M. CARRASCO
BADAJOZ.
Sábado, 2 de julio 2022, 11:26
Son muchas las anécdotas que destila el libro 'Ambroise Vollard. Memorias de un vendedor de cuadros', recientemente publicado por la editorial Renacimiento, reveladoras a mi ... modo de ver de las formas de vida artística del París «fin de siècle»... Unas memorias cargadas de vida, donde volvemos a asomarnos a la calle Lafitte («la calle de los cuadros»), El Chat Noir, Lautrec, La Goulue, Montmartre, El barrio Latino, el Moulin Rouge, el Café de la Nouvelle Athènes... Es, como digo, el todo París, donde el impresionismo daba paso a las primeras vanguardias –las históricas– y se iniciaba la modernidad: de la pintura «retiniana» a fórmulas que se alejaban de lo «real representacional», véase el cubismo. Ahí es nada.
Publicidad
Intuición. En ese contexto de cambios revolucionarios hay que situar a Ambroise Vollard, uno de los grandes marchantes de la historia del arte junto a Durand-Ruel y Kahnweiler, y sin temor a equivocarme el más intuitivo, pues supo ver los nuevos caminos del arte. Así sabemos que Renoir, en palabras de Degas, «pinta con pelotas de lana», dando a entender el aspecto algodonoso de sus cuadros, o que apreciara de «¡qué bella materia!» estaban hechos. También descubrimos la sorpresa de un transeúnte ante un lienzo de Cézanne expuesto en un escaparate: «¡Qué ocurrencia deformar así la naturaleza! –decía el hombre, que llevaba sombrero de hongo–. ¡Esos árboles no se sostienen de pie! Y esa casa, fíjate cómo se bambolea. Pues ¿y el agua? ¿Es agua o plomo? En cuanto al cielo... Bueno, si la naturaleza fuera así, sería como para no ir al campo en la vida». O claves sobre el caso de «la oreja de Van Gogh». «Le diré –escribe Vollard– lo que cuentan. Cuando Van Gogh regresó a su casa, después de una tarde pasada con personas de dudosa virtud, abrió maquinalmente la Biblia, y el pasaje que cayó bajo su mirada fue ese en el cual se dice que si uno de nuestros órganos ha pecado, debemos cortarlo y arrojarlo al fuego».
Visionario. Por estas páginas pululan Renoir, Rodin, Duffy, Valloton, Odilon Redon, Van Dongen, Forain, Bonnard, Innocenti, Matisse, Gauguin, Vlaminck, Mary Cassatt, Picasso... A este último le organizó una muestra en 1902, sin apenas éxito, y en 1930 le encargó la prestigiosa serie de grabados Suite Vollard. Y para conseguir una obra de Cézanne no dudó en pulsar todos los timbres de una calle hasta dar con él; en 1895 lo expuso con 150 cuadros, de los que no vendió ninguno... Y sí, estoy de acuerdo con Degas, «un cuadro es lo que oye más tonterías del mundo».
Primer mes sólo 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.