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El único enemigo de los Warriors en el baloncesto contemporáneo son los propios Warriors. Si no te 'mata' Durant, lo hace Curry, con Thompson y su rifle siempre cargados. Cuando se ponen en modo rodillo, conectados sin disminuir un ápice su ambición, no hay nada que hacer. Bien lo saben los 'Cavs' de Lebron y Calderón, que acaban de contemplar con entradas de primera fila el ciclón de juego de una franquicia convertida ya en dinastía de la NBA. Golden State venció en el cuarto partido de la final 85-108 para alzar el Trofeo Larry O'Brien por tercera vez en cuatro años, segunda consecutiva. No se relajaron, defendieron más y mejor a un adversario que con el paso de los minutos se fue entregando, sin pensar en un instante los de la Bahía que todo estaba resuelto y que se podían permitir algún tropiezo para cerrar el 'Anillo' en San Francisco.
Se podría decir que Cleveland llegó hasta donde pudo. Tras sudar sangre ante Indiana y Boston, no había más gasolina en el depósito de un Lebron castigado hasta la extenuación por su cruel soledad. Es casi delictivo jugar tantos minutos a su edad (casi 34) por mucho que goce de un físico descomunal. Y para más inri, en la rueda de prensa posterior anunció que tras la pifia del primer partido de J.R. Smith su frustración le condujo a romperse la mano en el vestuario, un handicap que escondieron para no dar más armas a un rival que cuenta con un arsenal de destrucción masiva. A James le debió doler mucho la mano en los tres encuentros siguientes, pero su expresión corporal sólo reflejó la agonía mental del deportista que odia perder. Y ya van muchas veces. Seis finales de nueve, casi siempre con desventaja de efectivos.
Tal vez los espectadores del Quicken Loans Arena disfrutaran por última vez del 'Rey' Lebron, cuyo futuro parece alejado de su localidad natal (Akron), a la que ya le ha regalado un trofeo que jamás imaginó. Todos los días se disparan los rumores: que si San Antonio, Houston, Sixers, Lakers..., la lista es eterna e incluye a Warriors. Se espera un inicio de verano caliente porque la franquicia depende de su decisión. El club y sus propios compañeros, como José Calderón, que firmó por un año con los Cavaliers y esperará alguna oferta. Los dos últimos equipos que se interesaron por él (y le firmaron) han protagonizado las tres recientes finales, así que lo probable es que pueda continuar algún año más en la NBA. Él quiere alcanzar las 15 temporadas y ha terminado la número 13. Puede lograrlo.
Calderón siguió condenado al ostracismo de un cuerpo técnico al que se le ha olvidado que cuando juega más de 20 minutos su equipo suele ganar. Lue apenas lo utilizó en el cuarto partido con casi cuatro minutos finales e instrascendentes pese a la escasa aportación ayer del titular George Hill o el ya defenestrado Clarkson. El de Villanueva, al que nadie le quitará ser el tercer español que disputa una final de la NBA, sumó una asistencia, un rebote y una recuperación. Ha disfrutado por fin de la ocasión única de pelear por un título y ha compartido pista con un jugador que en el futuro será recordado como uno de los más grandes.
Fue precisamente Lebron el termómetro de la resistencia a la derrota de Cleveland, que aguantó en el cuarto partido lo que duró su megaestrella. La puesta en escena de los Warriors fue impecable, decididos a finiquitar la serie, tal vez con la remontada del 3-1 de hace dos años, cuando Cavs se proclamó campeón. Esta vez no dieron opciones y cada vez que Love o James se animaban a mantener la duda del marcador aparecía Curry con sus triples imposibles para cercenar cualquier atisbo de hostilidad. Cuando está inspirado dinamita toda réplica y no queda más que rendirse. Anotó 37 puntos con siete triples, alguno de ellos increíble para cualquier baloncestista pero posible para él.
Curry contó con la inestimable colaboración de Kevin Durant, al que es difícil verle una mala actuación. Pese a estar más 'discreto' que en el tercer encuentro, sumó un 'triple-doble' de 20 puntos, 12 rebotes y 10 asistencias. Durant fue elegido 'MVP' de la final en dura pugna con Curry, al que muchos daban como merecedor de recibir la estatuilla que cada año entrega el mítico Bill Russell. Una pareja que estuvo bien acompañada por secundarios de lujo como Iguodala, Green, Thompson o hasta el recuperado Javale McGee, todo un acierto de Steve Kerr para proteger la pintura. Fueron 13 los tapones de los Warriors por cinco de los locales.
Tras la ventaja foránea del primer cuarto (34-25), Cleveland permaneció en el choque hasta el descanso, pero en el tercero, por enésima vez, se vino abajo. Le ha ocurrido demasiadas veces. El bajón también era anímico, normal porque el acierto de Curry no da grandes alegrías. El parcial de 25-12 del tercer acto deparó una recta final con Lebron en el banquillo con sus 23 puntos, 7 rebotes y 8 asistencias. Kevin Love hizo 13 y 9, poco para quien se supone un 'all star'. Lo demás fue el habitual solar, con desaparecidos como Hill (3), Korver (2) o Green (5). Lógico que Lebron suspire por respirar aire fresco mientras Calderón el próximo aire que respirará será el extremeño.
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