimiento».
Lugar: Teatro Español. Calle Príncipe, 25
Fecha: hasta el 17 de junio
Naturalidad. Descubrimos además unos jovencísimos Antonio Gades y Cristina Hoyos, y a Vicente Escudero –grande entre los grandes del flamenco– al que H. Matter dedicó un breve vídeo documental en 1955 en donde ensalzaba lo vanguardista de su baile. No muy lejos contemplamos un descamisado Paco de Lucía, cerca de La Chunga, José Menese, Pepe Mairena, Juan Talega, Peret, Lola Flores, La Piriñaca, Enrique Morente, Mayte Martín, Miguel Poveda... «Un viaje –en palabras de Francesc Polop– al mundo del flamenco en su dimensión más cotidiana y familiar, compartido con las gentes de una Andalucía que le abre sus casas, sus patios, su vida; unos momentos llenos de naturalidad y de una verdad sin artificio».
Stendhal. Por último, debemos subrayar que la íntima relación de Colita con el flamenco queda reflejada en su libro 'Luces y sombras del Flamenco', del que se han seleccionado para la exposición algunos párrafos en vinilo. En ello tuvo mucho que ver la personalidad de Carmen Amaya: «Y así la vi bailar. Yo no era ajena al flamenco, pero jamás había visto ni sentido nada parecido en mi vida. Algo así como un deslumbramiento y una emoción hasta el llanto. Desde entonces he padecido (...) el denominado Síndrome de Stendhal, que sobreviene cuando una persona es expuesta a una sobredosis de arte y belleza, lo que convierte a tu corazón en un tambor y a tu cerebro en mantequilla derretida». Un largo viaje del que somos partícipes gracias a la fotografía de Colita, llena de emoción y sentimiento.
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