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Pablo Martínez Zarracina
Viernes, 31 de mayo 2024, 23:06
Una mujer llamada Signe ve a su marido mirar a través de una ventana de la sala de su casa la oscuridad «pesada, casi negra» ... del fiordo en el que se instalaron hace mucho tiempo buscando «un lugar donde no viviera nadie más». La escena podría adscribirse a alguna suerte de realismo doméstico escandinavo si no fuese porque Asle, el marido, desapareció hace veinte años. Una mañana se fue como cada día a navegar con una pequeña barca y nunca regresó. «Así que estás ahí», le dice Signe a su esposo en el diálogo inicial de la última novela de Jon Fosse. «Eso parece, sí», responde el hombre.
Es el comienzo de una conversación lenta, extraña y circular que adquiere la textura trascendente de una letanía. Los personajes aceptan su situación porque «la cosa es sencillamente así» y apenas se esfuerzan en recordar los detalles de su historia. Es como si todo lo vieran a través de un velo que solo es traspasado por contornos. Su aceptación de una lógica aproximada pero distinta recuerda al mundo de los sueños. La anotación curiosamente extemporánea de dos fechas funciona al comienzo del texto como una cortesía del autor: gracias a ella entendemos que el tiempo tiene un sentido distinto en esta historia. Asle sale de su casa y, caminando por el fiordo, se encuentra con presencias imposibles como la de su abuela, la madre de su bisabuela y los protagonistas de las historias, algunas dramáticas como la suya misma, que pasaron en su familia de padres a hijos. Alrededor de todos ellos, la inclemencia de la naturaleza y la presencia promisoria del fuego en la casa familiar.
JON FOSSE
Traducción: C. Gómez-Baggethun y K. Baggethun.
Editorial: Random House.
107 páginas.
17 euros.
El mundo alegórico de Jon Fosse se concentra en las apenas cien páginas de 'Ales junto a la hoguera'. El lector iniciado en la obra del noruego se reencontrará con muchas de sus señas de identidad, desde el narrador omnisciente que se sitúa muy cerca de la conciencia de los protagonistas hasta el fraseo sin puntos y los diálogos funcionando como vías de fuga. Al mismo tiempo, a medida que conocemos novelas de Fosse se acrecienta la idea de un mundo compacto y autorreferencial: el nombre de Asle recuerda al del protagonista de 'Septología', el gran ciclo narrativo del Nobel, y la barca en la que navega es construida por un vecino del fiordo llamado Johannes, como el pescador que protagoniza 'Mañana y tarde'.
La sensación de volver sobre un libro ya leído, de asistir a la repetición de una fórmula, puede asaltar al lector de esta novela. Sin embargo, sigue habiendo en ella algo infrecuente y valioso que distingue la escritura de Jon Fosse y tiene que ver con la capacidad de ofrecer un camino sencillo hacia lo complejo, por no decir hacia lo sagrado, como si funcionase en ella alguna especie de secreto acelerador espiritual.
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