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PABLO MARTÍNEZ ZARRACINA
Sábado, 18 de noviembre 2023, 16:37
La relación entre Oskar Kokoschka y Alma Mahler fue breve y tormentosa y ha pasado a la posteridad propulsada por un símbolo extraño: la muñeca ... de tamaño natural que el pintor encargó para sustituir a su amada tras la ruptura. La automática certeza de que Kokoschka era un genio salvaje y Alma Mahler la mujer más bella e interesante de la Europa de su tiempo completa las líneas generales de un mito propenso como pocos a la hipérbole y a las metáforas que impliquen alguna clase de combustión.
Andrea Camilleri aplica en 'La criatura del deseo' su mirada sabia e irónica sobre ese mito. Lo hace de un modo original, mezclando la investigación, el ensayo y la ficción, en un texto veloz y misceláneo que profundiza en la idea del simulacro.
Con pulso casi periodístico, el libro incluye breves biografías de los protagonistas, cartas extraídas de su correspondencia y testimonios sobre la pareja ofrecidos por familiares y amigos, algunos de ellos figuras tan representativas de la Viena de comienzos del siglo XX como Karl Kraus o Víktor von Dirsztay, el artista bohemio que no pasó a la historia como escritor sino como paciente de Freud. Toda esa información se presenta de un modo conciso y revelador. Además de para sumergir al lector en la época, sirve para entender que la realidad es contradictoria y Kokoschka pudo ser alguien vulgar y desvalido además de un genio volcánico. Mientras que Alma Mahler pudo ser una estratega consagrada a su papel de musa además de una amante apasionada.
Sin embargo, a Camilleri lo que parece fascinarle es la suplantación: el modo en que, tras ser abandonado por Alma Mahler y no conseguir que lo mataran en la Primera Guerra Mundial, Kokoschka comienza a convivir con una muñeca hecha a semejanza de su amada. Hay que señalar que la semejanza debía de ser altísima a nivel táctil e incluso olfativo, al oler la copia al mismo perfume que el original, pero que el muñeco era feo como un demonio. Es en la reconstrucción de semejante delirio —el artista llevaba la muñeca a la ópera y contrató a una criada para ella— donde Camilleri ejerce de novelista y reconstruye una intimidad que tiene para él implicaciones casi religiosas. A través de la réplica de Alma Mahler, Kokoschka busca según el autor la representación física de la obsesión que tiraniza su pensamiento y también un fetiche que intermedie en la devoción a un ser superior. Que todo eso durase meses y terminase en una gran borrachera con un muñeco decapitado tras recibir un botellazo hace pensar que Camilleri brilla en la descripción pero quizá no tanto en la interpretación. Poco importa. El libro se devora y la historia increíble que detalla, al ser real, resulta doblemente fascinante.
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