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Iñaki Ezkerra
Sábado, 27 de enero 2024, 09:22
Como el del feminismo, el de la familia 'queer' es un tema que hoy se halla de modo prioritario en los parámetros del debate social ... y en el que tiene un definitivo peso la perspectiva ideológica. Esa ideologización no es la mejor aliada de la literatura porque, como sucede en el tratamiento novelesco de la cuestión feminista, a menudo la tesis, cuando no la pura corrección política, ahoga la esponjosidad de los personajes y la verosimilitud de las historias. Por esa razón, la intempestiva escritura de la transexual novelista argentina Camila Sosa Villada constituye una saludable excepción. En efecto, la publicación en 2019 de 'Las malas', obra en la que la que el recurso a un realismo mágico lindante con el expresionismo no cumplía la función de endulzar la historia sino de hiperbolizar su desgarramiento, supuso una revelación auténtica que corrobora ahora el aterrizaje en las librerías de su segunda novela, 'Tesis sobre una domesticación', pese a que el planteamiento de esta resulta antitético de aquél con el que debutó. Y es que, si el estridente grupo de travestis que protagonizaba 'Las malas' se sabía condenado a una existencia marginal, la actriz transexual que comparece en esta nueva entrega encarna un voluntarioso intento de integración social. Estamos ante una artista de sexualidad heterodoxa que se ha casado con un acaudalado abogado gay, esto es, ante una pareja de éxito y de un buen estatus económico pese a que no responda al modelo de matrimonio clásico. Si las heroínas de 'Las malas' eran trágicamente conscientes de que la mera combinación de transexualidad y maternidad disparaba todas las alarmas sociales y las sirenas policiales, ahora nos encontramos ante un caso opuesto. Esa actriz y ese abogado forman una familia al adoptar a un niño seropositivo, o sea, al 'domesticarse' en una cierta medida, solo relativa y subjetivamente convencional. Pero lo que ya podemos llamar 'la literatura de Camila Sosa Villada' no es en absoluto complaciente. Es incisiva y desasosegante, incluso y quizá de una forma especial para una mentalidad progresista. De este modo, no va a quedar claro si estamos ante el legítimo empeño de un ser transexual por acceder a la felicidad y a una vida respetable a las que tiene derecho o ante una impostura de respetabilidad y de felicidad que oprime interiormente a la protagonista del libro y que lleva a esta a hacer saltar las costuras de lo que vive como una representación teatral añadida a su faceta profesional.
Lo que en 'Tesis sobre una domesticación' hace saltar esas costuras convencionales son las pulsiones indomesticables del deseo, una insoslayable ferocidad erótica que adquiere unas calidades plásticas en determinados momentos y que traiciona el papel social de familia feliz que esos logrados personajes pretenden dar en público y que debía ser una contrarréplica ética al arquetipo tradicional si bien instalada en la misma estética burguesa de esta. Dicho deterioro es narrado desde una omnisciente y distante tercera persona que actúa como un frío bisturí analítico de ese proceso destructivo y que se interrumpe, ya avanzada la lectura del libro, para dar voz al padre y antes a la madre de la actriz, que echa la culpa de su condición sexual a todas las mujeres de su clan: «La trajimos al mundo con brujería. Llegó y está aquí conmigo».
Más que una tesis, como anuncia su título, esta novela es una antítesis de la domesticación. Cada amago de abrazo a la institución familiar va acompañado del rechazo, del paso atrás, de una contradicción que no se resuelve en ninguna síntesis. ¿Quieren sus personajes desafiar las normas sociales o ser fieles a ellas? ¿Desean demostrar que son capaces de construir una familia o, por el contrario, que la familia es una institución decadente que no merece su reedición? ¿Viven en un paraíso idílico o adentran al lector en una distopía? ¿Buscan la estabilidad emocional o la sabotean? ¿Denuncian la estigmatización a la que los somete la sociedad o más bien dan la razón a esa sociedad al ser fieles a la imagen del estigma? Aunque la autora no responde a esas preguntas y tira piedras contra el propio 'transtejado' en aras de un realismo crudo que renuncia a moralizar, cabe una última pregunta en defensa de su contradictoria heroína: ¿Por qué si la familia tradicional sobrevive a esas mismas lacras –a los celos, los rencores, las desconfianzas, las infidelidades conyugales…– la transfamilia no va a poder sobrevivir de la misma manera?
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