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J. ERNESTO AYALA-DIP
Viernes, 1 de diciembre 2023, 23:19
Mary Beard es catedrática emérita de la universidad de Cambridge. Su especialidad es la Historia de Roma. Sobre este asunto ha escrito múltiples libros, a ... los que ahora hay que sumar 'Emperador de Roma'. Observe el lector que dice emperador y no emperadores. Esto es importante subrayarlo porque de lo que trata este libro no es de la lista de los emperadores con sus respectivas vidas privadas y públicas que gobernaron Roma y su civilización, sino de todo lo que comprendía la figura de un emperador en la antigua Roma; sobre todo desde el inicio de esta figura posterior a los cónsules que se alternaban el gobierno cada dos años. Octavio fue cónsul en tiempos republicanos y él mismo inauguró la era de los emperadores. De esto trata entonces el libro de Mary Beard: todo lo que implicaba ser un emperador romano (que por cierto, no todos fueron romanos o itálicos, muchos eran de fuera. Trajano y Adriano nacieron en la actual Andalucía), desde sus obligaciones administrativas hasta su ocio, pasando por sus desvaríos o psicopatías.
Mary Beard
Traducción: Silvia Furió.
Editorial: Crítica, 574 páginas,
Precio: 27,90 euros.
El primer libro que leí de Mary Beard fue el dedicado a Pompeya. Sé de personas que, una vez leído ese maravilloso texto, corrieron a reservar billete para ir a visitar Pompeya. Como yo ya la había visitado, corrí a reservar billete para volver a verla. Mary Beard tiene un encanto estilístico que, sumado a su inmensa capacidad divulgativa, hace que sus investigaciones históricas, que sus aproximaciones a la cultura y a los sucesos más importantes de la antigua Roma, resulten casi cinematográficas.
En 'Emperador de Roma' se comprueba aquel aserto. Citaré un ejemplo que nos da Beard de cómo podía trabajar un emperador. Se refiere a cuando gobierna Trajano y decide enviar a Plinio el Joven a los confines del Imperio a que gestione las posibles malas praxis de sus gobernantes o las malas condiciones en que se encontraban algunos edificios públicos. En esta precisa circunstancia, Plinio le pide a Trajano que por favor le envíe un arquitecto y el emperador le contesta que vale, pero por qué no busca uno él mismo, seguro que habrá alguno competente por ahí. (Consulte el lector las cartas cruzadas entre Trajano y Plinio, no tienen desperdicio). A mí particularmente me interesó un tema de este soberbio libro: el de los rostros de los sucesivos emperadores en esculturas, bustos y monedas. Beard sostiene que casi todos se parecen, excepto en las monedas, porque el propósito de estos no es nada más que difundir una idea general y homogénea de la figura de un emperador, del que manda, la más alta autoridad del imperio en el mundo. Insisto, un libro soberbio.
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